ANÁLISIS DE LA LECTURA: EL MAESTRO IGNORANTE, CINCO LECCIONES SOBRE LA EMANCIPACIÓN INTELECTUAL. DE JACQUES RANCIÉRE

Análisis de la lectura: EL MAESTRO IGNORANTE, Cinco lecciones sobre la emancipación intelectual. De Jacques Ranciére

En este primer capítulo del libro, “Una aventura intelectual”, el autor introduce la experiencia del profesor Joseph Jacotot para diferenciar dos conceptos que no siempre van -o no deberían ir- de la mano: Enseñar y Explicar.

La aventura acontece en Lovaina (Bélgica), en el año 1818. Joseph Jacotot (1770-1840) fue un revolucionario francés que, frente a la restauración de la monarquía, debió emigrar a Bélgica. Allí, en la Universidad de Lovaina, se descubrió a sí mismo como un maestro ignorante…

Sus alumnos no sabían una palabra de francés; por su parte, Jacotot desconocía el holandés. Forzado por la situación, concibió una idea: entregó a sus alumnos una versión bilingüe de Telémaco y los dejó solos con el texto y con su voluntad de aprender.

Los estudiantes debían memorizar las frases y compararlas con el holandés. Después, los impulsó a que escribieran sus reflexiones en francés. Jacotot “Esperaba barbarismos espantosos, tal vez una absoluta imposibilidad”.

Sin embargo, para su sorpresa, el progreso fue increíble. Sin ayuda alguna, los estudiantes aprendieron a dominar las reglas básicas de la lengua francesa y sus oraciones se volvían cada vez más exactas a medida que avanzaban en el libro.

Dicha experiencia obraba una ruptura con la lógica de la pedagogía tradicional, la del orden explicador. Hasta entonces Jacotot (al igual que todos los profesores) creía que para que el alumno comprenda era necesario que se le brinde una explicación; en efecto, el acto esencial del maestro era explicar.

Ante este episodio, Jacotot interpretó que sus alumnos habían utilizado la misma inteligencia que usa un niño para aprender a hablar la lengua materna: observando y reteniendo, repitiendo y verificando, relacionando aquello que buscaban conocer con lo ya conocido, haciendo y reflexionando. Esa parte creativa es inherente al ser humano y, por tanto, no requiere de explicaciones ni intermediarios.

A partir de esta idea es posible para Jacotot oponerse al mito pedagógico que divide a la inteligencia en dos: una inteligencia inferior, la del ignorante, y una superior, la del sabio. En oposición, el profesor dirá: la inteligencia es la misma en todos los seres humanos.

        La dependencia del explicador nos embrutece, deduce Jacotot. En otras palabras: lo que embrutece a la gente común es la creencia de que su inteligencia es inferior. Hay embrutecimiento allí donde la inteligencia está subordinada a otra inteligencia. En rigor, Jacotot había retirado su inteligencia del juego, permitiendo que la inteligencia de sus alumnos se enfrentara con la del libro.

        En el acto de enseñar y aprender hay dos voluntades y dos inteligencias. Se llamará embrutecimiento a su coincidencia. En la situación experimental creada por Jacotot, el alumno se vinculaba con una voluntad, la de Jacotot, y con una inteligencia, la del libro, por completo distintas. Se llamará emancipación a la diferencia conocida y mantenida entre estas dos relaciones. Al acto de una inteligencia que no obedece más que a sí misma, aun cuando la voluntad obedece a otra voluntad.

La tesis de dicha emancipación es “cualquier persona puede enseñar a otro lo que quiera; aun lo que no sabe”. La clave está en lo que Jacotot llamó el método de enseñanza universal. ¿Por qué universal? Sencillamente porque no existe hombre alguno sobre la tierra que no haya aprendido alguna cosa por sí mismo y sin maestro explicador.

        Pero además, el argumento de la emancipación va más allá de lo educativo: se torna en un argumento político de gran relevancia social. No era sólo un método para instruir al pueblo, era una buena noticia para anunciar a los pobres: podían todo aquello que puede un hombre, sólo bastaba con anunciarla. Jacotot decidió consagrarse a esto, proclamó que se puede enseñar lo que se ignora y que un padre de familia pobre e ignorante puede, si está emancipado, encargarse de la educación de sus hijos sin el auxilio de ningún maestro explicador.

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