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Beverli Barton Juego Asesino

Udon MorenoResumen10 de Mayo de 2016

116.702 Palabras (467 Páginas)271 Visitas

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The Murder Game

Beverly Barton

Griffin Powell 04

Traducida por Cary

NUEVO JUEGO

El juego es simple... él es el Cazador. Ellas son la Presa. Él les da una posibilidad para escapar. Correr. Esconderse. Burlarlo. Pero finalmente, las atrapa. Y es cuando el juego se vuelve realmente aterrador...

NUEVAS REGLAS

El detective privado Griffin Powell y la agente del FBI Nicole Baxter saben mucho sobre asesinos en serie... atraparon uno juntos. Pero este nuevo asesino es tan sádico como nunca han visto. Le gustan sus pequeños juegos, y sobre todo le gusta obligar a Nic y a Griff a seguirle el juego. Cada pista irresoluble, cada víctima plantada, cada llamada telefónica insultante... es todo parte de su retorcido y complicado plan. Y luego el Cazador llama, queriendo saber si ellos están realmente listos para jugar... 

PERO EL GANADOR AÚN MATA A TODOS...

Hay un nuevo juego ahora, y es mucho más mortal que el primero. Un brutal psicópata necesita un digno adversario. Él no se detendrá hasta que pueda cazar a la presa más preciada por todos...  Nicole. Y con su compañera en la mira de un asesino, Griff juega las apuestas más grandes de su vida.


Prólogo

¡No voy a morir! Maldita sea, me niego a darme por vencida, a dejarle ganar esta diabólica competencia.

Kendall Moore se levantó del suelo donde había caído, boca abajo, mientras escapaba de su atormentador. Jadeante y exhausta, logró ponerse de rodillas. Cada músculo le dolía. Su cabeza latía. La sangre fresca goteaba de los cortes en sus piernas y las heridas en las plantas de sus pies callosos.

El sol abrasador de agosto caía de lleno sobre ella como zarcillos calientes, pesados alcanzándola como un monstruo implacable en el cielo. El sol era su enemigo, produciéndole ampollas en la piel, abrasando sus labios, deshidratando su cuerpo cansado, débil.

Acumulando la poca fuerza que le quedaba, Kendall se obligó a ponerse de pie. Tenía que encontrar un refugio, un lugar donde tuviera una ventaja sobre su perseguidor. Si la alcanzaba mientras estaba al descubierto, la mataría. El juego se terminaría. Él ganaría.

¡Él no va a ganar! Su mente gritó órdenes... corre, escóndete, vive para luchar otro día. Pero sus piernas dieron sólo algunos pasos temblorosos antes de que vacilara y se volviera a caer. Necesitaba comida y agua. No había comido en tres días y no había tenido agua desde anteayer. Él la había estado persiguiendo desde el amanecer hasta la puesta de sol por los últimos días, aparentemente acercándose para matarla. Luego de semanas de atormentarla.

El rugido de su moto todo terreno le avisó que estaba cerca, en el estrecho camino, lleno de baches al oeste de su ubicación actual. Pronto, él se internaría más profundo en el bosque a pie, la rastrearía como a un animal.

Al principio había estado confundida por el hecho de que él la había secuestrado y luego la liberara. Pero no le había tomado mucho tiempo —sólo cosa de horas— antes de que se diera cuenta de que estaba en medio de la nada y que no era libre, no más que un animal cautivo en un coto de caza era realmente libre.

Día tras día, él la asechó, le siguió la pista, y le enseñó a ella cómo jugar el juego según sus reglas. Había tenido más de una oportunidad para matarla, pero la había dejado vivir, e incluso le había dado un día de descanso de vez en cuando. Pero ella nunca sabía que día sería, por lo que se vio forzada a permanecer alerta en todo momento, a prepararse para otro largo y agotador encuentro de lo que parecía ser un juego de nunca acabar.

*  *  *  *  *

Pudge estacionó su moto, arregló el cordón que sujetaba los pequeños binoculares alrededor de su cuello y la faja de cuero que sujetaba la cubierta del rifle cruzando su espalda. Kendall no lo sabía, pero hoy era el día que moriría. Él la había traído hasta esa área aislada hacia tres semanas. Ella sería su quinta muerte en ese juego completamente nuevo que había ideado después de varios meses de meticulosa planificación. Sólo recientemente había decidido que cazaría su presa por tres semanas, entonces se dedicaría a la muerte misma en el vigésimo primero día.

Después de la muerte de su primo Pinkie a principios de abril del año pasado, él se había dado cuenta de que extrañaba a su antiguo adversario y su mejor amigo de toda la vida más de lo que había pensado que haría. Pero la muerte de Pinkie había sido inevitable. Después de todo, él había sido el perdedor en su “Juego Mortal” y las consecuencias de perder era perder la vida.

Te encantaría este nuevo juego, estimado primo. Escojo sólo los mejores especimenes femeninos, mujeres con proeza física y astucia mental. Sólo los adversarios dignos.

Kendall Moore tiene una medalla de plata olímpica en la carrera de larga distancia. Su esbelta constitución, cinco diez, es todo músculo magro. En una lucha justa, en verdad podría ganar el juego que estamos jugando, ¿pero cuando he jugado en buena lid?

Pudge se rió entre dientes de sí mismo mientras se apeaba de la moto todo terreno.

Ya voy por ti. Corre. Escóndete. Te encontraré. Y luego te mataré.

Pisando fuerte a través del bosque, Pudge sintió una oleada de adrenalina atravesando su cuerpo, agudizando sus sentidos. Él había perdido la emoción de tomar una vida humana, de observar con deleite la mirada de horror en los ojos de una mujer cuando sabía que iba a morir.

Pronto, se dijo a sí mismo. La siguiente víctima en el Juego Homicida está sólo a unos metros de distancia. Esperándote. Esperando la muerte.

*  *  *  *  *

Kendall supo que si su captor elegía matarla, sus oportunidades de escape eran nulas. Él le había demostrado varias veces que era incapaz de impedirle rastrearla y encontrarla. Le había apuntado con su rifle, en el centro exacto de su corazón, más de una vez, luego sonriendo con mal regocijo, se dio la vuelta, y se alejó. Pero llegaría el momento en que no se marcharía dando media vuelta. ¿Era hoy ese día?

Oyó el ruido de pasos aplastando la maleza, aproximándose más y más. Él no estaba tratando de moverse furtivamente. De hecho, parecía querer que ella supiera que estaba por llegar.

Tienes que mantenerte en movimiento, se dijo a sí misma. Aun si no puedes escapar, tienes que intentarlo. No te des por vencida. No ahora.

Kendall corrió lo que le pareció horas pero probablemente no fueron más que diez minutos. Sus músculos dolieron, su corazón latió aceleradamente. Sin aliento y exhausta por la poca energía que le quedaba, hizo una pausa detrás de un árbol enorme, de altura imponente... y esperó.

¡Mantente en movimiento!

No puedo. Estoy tan cansada.

Él va a encontrarte. Y cuando lo haga...

Dios, ayúdame. Por favor, ayúdame.

Repentinamente, como de la nada, su captor gritó su nombre. Justo cuando se volvía hacia el sonido de su voz, él dio un paso a través del espeso follaje veraniego que los rodeaba. La luz del sol que se filtraba por el techo de las copas de los altísimos árboles golpeó la boca de su rifle, el cuál había apuntado directamente hacia ella.

—Fin del juego, —dijo.

Él no lo ha dicho nunca que antes, pensó Kendall.

Respirando con dificultad, alzó la cabeza y lo miró fijamente.

—Si vas a matarme, hijo de puta, entonces hazlo.

—¿Qué te pasa, Kendall, estás cansada de jugar nuestro pequeño juego?

—¿Juego? Eso es todo lo que es para ti, ¿verdad? Un enfermo y pervertido juego. Maldita sea, ésta es mi vida.

—Sí, lo es. Y tengo el poder de la vida y la muerte —tu vida y tu muerte— en mis manos.

Su sonrisa fría, autosatisfecha la hizo sentir escalofríos.

—¿Por qué yo?

—Porque eres tan perfecta.

—No entiendo.

—No necesitas entender. Todo lo que necesitas hacer es morir.

Ella tragó con dificultad. Realmente va a matarme esta vez. El miedo helado la congeló en el lugar.

—¡Hazlo, maldito, hazlo!

El primer disparo le dio en su pierna derecha. Dolor. Insoportable dolor. Ella asió su muslo ensangrentado antes de caer de rodillas. La segunda bala golpeó en su hombro.

Ella lo contempló a través de una neblina de lágrimas angustiadas y esperó el tercer disparo.

Nada.

—Termínalo, —ella gritó—. Por favor, termínalo...

El tercer disparo entró en su pecho, pero no en su corazón.

El dolor la envolvió, absorbiéndola completamente, llegando a ser quién fue. Ya no Kendall. Sólo el tormento que ella sufría.

Cuando cayó al suelo, muriendo desangrada, su captor se acercó. Cuando ella sintió la punta de la boca del rifle presionando contra la nuca, cerró sus ojos y rezó por la muerte.

La cuarta y última bala contestó su oración.


1

Él había matado antes y mataría otra vez. Nada podría compararse al sentimiento divino de tal poder.

Por cinco años había jugado el juego mortal con su primo y su rivalidad había sido parte de la excitación, parte de la emoción. Pero Pinkie estaba muerto, su maravilloso juego acabado.

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