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Como se da Un camino para comenzar a andar (Sobre Tela de Sevoya de Myriam Moscona)


Enviado por   •  4 de Mayo de 2018  •  Ensayos  •  2.127 Palabras (9 Páginas)  •  135 Visitas

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Un camino para comenzar a andar

(Sobre Tela de Sevoya de Myriam Moscona)

         MJRB

Sólo el perdón hace posible un nuevo comienzo para el actuar, comienzo que necesitamos todos.

-Hannah Arendt.

Le sacarán el corazón.  Pide perdón. Pide perdón. 

-James Joyce.

No saviya ke kon los ojos serrados los moertos te avlan en linguas de atrás, del tiempo de atrás, komo ese pásharo ke entiero se avre para volar, ama vuela de adielante para atrás, porke no le importa ande va. Le importa ande viene.

-Myriam Moscona.

       Myriam Moscona publica el año 2012 su libro Tela de Sevoya. Lejos de una lectura a partir del trabajo de un género (pues asistimos a una crónica que a veces es un relato, una autobiografía, quizá una novela -de ésta comparte una narración-, con un lenguaje, muchas veces, poético), las pocas interpretaciones han abordado, sobre todo, ejes temáticos, como ser la lengua, la migración, y la identidad. Es el caso, por ejemplo, de uno de los pocos textos publicados: “El ladino como ‘máquina del tiempo’ en Tela de Sevoya de Myriam Moscona” por Alessia Cassani. En su texto, Cassani afirma que es el ladino una marca de identidad de los sefardíes, es el elemento que permite definirlos, y remontarse a un pasado ancestral.

        En esta ponencia compartiremos algunas de las propuestas de Alessia Cassani, pero nos enfocaremos, sobre todo, en temas como ser el lenguaje, movimiento, perdón y promesa en y del tiempo/espacio. En ese sentido, la propuesta de este trabajo se origina en el deseo de indagar el lenguaje que posibilita el movimiento en y del tiempo, en tanto éste da pie al perdón, entendido no como redención, sino como recuerdo liberado, para vivir el duelo, para acercarse al origen, y para seguir un nuevo camino, para comenzar a andar.

        Para ahondar en la mencionada propuesta, trabajaremos con varios fragmentos presentes a lo largo de Tela de Sevoya en general, y los apartados “Distancia de foco” y “Del diario de viaje” en particular. Además, la propuesta dialogara con la ya mencionada crítica que hizo Alessia Cassani, y, finalmente, con el texto “Irreversibillidad y el poder de perdonar” en La condición humana de Hannah Arendt para pensar el perdón como hilo y nudo conductor.

Te conducirá a esa muerte vaticinada

Al comienzo del texto, un hombre le dice a quien narra Tela de Sevoya:

Quiero darte un consejo. Nunca pronostiques una muerte trágica en lo que escribes porque la fuerza de las palabras es tal, que ella, con su poder de evocación, te conducirá a esa muerte vaticinada (2013: 14).

        Pero la narradora[1], aun con esta advertencia, no solo que pronostica muertes porque piensa, reflexiona y escribe de ellas, sino que, de alguna manera, ya ha sido conducida a una muerte vaticinada: la muerte de los otros, los otros que eran su familia, su lugar, su tierra. Y es, en ese sentido, su muerte también.

       Para poder transitar esa muerte en vida, la narradora debe vivir una etapa de duelo: debe vivir el sufrimiento de la muerte de su padre, su madre y su abuela. Etapa que dará lugar, por un lado, a lo que se entiende comúnmente por duelo: dolor -pena y sufrimiento- profundo que se manifiesta por la pérdida de un ser querido.

       Por otro, la etapa de duelo es, fundamentalmente, una etapa de replanteamientos, de repensar las cosas, situaciones y lugares. Es una zona en la cual, inevitablemente, uno retrocede y ahonda en su memoria para recordar a los muertos y las acciones de los que han influido en la vida de quien vive el duelo. Y es ahí, cuando la narradora rebusca en su memoria a los otros, que surge una pregunta que desemboca en un problema: ¿por qué hay que sanar una herida, doler una muerte, para poder continuar? Porque todo avanzar implica un retroceder para mirar aquello que se ha dejado atrás, para saber que sobre eso y con las nuevas ausencias, hay un camino que construir. De la misma manera, todo recuerdo implica un olvido, dejar unas cosas de lado, para tomar otras que sirvan de escalones en este andar que comienza.

      Tanto recuerdo y olvido, entonces, no solo que implican, sino que necesitan de algo más para poder sanar esa herida que es el volverse a parar después de un quiebre, después de la muerte de alguien: necesitan del perdón. El perdón, entonces, lo entenderemos como lo explica Hannah Arendt: una facultad y capacidad humana de carácter político, que deriva de la capacidad de actuar (introducir algo nuevo en el mundo, algo cuyas consecuencias son tanto irreversibles como impredecibles). Por ese carácter, el perdón debe y puede, para Arendt, ser concebido y entendido más allá de las tradiciones religiosas, aún si tiene un origen en ellas. El perdón sirve para destrabar acciones de antaño.

Cuando la narradora está al lado de su abuela cuando ésta está a punto de morir, le dice:

-Abuela, ¿me perdonas?

Voltea la cara y me dice:

-No. Para una preta kriatura komo sos, no ai pedron.

Mi abuela regresa la cara hasta hacer una recta con su cuerpo, vuelve a suspirar y se muere. Sus famosas últimas palabras: ‘No hay perdón’ (2013: 28).

      Aun cuando la abuela no quiere perdonar, la nieta busca, después del fallecimiento de la mujer, poder aún, a pesar de la compleja relación entre ambas, ser perdonada, pero, fundamentalmente, perdonar silencios y malos tratos. Esta es la segunda vez que se menciona el perdón en el texto, la primera es cuando, en su viaje, la narradora lee y dice:

En el fondo, arriba del tabernácuo, hay una inscripción en hebreo: CONOCE FRENTE A QUIÉN ESTÁS PARADO. (Haga lo que haga, sé que Dios me mira, incluso en el baño me observa como un cíclope y yo le pido perdón (2013: 17).

       Esta última cita evidencia dos cosas. La primera, el “conoce frente a quién estás parado” ese recordar al muerto, el ahondar en la memoria para reconstruir a la persona con la cual se ha convivido, casi como un ejercicio de rompecabezas. La segunda, a partir de esa reconstrucción del otro, frente a él, pedir perdón a la persona, a su recuerdo, y, también a Dios. Ahora bien, ¿por qué la narradora pide perdón? Como dijimos, para poder avanzar. Pero, este avanzar implica algo más que superar una muerte, implica -porque algo se ha perdido y debe ser disculpado- repensar en esa relación que se tenía con la otra persona, el lugar al cual se pertenecía, el sentimiento de orfandad implica, a fin de cuentas, una promesa en y del tiempo.

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