Doña Rosita La Soltera
Enviado por No_Se • 31 de Agosto de 2014 • 11.145 Palabras (45 Páginas) • 394 Visitas
Doña Rosita la soltera
o
El lenguaje de las flores
Federico García Lorca
Poema granadino del novecientos,
dividido en varios jardines,
con escenas de canto y baile
Personajes
DOÑA ROSITA
EL AMA
LA TÍA
MANOLA PRIMERA
MANOLA SEGUNDA
MANOLA TERCERA
SOLTERA PRIMERA
SOLTERA SEGUNDA
SOLTERA TERCERA
MADRE DE LAS SOLTERAS
AYOLA PRIMERA
AYOLA SEGUNDA
EL TÍO
EL SOBRINO
EL CATEDRÁTICO DE ECONOMÍA
DON MARTÍN
EL MUCHACHO
DOS OBREROS
UNA VOZ
Acto primero
Habitación con salida a un invernadero.
TÍO. ¿Y mis semillas?
AMA. Ahí estaban.
TÍO. Pues no están.
TÍA. Eléboro, fucsias y los crisantemos, Luis Passy violáceo y altair blanco plata con
puntas heliotropo.
TÍO. Es necesario que cuidéis las flores.
AMA. Si lo dice usted por mí...
TÍA. Calla. No repliques.
TÍO. Lo digo por todos. Ayer me encontré las semillas de dalias pisoteadas por el
suelo. (Entra en el invernadero.) No os dais cuenta de mi invernadero; desde el
ochocientos siete en que la condesa de Wandes obtuvo la rosa muscosa, no la ha
conseguido nadie en Granada más que yo, ni el botánico de la universidad. Es
preciso que tengáis más respeto por mis plantas.
AMA. ¿Pero no las respeto?
TÍA. ¡Chist! Sois a cual peor.
AMA. Sí, señora. Pero yo no digo que de tanto regar las flores y tanta agua por todas
partes, van a salir sapos en el sofá.
TÍA. Luego bien te gusta olerlas.
AMA. No, señora. A mí las flores me huelen a niño muerto, o a profesión de monja, o
a altar de iglesia. A cosas tristes. Donde esté una naranja o un buen membrillo,
que se quiten las rosas del mundo. Pero aquí... rosas por la derecha, albahaca por
la izquierda, anémonas, salvias, petunias y esas flores de ahora, de moda, los
crisantemos, despeinados como unas cabezas de gitanillas. ¡Qué ganas tengo de
ver plantados en este jardín, un peral, un cerezo, un kaki!
TÍA. ¡Para comértelos!
AMA. Come quien tiene boca... Como decían en mi pueblo:
La boca sirve para comer,
las piernas sirven para la danza
y hay una cosa de la mujer...
(Se detiene y se acerca a la Tía y lo dice bajo.)
TÍA. ¡Jesús! (Signando.)
AMA. Son indecencias de los pueblos. (Signando.)
ROSITA. (Entra rápida. Viene vestida de rosa con un traje del novecientos, mangas
de jamón y adornos de cintas.) ¿Y mi sombrero? ¿Dónde está mi sombrero? ¡Ya
han dado las treinta campanadas en San Luis!
AMA. Yo lo dejé en la mesa.
ROSITA. Pues no está. (Buscan. El Ama sale.)
TÍA. ¿Has mirado en el armario? (Sale la Tía.)
AMA. (Entra.) No lo encuentro.
ROSITA. ¿Será posible que no se sepa dónde está mi sombrero?
AMA. Ponte el azul con margaritas.
ROSITA. Estás loca.
AMA. Más loca estás tú.
TÍA. (Vuelve a entrar.) ¡Vamos, aquí está! (Rosita lo coge y sale corriendo.)
AMA. Es que todo lo quiere volando. Hoy ya quisiera que fuese pasado mañana. Se
echa a volar y se nos pierde de las manos. Cuando chiquita tenía que contarle
todos los días el cuento de cuando ella fuera vieja: «Mi Rosita ya tiene ochenta
años»... y siempre así. ¿Cuándo la ha visto usted sentada a hacer encaje de
lanzadera o frivolité, o puntas de festón o sacar hilos para adornarse una chapona?
TÍA. Nunca.
AMA. Siempre del coro al caño y del caño al coro; del coro al caño y del caño al coro.
TÍA. ¡A ver si te equivocas!
AMA. Si me equivocara no oiría usted ninguna palabra nueva.
TÍA. Claro es que nunca me ha gustado contradecirla, ¿porque quién apena a una
criatura que no tiene padres?
AMA. Ni padre, ni madre, ni perrito que le ladre, pero tiene un tío y una tía que valen
un tesoro. (La abraza.)
TÍO. (Dentro.) ¡Esto ya es demasiado!
TÍA. ¡María Santísima!
TÍO. Bien está que se pisen las semillas, pero no es tolerable que esté con las hojitas
tronchadas la planta de rosal que más
...