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EDUCAR: UN COMPROMISO CON LA MEMORIA.


Enviado por   •  16 de Septiembre de 2012  •  1.364 Palabras (6 Páginas)  •  678 Visitas

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ARGUMENTO

El autor afirma que el fin último de la educación es la libertad. Considera que es necesario educar para la libertad, hacer hombres y mujeres capaces de gobernar su vida decidiendo sobre ella libremente, y para ello, el camino es educar en libertad.

El respeto a la libertad y a la dignidad de la persona que aprende es una condición insoslayable (criterio de forma) para poder calificar de educativo a un proceso de aprendizaje. El autor , además, plantea otras condiciones que se deben cumplir para hablar de educación: que los contenidos del aprendizaje sean moralmente irreprochables (criterio de contenido), que el que aprenda entienda y sepa cómo usarlos (criterio de uso) y que éste consiga una personalidad integrada, sin que el desarrollo excesivo o unilateral de un área produzca desequilibrios (criterio de equilibrio).

El autor añade que para que haya educación tiene que haber resultados en el aprendizaje. Como aprendizaje entiende al cambio en el pensamiento o en la conducta, que puede ser considerado moralmente bueno o malo, e implica una adquisición cuantitativa de nuevos conocimientos, comportamientos y/o respuestas . Por otro lado, la enseñanza es el proceso mediante el cual una persona pretende inducir aprendizaje (que puede producirse o no) en otra.

Con respecto a esto, el autor afirma que existen procesos en los que también hay aprendizaje y enseñanza pero que son cualitativamente diferentes a lo que podemos llamar como educativo: los procesos de manipulación de la información (adoctrinamiento) y los que limitan la capacidad de elección y deliberación (condicionamiento), o los procesos de instrucción en los que no se requiere el desarrollo de esquemas conceptuales (adiestramiento y entrenamiento).

Por otro lado, el autor agrega que el entorno, la sociedad y la época histórica que nos ha tocado vivir son elementos básicos que condicionan los valores y las concepciones del mundo y de nosotros mismos con las que vamos a orientar nuestra vida. De la misma forma, la familia y los demás grupos primarios ejercen una enorme influencia en las primeras concepciones del niño, y a su vez, éstos educan bajo la influencia de los valores, las modas y las constumbres de la sociedad y del momento histórico que viven.

En este sentido, según el autor, en la actualidad coexisten al menos cuatro planteamientos educativos. En primer lugar el modelo de la educación como molde, parte de la idea de que la generación adulta tiene el derecho natural de definir las metas, objetivos y conceptos que deben ser asimilados por los jóvenes, a quienes considera inmaduros e incapaces de distinguir el bien del mal, y que deben dejarse moldear aceptando lo que les es transmitido e impuesto autoritariamente, lo que plantea un problema de dependencia de modelos exteriores y falta de autonomía para tomar decisiones. En segundo lugar, el modelo de la educación como enseñanza, limita la responsabilidad de los profesores a la ensañanza de materias de estudio y de contenidos intelectuales; considera que la educación es responsabilidad de las familias, olvidando que es la escuela la institución fundamental en la que se elabora la socialización secundaria, la interiorización de las normas generales de la sociedad superando las diferencias educativas particulares generadas por la diversidad de valores y costumbres de las comunidades familiares. En tercer lugar el modelo de la educación como libre desarrollo, según el cual el niño debe ir descubriendo el mundo por si mismo y elaborando sus propias ideas de los valores y las normas sociales y morales, sin intervención del adulto, lo que no puede provocar en los niños más que sentimientos de inseguridad y ansiedad frente a un mundo que no entienden y que los adultos no les ayudan a ordenar. En cuarto lugar, el autor propone el modelo de la educación como iniciación. Éste último acepta la responsabilidad de influir sobre los educandos iniciándolos en aquellos valores considerados como positivos, pero no fuerza la sumisión incondicional a esos valores. Por lo tanto, se afirma que los adultos no podemos imponer lo que van a pensar, creer o vivir los jóvenes. En ese terreno intermedio entre la imposición y la no intervención se encuentra el espacio de la iniciación, en el que, fieles a nuestra memoria, asumimos la responsabilidad

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