Educacion Preescolar
191728292 de Octubre de 2013
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PREESCOLAR.
Entre los tres y los seis años de edad los espacios las experiencias se dilatan enormemente en tomo del niño: las capacidades perceptivas, intelectivas y motrices adquiridas lo proyectan fuera de la familia; poseer un lenguaje suficientemente articulado permite cada vez más amplias posibilidades de comunicación. Si se observa a los niños, en efecto, parece que cada uno de ellos a través de lo que hace o dice, a través del movimiento, el gesto, la actitud o la mímica intente definir podríamos construir la situación.
El hablar entre los niños, el expresarse o comunicarse pueden presentarse como fragmentos incoherentes o bien como secuencias intencionales, según el tejido relacional que con nota la situación.
En el jardín de infantes ocurre a veces encontrar niños que tienen dificultad para insertarse con inmediatez en la situación, algunos de ellos rechazan incluso entrar a la sala junto con los demás y se aíslan en el plano relacional. Deben considerarse entonces los aspectos particulares del modo de actuar y de reaccionar del niño. La función del jardín de infantes como espacio de relaciones educativas tiene su propio punto de apoyo en estas primeras, aunque rudimentarias, estructuras del actuar o del interactuar. La interacción no se dirige a la presentación autentica, libre, espontanea, plástica, dinámica del si entre los otros, más bien sirve ala mimetización, a la negación, a la exaltación forzada o ala rígida defensa de un si inauténtico. Cada niño es muy sensible a las confirmaciones y a los desmentidos de los otros y espera y pide respuestas de sostén, integración o soporte a la propia representación de si; tiende a integrar a los otros de manera de dar más realidad al sí y al mismo tiempo se adecua a la situación. Timidez y omnipotencia pueden manejarse en el grupo con mucho tacto, según el uso del “aceptar la apariencia”, esto es, reconocer, tratando de no inhibir la comunicación y de consentir al otro “que asuma una línea de conducta mejor, mientras la interacción se plasma en las exigencias de los diversos sujetos involucrados.
Ala edad del jardín de infante los procesos en el plano de la coordinación perceptivo-motriz, las actitudes explorativas,la mayor madurez intelectiva y emotivo-afectiva, la conquista de un lenguaje suficientemente articulado y unto con la buena comprensión de lo que dicen los otros, hacen del niño alguien capaz, es más, necesitado de una más vasta gama de experiencias sociales.
La construcción de una realización social, incluso didáctica, exige compartir significados y discriminar las vivencias y las intenciones de otros.
En la escuela no solo es oportuno que se ponga en marcha, entre niño y educadora, un intercambio de acciones adecuadas y de interacciones constructivas, sino que también es necesario que se llegue, incluso gradualmente, a un acuerdo personal, a un vínculo significativo que sobrepasa el actuar competente de ambos y se ubica en su venir expresivo-realizativo.
La dimensión lúdica acompaña la experiencia social entre pares y permite amplios márgenes de variabilidad expresiva y el uso de interacciones que caen en el doble campo de la realidad y de la realidad.
La dificultad en construir relaciones gratificantes con los pares parece no relacionarse tanto con la tendencia a jugar solos cuanto más bien con la incapacidad de estabilizar los vínculos y de personalizar las interacciones. Las dinámicas relacionales, las de unión como las de la independencia-oposiciones expresan en la experiencia social del niño sostenidas por el empuje emotivo de los primeros sentimientos infantiles. Es necesarios tener presente que en muchos casos, de lo que el otro hace respecto del el niño tiene todavía solo una “percepción competente “esto es bueno o esto es malo.
Cada niño tiene la necesidad de que sus comportamientos sean aceptados
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