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Explicación del tema 1 Cultura Organizacional Tema 1. Conceptos Generales


Enviado por   •  21 de Septiembre de 2016  •  Informes  •  6.663 Palabras (27 Páginas)  •  291 Visitas

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Explicación del tema 1

Cultura Organizacional
Tema 1. Conceptos Generales

Si preguntamos a 20 personas ¿qué es la cultura?, es muy posible que obtengamos 20 respuestas diferentes. Por ser estos conceptos del dominio general, es factible que los utilicemos comúnmente y no acertadamente, por eso es bueno partir de una fuente de aceptación universal, como son los diccionarios.

El diccionario de la Real Academia Española define cultura en su acepción más amplia, como el “Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimiento y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”. A partir de esta definición podemos encontrar características muy interesantes, contenidas en ella, para entender lo que es la cultura.

Conjunto.- Con este término debemos entender que en la cultura convergen varios elementos y no uno solo, eso nos indica que la cultura es un concepto integrador y no atómico. Es decir, que no es un elemento básico sino que congrega elementos más básicos en él.

Costumbres.- Esta palabra nos señala de qué se tratan esos elementos más básicos, de costumbres, pero para ser congruentes con la terminología de los textos, usaremos el sinónimo “hábitos” para nombrar a las costumbres. Con esto, entendemos que la definición más simple de cultura podría quedar como conjunto de hábitos.

Conocimiento.- Al mencionar esta característica descubrimos que esos hábitos tienen una razón de ser, se basan en algo que no todos tenemos igual ya que es adquirido. No podemos decir que los hábitos son herencia genética de una generación a otra, sino conocimiento adquirido a través de nuestras vivencias. Si un bebé de una tribu africana es adoptado y llevado a vivir a Nueva York, seguramente sus hábitos no serán africanos sino neoyorkinos, porque a lo largo de su crecimiento los conocimientos adquiridos son de las demás personas con las que convive. Si hubiera crecido en África sus hábitos serian seguramente los de la tribu africana.

Desarrollo.- Esta característica lo hace más interesante, al darnos cuenta que los hábitos no son esculturas en piedra o metal, sino que se mueven en sentidos que pueden ser de evolución o de retroceso. Esto porque un hábito puede ser enriquecido o deteriorado, dependiendo de los conocimientos que lo sustenten. Muchos hábitos que hoy tenemos, han surgido a la par con desarrollos tecnológicos, como las búsquedas en Internet. Pero también han surgido como consecuencia del deterioro humano por el afán de competencia, comodidad o placer, como la desintegración familiar.

Ámbito.- La definición ejemplifica: artístico, científico, industrial… pero en realidad lo que nos señala es que existen ámbitos donde se manifiestan esos hábitos. Es decir, una misma persona tiene cierta cultura artística, científica, industrial, religiosa, recreativa, familiar, etc. Lo que indica que tiene hábitos instalados para cada ámbito en el que se mueve. Hablar de cultura necesariamente se debe asociar al campo específico al que se desea referir.

Época.- También descubrimos que los hábitos varían en el tiempo, en nuestro pueblo los hábitos de antes de la colonia eran diferentes a los del siglo pasado y a los de este siglo. Esto confirma lo comentado en la característica de desarrollo, pero en una visión más amplia, pues no sólo la tecnología cambia de una época a otra sino muchas cosas en el universo de la realidad (modas, ideales, ambiciones, miedos, dominaciones, etc). Esto confirma que la cultura no es inamovible.

Grupo.- Como se señaló en la característica de ámbito, hay culturas variadas según el entorno, pero esto lleva asociado otro elemento, la colectividad de las personas que se mueven en el mismo entorno. Es decir, existen hábitos grupales (los de mi equipo de fútbol, los de la iglesia a la que asisto, los de mi empresa, los de mi ciudad, etc.). Entonces la cultura no es sólo un rasgo personal sino además es también grupal, lo que da pie al tema de estudio de esta materia: la cultura organizacional.

Los elementos que dan forma a una cultura tienen una estructura causal, es decir, cada elemento es causa de otro, hasta llegar a una causa raíz. Lo que descubrimos de los hábitos que integran una cultura nos lleva a revisar ¿porqué se forman los hábitos?

Los hábitos que tenemos las personas son comportamientos estructurados y repetitivos que manifestamos en situaciones específicas. Siempre hay situaciones que dan lugar a nuestro comportamiento, hasta cuando aparentemente no pasa nada está sucediendo algo, la monotonía rutinaria es en sí misma una situación. Los hábitos de lo cotidiano son respuestas de conducta a lo que llamaríamos situaciones normales. Ante una situación anormal, el comportamiento rutinario se verá afectado con una respuesta diferente.

Entonces, los hábitos son formados por las conductas-respuesta ante las situaciones a las que nos enfrentamos.

Cada hábito esta formado por conductas repetitivas. El hábito de fumar, por ejemplo, no es sólo el acto de inhalar y exhalar humo de un cigarro, sino una serie de conductas que incluyen la compra frecuente de los cigarros; la búsqueda de lugares permitidos; la creación de espacios de tiempo para hacerlo (aún cuando estemos verdaderamente ocupados, somos capaces de desplazar otras cosas con tal de fumarnos el cigarro); incluso las relaciones personales con quienes nos rodean, que en algunos casos se trata de pedir cortésmente permiso para fumar y en otros hasta discutir y defender el derecho a fumar. En general no será sólo una conducta sino una serie de conductas asociadas al hábito.

Si tenemos el hábito de la alimentación saludable, en condiciones normales nuestra conducta es seleccionar los alimentos en cantidad y calidad adecuada a nuestros requerimientos, buscar un lugar agradable y horarios regulares. Cuando asistimos a una fiesta, el hábito es cambiado por otras conductas que quizá definan un nuevo hábito, aplicable sólo para casos de fiestas.

Las conductas son la parte observable y medible de nosotros, pero ¿de dónde surgen nuestras conductas? Aquí encontramos que existe otro elemento que causa las conductas, y éste es la actitud. Al conducir un vehículo vamos asumiendo conductas-respuesta que en su conjunto hacen nuestro hábito de manejo. Si asumimos una actitud de cortesía tenemos una conducta, si nuestra actitud es de competencia o rivalidad nuestras conductas son diferentes y más agresivas, no dejaremos que nos ganen el paso y conduciremos a mayor velocidad, aún a costa de nuestra seguridad.

¿Qué son las actitudes? Podemos describirlas como nuestra “disposición para”, suelen ser totalmente situacionales y dependen de un contexto o situación específica. Cuando alguien juega fútbol y se enfrentan a un equipo de jugadores menos dotados físicamente, juega con una actitud de superioridad y entra a las jugadas con fuerza esperando que el otro afloje y se proteja. Aquí muestra una “disposición para” pelear el balón en toda situación. Sin embargo cuando el equipo rival está notoriamente mejor dotado físicamente, su actitud es de precaución, es decir, no tendrá una “disposición para” pelear el balón en toda situación, y probablemente afloje y se proteja más seguido.

Es muy común juzgar la actitud de las personas, criticándolas cuando no demuestran “disposición para” algo de lo que esperamos de ellas. Cuando vamos a comprar algo y no nos atienden, observamos que no tienen “disposición para” atendernos; pero cuando sí nos atienden pero mal, observamos que no tienen “disposición para” darnos el servicio que nosotros, como clientes, esperamos. Los maestros que se preocupan por enseñar pero no por que sus alumnos aprendan, decimos que tienen una actitud de egoísmo, es decir, no tienen “disposición para” compartir con otros su nivel de preparación.

Ahora repetimos la pregunta ¿de dónde surgen nuestras actitudes? En este momento traspasamos el umbral de la consciencia y llegamos a un elemento que normalmente existe en el subconsciente de las personas, este elemento son los “Valores”.

En los términos más simples, los valores son la forma de cotizar emocionalmente opciones para definir una inclinación y tomar una elección. Los valores no tienen sentido cuando no están en un contexto de toma de decisiones. Si hablamos de la “honestidad” como concepto, estamos hablando de un “Principio”, que es aceptado de manera universal. Para hablar del valor de la honestidad, sólo lo podemos hacer cuando en una toma de decisiones se elige la opción congruente con el principio de honestidad por encima de otra opción incongruente.

Si nos encontramos una cartera en la calle, con $3,000 en efectivo y credenciales con nombre, dirección y teléfono del propietario, estamos en un contexto de decisión y ponemos en una balanza por un lado los $3,000 y todo aquello que podemos hacer con ellos, y por el otro lado la satisfacción de regresársela a su dueño sabiendo que en justicia le pertenece, es lo correcto y, que le ayudaremos a resolver el problema que la pérdida seguramente le causa.

De acuerdo a la inclinación de la balanza surgirá nuestra “disposición para” buscarlo hasta encontrarlo y regresarle lo que es suyo, o nuestra “disposición para” no molestarnos demasiado y autojustificarnos si no lo encontramos y no la regresamos.

Normalmente esa balanza está operando a cada momento en nuestro subconsciente, no nos damos cuenta pero continuamente está funcionando mientras estemos despiertos. Manejando un vehículo cedemos o no el paso, tomamos una ruta más rápida, o más segura. En el restaurante pedimos algo más saludable o más sabroso, o más barato, o más rápido, etc. En nuestro trabajo lo hacemos con más cuidado, o más velocidad, o menos esfuerzo, o en equipo, o solos, etc. En nuestra casa, jugamos con los hijos, o platicamos con la pareja, o vemos la televisión, o leemos el periódico.  En todo momento nuestros valores están funcionando, desde la cosa más simple hasta el acto más trascendente.

Cuando se desea cambiar la cultura en una organización, se definen un conjunto de valores y se intenta que las personas de ese grupo “adopten los valores”; se les está pidiendo que ajusten sus básculas, sin embargo esas básculas no están en el consciente de las personas y no se pueden ajustar sólo con buena voluntad. Si forzamos una actitud contraria a lo que de verdad sentimos estamos luchando contra nuestros valores, y no habrá éxito.

Sin embargo los valores no son todavía la raíz de la cultura, pues estos están determinados por el sistema de creencias inconscientes que se han instalado como conocimientos adquiridos a lo largo de la vida de las personas, principalmente en su infancia. Esas balanzas están programadas por las creencias que se han ido adoptando con cada experiencia, principalmente las más repetitivas o las de mayor impacto emocional. Las creencias son interpretaciones muy personales de las cosas, realizadas por nuestra mente e influenciadas por la capacidad de percepción de nuestros sentidos.

La única forma de ajustar una cultura es impactando a la raíz, que son las creencias. Como se dice que un clavo saca a otro clavo, una creencia puede sustituir a otra, cambiar así un valor, las actitudes que de él se derivan, las conductas a que dan lugar éstas, y finalmente los hábitos que conforman la cultura.

Las fobias o miedos, por ejemplo, son creencias recibidas a través de algún evento traumático que programan las balanzas en situaciones donde se presenta la situación específica, esto da lugar a que la persona con la fobia muestre unas conductas específicas que den lugar a hábitos muy particulares (como el miedo a volar, dará como resultado hábitos de viaje sólo por tierra o mar, y serán parte de la cultura de la persona).

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