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Los Hombres De Celina Parte 1


Enviado por   •  6 de Abril de 2015  •  32.034 Palabras (129 Páginas)  •  298 Visitas

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Comentario de la 1.ª Edición

La Lectura de este libro me deparó una grata sorpresa: tenía ante mí una novela paraguaya distinta, actual, ciudadana, nueva, sin ninguno de los personajes típicos a los cuales nos habían acostumbrado tanto la narrativa como el teatro de las tres o cuatro últimas décadas. Existe un comisario, sí. Pero es también un comisario nuevo, con título universitario. Y la acción transcurre en esta Asunción que hoy estamos viviendo; en esta ciudad que se está volviendo grande, con todos los problemas que implica su crecimiento desordenado. Y Mario Halley Mora maneja a sus personajes en este ambiente, dentro de una tónica, nueva también. Toda una verdadera ruptura con una constante de la narrativa paraguaya.

A la sorpresa inicial, siguió el asombro al asombro, el interés y éste fue tal que dediqué cinco horas de un domingo para leer los originales de «Los hombres de Celina». Cinco horas plenas y completas, prácticamente sin solución de continuidad, que me permitieron seguir la carrera casi increíble pero verosímil del protagonista. Un protagonista que habla en primera persona y se siente inmerso en todos los meandros de la ciudad, desde sus barrios más pobres hasta los ambientes donde impera el lujo y donde el dinero es el único patrón aceptable. ¿Y cuánta complejidad de caracteres de esos personajes que se mueven dentro de un ámbito que, siendo nuestro y cotidiano, resulta desconocido en muchos aspectos?

Y aquí (1) está, justamente, la función cabal del novelista, quien toma de la mano al lector y lo lleva, como un cicerone sabio, a recorrer rincones, ambientes, lugares, donde los más miserables y paupérrimos [6] hasta caserones señoriales, suntuosos, encerrados en su propio misterio, donde la podredumbre humana hiede más que en los arroyos infectos del suburbio miserable. Y como un ángel misteriosamente deforme, aparece Celina; un ángel surgido del barro, aparentemente prostituido y amoral. ¿Quién es Celina? Responder a esta pregunta sería develar toda la clave del libro. Me limito a decir, sin temor a equivocarme, que Celina es el personaje más logrado entre todos cuantos ha dado a conocer Halley Mora en su larga trayectoria de escritor. Celina rezuma humanidad y tiene un criterio particular y complicadamente simple de las cosas, que hace posible que no pueda ser juzgada implacablemente, porque ella lo hace todo por amor y ese amor contrasta con su propio físico, con su ambiente, con sus costumbres y los supera y vence, porque el alma de esta mujer permanece pura, inocente, hasta el momento de su aniquilación total.

Y el protagonista en sí, es el símbolo del tiempo en que vivimos y es un producto de él. Después de llegar casi a la muerte por inanición y frío, se levanta y asciende, asciende hasta alturas insospechadas, llevado por las propias circunstancias creadas por Celina y por su terrible ambición.

Y en esas alturas surge el vértigo de quien no está acostumbrado a ellas y surgen las pasiones ya irrefrenables de un carácter débil y fuerte, a la vez. Y el resto lo dejo al lector. El resto es la aventura de conocer a ese personaje a través de las páginas del libro.

La estructura de la novela no tiene grietas. El hilo de la narración es fluido. Todos los cabos que aparecen a lo largo del libro son atados oportuna y convenientemente, de tal suerte que el resultado es óptimo.

Creo, por todo lo dicho, que es ésta una obra fundamental en la narrativa literaria de Mario Halley Mora, y, a la vez, un hito muy importante dentro del panorama de nuestra narrativa. La madurez del autor se manifiesta con plenitud en ella y logra un muy significativo aporte al quehacer de las letras paraguayas. Espero que «Los hombres de Celina» sea el inicio de una nueva y enriquecida etapa en la labor creativa de su autor.

José Luis Appleyard

Unas reflexiones sobre «Los hombres de Celina» de la 3.ª Edición

Mario Halley Mora es autor teatral tan conocido que no necesita presentación. Es también poeta. Cuentista desde hace rato; ahora se inicia como novelista.

Ya, en sus cuentos primero, y luego en sus «anticuentos» como en más de una de sus piezas teatrales, esta calificación plurivalente se hacía notoria, imprimiendo a los textos un aura poética, equivalente de la resonancia del toque de campana prolongándose en nuestras estancias interiores. Ahora, en su novela, el dramaturgo y el poeta insinúan su presencia como sujetos gemelos en la visión fáctica.

-LOS HOMBRES DE CELINA -premio LA REPÚBLICA en 1983- sería, en principio, la crónica de una maternidad sin parto y de un amor sin sexo. De una singular adopción que podría sin embargo resultar simbólica de la esencial actitud femenina ante el hombre, el «eterno hijo»; el que en una forma u otra regresa siempre al regazo femenino. (No en vano ha dotado Halley Mora a su Celina de atributos físicos que recuerdan vagamente los de las Diosas Madres).

Celina marcha, en ese empeñoso modelado, que se ha propuesto, de Carlos Salcedo, y a su manera, hacia la completitud de una vocación materna que la vida truncó en sus arranques más legítimos y simples.

Pero la historia de Celina, ejemplo límite de vocación maternal, es, necesariamente, por contrapartida y a un tiempo, la historia del que, [8] a través de Celina, mediante ella, realiza sus sueños ambiciosos. Sueños mal o nada definidos -aquí está su «pecado capital»- que adoptan del comienzo, la forma elemental de la fuga. Una fuga seguirá siendo la trayectoria ulterior de Salcedo. Fuga mimetizada, a lo largo del relato, por incidencias diversas; pero fuga. Fuga ante la responsabilidad. Fuga ante la gratitud. Fuga ante los valores.

La obsesión de Salcedo es sustraerse a un sistema de cosas en el cual no encaja. Espécimen subdesarrollado de los «rebeldes sin causa», Freud lo rotularía seguramente de inmaturo; pero quizá quedase mejor decir: podrido antes de madurar. ¿No es al prototipo actual del humano del individuo que cree y reclama que el mundo tiene una deuda con él, pero no reconoce, porque ni lo imagina siquiera, que también él tiene una deuda con el mundo?...

Salcedo, así, se siente urgido por un ansia de independencia, por el deseo de «ser él». Ansia, deseo, urgencia, legítimos, y que son, en lo individual como en lo colectivo, fermento de toda construcción humana. Pero en Salcedo este propósito no va acompañado de las definidas íntimas rectrices precisas para podar enderezar camino por sí mismo y menos aún sin éticos tropiezos. Como habla en primera persona, puede permitirse el lujo de pintarse a sí

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