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POESÍA E IDENTIDAD


Enviado por   •  17 de Noviembre de 2013  •  7.682 Palabras (31 Páginas)  •  319 Visitas

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Por José Luis Ramos Salinas

Dime quién eres y te diré con quién andas

INTRODUCCIÓN

No voy a tratar en esta ponencia acerca de la identidad de la poesía arequipeña, o de lo arequipeño en la poesía que se escribe por aquí. Tampoco voy a poner mis esfuerzos en la búsqueda de lo peruano –más si yo no creo que el Perú exista, salvo como realidad geográfica, y aún así tengo mis dudas- ni en la pesquisa de aquello que constituye la identidad de la poesía peruana, pues si suponemos la inexistencia del Perú, no puede aceptarse tampoco algo así como la poesía peruana, ni siquiera la identidad peruana.

Además, se me ha invitado aquí, no como poeta en ciernes, sino como sociólogo; y por tanto obviaré el asunto del colonialismo supérstite y la aparición de la literatura peruana con Mariano Melgar y su yaraví, según el famoso ensayo de José Carlos Mariátegui. De igual modo, no prestaré atención a nuestro primer momento cosmopolita con Manuel Gonzales Prada; ni a la cholitud de Vallejo, ni a la importante influencia anglosajona que se dio por estas tierras, pasada la primera mitad del siglo XX. Obviaré también el asunto de las vanguardias occidentales y su contraparte: el modernismo de Darío. Y no plantearé la identidad como una suerte de construcción de la tradición literaria y poética en contrapunto con la búsqueda de la originalidad. Debo pedir disculpas, entonces, por tanta omisión.

Si se acepta el término, lo que aquí motiva mis reflexiones, son las macro identidades: la premoderna, la moderna y la posmoderna; y desde otra arista: la identidad occidental y las identidades no occidentales; para terminar reflexionado acerca de cómo las nuevas tecnologías complican todo este asunto. El enfoque sociológico, como es evidente, se impone; pero he intentado acercarme cuanto he podido a la poesía, pues el tema es “Poesía e Identidad”, y siempre es bueno hablar de lo que se nos ha pedido que hablemos.

LA IDENTIDAD PREMODERNA

Dime si andas con Dios y te diré quién eres

Todo era más sencillo en la premodernidad, cuando nuestra identidad estaba resuelta por la certeza de que éramos creación divina y que por tanto nos explicábamos (pasado, presente y futuro) en Dios y sus designios. Se trataba de una identidad que no estaba muy dentro de nosotros, sino más bien afuera, y por lo tanto carecía de problemática que resolver; de cuestiones sobre las que preguntarse. “Ser o no ser” no era nuestro dilema, sino el de Dios que tenía razones que no se podían criticar, y a menudo, incomprensibles para los mortales que debían aceparlas con resignación e irracionalidad haciendo uso de eso que llaman fe.

El Renacimiento se plantea nuevas preguntas, desde que hace un redescubrimiento de la dimensión humana, pero no se aleja del todo de la religiosidad. Va a ser la Revolución Francesa la que va a sacar a Dios del pedestal y colocar en su lugar a la Razón, en su forma “científica”. Dando origen, junto con la revolución industrial inglesa que se dio por esos mismos años de fines del siglo XVIII, a una nueva sociedad, bautizada como moderna; que trae su propio talante; y por supuesto su propia concepción sobre la identidad.

LA IDENTIDAD MODERNA

Dime qué haces y te diré quién eres

Si la premodernidad occidental está marcada por el catolicismo, la modernidad, pese a su anti religiosidad, es hija; en gran medida, según Max Weber, del protestantismo; que creó una suerte de culto al trabajo que va a tener una importante repercusión en la construcción de las identidades; así uno es lo que hace. Somos actores sociales representando un papel, y nuestro guión es lo que somos.

Marx, pensador moderno por excelencia, no se aleja de esta concepción y al colocar en el centro de sus reflexiones a las clases sociales, con la ya casi olvidada categoría de conciencia para sí, divide al mundo en burgueses, obreros y campesinos. Fiel a su materialismo, la identidad (categoría superestructural) aparece como producto del lugar que ocupamos en las relaciones de producción. Así cuando triunfa la Revolución Rusa, sus intelectuales y políticos (antes, qué tiempos aquellos, eran los mismos) intentan identificar qué de la identidad rusa debe ser rescatado para beneficio de la revolución y qué debe ser eliminado por su talante anti progresista. Maikovski y su futurismo va a ser el poeta de la revolución, de los nuevos tiempos; pero Maikovski se suicidó. La revolución lo haría 60 años más tarde.

En Europa y sus dominios la variable cultural aparece relegada por una supuesta solución del problema a través del etnocentrismo que supone a la cultura occidental como la desarrollada, la correcta, y la verdadera, frente a las culturas no occidentales que aparecen como subdesarrolladas, erróneas y falsas. Bajo esa premisa, no hay nada que discutir; pues el asunto de la identidad va a colocarse en una suerte de recta numérica de la historia por la que todos debemos transcurrir, de tal modo que la pérdida de la identidad originaria y la adopción de la cultura occidental equivale a quemar etapas históricas en busca del desarrollo y la superación.

Bajo esta óptica, como explica muy bien Eduardo Galeano, será en Occidente donde haya artistas, aquí sólo artesanos; será Occidente quien tenga literatura, por estos lares sólo tradición oral.

LAS CRÍTICAS A LA MODERNIDAD

Sabes con quién andas, pero no quién eres

Los surrealistas a principios del siglo XX van a iniciar una crítica frontal a la modernidad, poniendo en el centro de sus ataques a la razón. Y yendo al tema que nos interesa, suponen que la socialización constituye una falsificación de los seres humanos, la pérdida de su verdadera identidad por otra construida en base a prejuicios religiosos y morales, y juicios que a la sociedad le parecen racionales. “Yo soy otro” ya había dicho Rimbaud y los surrealistas consecuentes con ello proponen una destrucción de la personalidad en la línea de “El Malestar de la Cultura” de Freud.

A mediados del mismo siglo, quienes después van a ser llamados: “posestructuralistas” inician una deconstrucción filosófica de la modernidad que va a socavar varias de las bases sobre las que descansaba. La categoría razón como opuesta a la locura, sucumbirá ante las reflexiones de Foucault, cuyos escritos sobre la sexualidad van a servir

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