Protocolo De Investigación
28 de Febrero de 2014
7.644 Palabras (31 Páginas)211 Visitas
TÓPICOS SOBRE ENSEÑANZA DE LA METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN JURÍDICA
Felicidades a la Escuela Libre de Derecho de Sinaloa
por sus primeros cuarenta años
Sumario: Introducción. 1. Las caras de la creatividad. 2. Investigación, plagio y humor. 3. Tercer Congreso Nacional de Formación Jurídica. 4. Jesús y los derechos emocionales. 5. Preguntas de investigación. 6. Un decálogo para una defensa exitosa de la tesis profesional. 7. Power Point versus Power Brain. 8. Innovación humanística. 9. ¿Por qué no se hacen tesis profesionales? 10. De la anti-filosofía de Sócrates a la anti-poesía de Nicanor. 11.¿Un tercer ojo para educar e investigar? Conclusión.
Introducción
Los textos aquí reunidos fueron publicados en la revista electrónica Hechos y Derechos del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el periodo 2010-2012. Son opiniones relacionadas con mi experiencia docente sobre la enseñanza de la metodología de la investigación jurídica a nivel de posgrado.
1. Las caras de la creatividad.
Las biografías o autobiografías de los creadores nos suelen dar las pistas de sus procesos creativos. Gracias a historiadores, periodistas o a los mismos creadores, dichas referencias se hacen públicas. Sin embargo, excepcionalmente, son las parejas sentimentales quienes escriben sobre los creadores enriqueciendo la consulta de fuentes. Tenemos los casos de la compositora Alma Shindler Bergen quien nos dejó su testimonio sobre el proceso creativo del músico Gustav Mahler (Recuerdos de Gustav Mahler), y de la pintora Francoise Gilot sobre el de Pablo Picasso (Vivre avec Picasso).
El primer elemento a tomar en cuenta es el talento. Lo entiendo como un don, con algo que ya se tiene al nacer (o quizá desde antes, según el doctor Brian Weiss y su Teoría de Vidas Pasadas). La historia nos recuerda el caso de Mozart o el reciente del niño pintor de la Gran Bretaña cuyos trabajos se venden como pan caliente en el mundo del arte. El don del talento es el punto de partida que se debe cultivar al darse uno mismo cuenta o estimular si se tiene la fortuna de que alguien de nuestro entorno lo detecta: padres, familiares, amigos o profesores.
Gustav le decía a Alma, con otras palabras, que sin trabajo el talento no servía. El trabajo es el segundo elemento del proceso creativo. Una vez descubierta la capacidad para algo se debe estudiar, practicar, es decir, dedicarle tiempo a conocer la historia, las técnicas, los creadores y sus obras y, sobre todo, poner en práctica dicha habilidad de manera constante, organizada, con disciplina, tenacidad, esfuerzo, paciencia, libertad y gozo. Tenemos escritores que se imponen un horario para escribir aunque no tengan ideas previas, escribiendo se encontrará el tema, la historia. Picasso decía que sus obras eran el producto de una investigación, por ello solía borrar constantemente lo que hacía hasta encontrar algo interesante, nuevo, satisfactorio, es conocida su frase: “No busco, encuentro.”
Para Gustav Mahler su tiempo para componer era cuando no dirigía, cuando descansaba en sus veranos. Se aislaba en una parte de su casa de campo durante el día, combinando el trabajo con largas caminatas con su mujer. Las horas de creación para Picasso, en cambio, eran las de la noche, cuando el silencio reinaba.
De lo anterior se decanta que el proceso creativo se suele desarrollar en solitario, sin embargo, la observación del entorno es el estímulo principal para la creación. El creador deber ser una aspiradora de todo lo que ve, escucha, toca, degusta y huele. En sus espacios de soledad estos estímulos desencadenan ideas, historias: visuales, musicales, literarias.
Del mundo interior de los creadores sólo nos pueden hablar ellos mismos. Sin embargo, para los curiosos de esos mundos los creadores nos los traducen en sus obras y es en éstas donde debemos rastrearlos. Para el historiador o buscador de las emociones de un autor las obras son documentos biográficos imprescindibles. Con esta parte se cierra el círculo de la creación: es un proceso que inicia con el autor y termina con el lector, espectador, oyente, para que éste comience a su vez, si lo detecta, una obra creativa. Acércate a los museos, a las salas de concierto, a los libros, en ellos te encontrarás, búscate (publicado el 18 de agosto de 2010: http://www.juridicas.unam.mx/publica/rev/hd/art_003.htm).
2. Investigación, plagio y humor.
Un colega está haciendo un trabajo sobre la prohibición del plagio en la investigación académica. La prohibición no es nueva, en términos cristianos se denomina robo: es un pecado apropiarse de lo que les pertenece a los demás. La sanción es la expulsión del paraíso o del campus. No tengo alma de inquisidor, me interesa analizar las causas por las cuales un estudiante se ve obligado a apropiarse del trabajo de los demás.
Mi hipótesis es que una de las causas es el desconocimiento de las técnicas o reglas que guían una investigación académica. Sí, ya sé que están pensando que “la ignorancia de la ley no excusa su cumplimiento.” No es mi intención excusarla, sino destacar la falta de formación en metodología de la investigación: se piden trabajos de investigación a los estudiantes para acreditar una materia u obtener un grado, pero no se les suele enseñar a realizar los trabajos, es decir, sus reglas y su aplicación.
Ya sé que estarán también pensando: “Aunque conozcan las reglas no las respetan y cometen plagios.” Este terreno es el de la Ética, entendida como “Parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre.” Podemos tener las mejores leyes, con una sociedad bien informada de ellas y con aparatos judiciales eficientes en su cumplimiento, y si embargo ello no nos asegura que todas las personas las van a respetar, es decir, que sean rectas, morales, éticas.
La existencia de las reglas y su conocimiento legitima la acción sancionadora en caso de incumplimiento, para que exista un orden. La metodología de la investigación académica, sin embargo, no tiene reglas establecidas en una ley, son poco (o mal) conocidas por los estudiantes e incluso por los profesores, originando la inseguridad en su aplicación, y en consecuencia el desprestigio o inutilidad de la función.
Investigar es una función que debe conocer y aplicar desde su formación cualquier profesional. Las técnicas, reglas o recomendaciones, metodológicas de la investigación son instrumentos de trabajo que apoyan su desempeño burocrático (todos los que recibimos un salario del Estado lo somos) o empresarial (el que trabaja por iniciativa propia y percibe ingresos de sus clientes). No se necesita trabajar en un Centro o Instituto de investigaciones para ser “investigador”.
A falta de esta formación metodológica los abogados deben aprender a investigar “en la práctica” o estudiar un postgrado. La enseñanza de la metodología de la investigación, donde existe, por una parte, se ve por los estudiantes como una materia “de relleno”, secundaria, optativa para quienes osan titularse con una tesis. Los que enseñan la materia (o también como “Seminario de Tesis”), por otra parte, suelen verla como una materia de iniciación en la docencia o la aceptan porque era la única vacante.
Ante este panorama, los trabajos de investigación que se les pide a los alumnos, sin enseñarles cómo hacerlos o con orientación deficiente, corren el riesgo de que sean plagios. Como se ignora la regla que los prohibe, entonces, se piensa que ello está permitido. Esto se ve reforzado, en algunos casos, por la falta de revisión de los trabajos por parte del profesor, sin retroalimentación para el alumno ya que no los regresa con sus correspondientes observaciones.
No estoy justificando la comisión u omisión de un estudiante, profesor o investigador, a una falta reglamentaria, ello merece la correspondiente sanción. Sin embargo hay reglas que no siempre forman parte de los reglamentos existentes, ya que se refieren a conductas éticas, por ello en algunos ámbitos profesionales se han hecho Códigos de Ética.
La reflexión filosófica suele censurar estos códigos porque considera que la ética es una práctica, no un conjunto de reglas. La ética corresponde al ser y no al deber ser. El plagio entra en el campo del ser, de una práctica que no cumple con las reglas establecidas. Me parece que establecer por parte de los profesionales (y no por los legisladores) las conductas que se deben evitar en el ejercicio de la profesión académica, judicial, legislativa, médica, periodística… es necesario, para evitar la arbitrariedad y la mediocridad. La Deontología como “Ciencia o tratado de los deberes” es todavía una asignatura pendiente. Los Códigos Éticos o Deontológicos vendrían a complementar, auxiliar o llenar los posibles vacíos establecidos en las normas jurídicas que regulan el ejercicio de las profesiones.
En 2006 siendo miembro del Claustro para la Reforma al Estatuto del Personal Académico de la UNAM me uní a las voces que proponían la existencia de un Código de Ética Académica. La propuesta fue rechazada argumentando, unos, que no era la función del Claustro, o que nos llevaría mucho tiempo hacer ello, otros. Imaginé entonces el siguiente decálogo como mero divertimento:
1. No desearás los trabajos de tu prójimo…salvo que los maquilles perfectamente.
2. No mentirás en tus informes… aunque que tengas todas las constancias en la mano.
3. No robarás ideas… salvo que no hayan sido publicadas.
4. Santificarás
...