Retrospectiva. Auge, M. el antropólogo y el mundo global- etnología, antropología
edduan675Resumen17 de Mayo de 2017
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Retrospectiva. Auge, M. el antropólogo y el mundo global- etnología, antropología.
¿Porque quería uno convertirse en antropólogo en los años setenta?
Las motivaciones podían variar, existieron dos líneas divisorias, la primera era política, la segunda era geográfica e histórica- que contrajeron debates- en ocasiones estas dos líneas divisorias coincidían.
Algunos trabajaban en el marco de sociedades de desarrollo privadas. Otros trabajaban de una manera menos comprometida con la actualidad del momento.
Es su propósito subrayar que por muy diferentes y opuestos que fuesen estos debates intelectuales., tenían el sentimiento de que, por sus preocupaciones y por sus trabajos, participaban en una actualidad más amplia simultáneamente en un plano estrictamente intelectual y en un plano practico. En ese sentido todos estaban comprometidos.
El primer trabajo de campo parece portador de lecciones, porque corresponde a la experiencia inicial de un encuentro con los otros que no se presentara nunca con la misma fuerza. La primera constatación fue la de la “resistencia” de ese campo en el sentido de que fueron los interlocutores los que impusieron sus temas y a través de sus respuestas hicieron evolucionar las preguntas. La segunda constatación, a la inversa, me mostro la calidad de mis grandes predecesores, su antropología serbia al etnólogo que uno intentaba ser, y su alcance general se me apareció como contestable. La tercera constatación concernía a su capacidad de hacer visible el juego real de las relaciones sociales.
El etnólogo es un poco como un detective se presentara por casualidad en un lugar cualquiera antes de que se haya cometido un crimen “el espera que algo suceda”. Si se atreviera a decir claramente lo que tiene intenciones de hacer, no haría más que agravar su caso. Entonces miente.
Miente ciñendo lo más posible a la verdad. Pero esto permite hacerse aceptar: poder escuchar y mirar. Y por otro lado, la conceptualización de althusser aplicaba con bastante facilidad a la realidad del grupo alladian.
Eran sus interlocutores los que le adiestraban sobre su campo de estudio, y no a la inversa, porque tuvo la sabiduría de comprender que estaba allí en primer lugar para seguir el movimiento, para ver y oír. Dicho esto, muy pronto se encontró en un terreno relativamente familiar. En antropología teórica, la perspectiva estructuralista se oponía entonces a la tradición británica de Radciffel-Brown y luego Meyer Fortes, que hacía del linaje, en tanto que “corporate group”, el centro de todo el análisis social: todos aquellos que no se inscribían directamente en la filiación del linaje que correspondían a la “filiación complementaria”. Para Levi Strauss, Leach y Needham, por el contrario, los lazos de afinidad (de alianza) eran esenciales, y era a partir de las reglas de la alianza matrimonial como se definían los grupos de filiación.
El sistema real de relaciones de filiación y de alianza estaba muy lejos de lo que en apariencia aplica la teoría, pero esta proporcionaba un lenguaje y una lógica a las jerarquías efectivas. Y era la perspectiva etnográfica la que permitía sacar a la luz los mecanismos de una dominación tanto más eficaz cuanto se ejercía, sin revolución, ni de las palabras ni de la sintaxis.
La antropología proporciona, como vemos, un instrumento de análisis crítico de la sociedad que permite, más allá de las palabras y los prejuicios de toda clase, captar mejor el funcionamiento real de las relaciones sociales.
La primera utilidad que puede reivindicar el antropólogo reside por lo tanto en la exactitud con la que consigue dar cuenta de la organización simbólica de un conjunto social; a veces se da el nombre de “culturas” a esas organizaciones, pero una cultura así entendida nunca es un simple conjunto de representaciones; es más bien una teoría social cuyas diversas facetas pueden producir, al combinarse, una ideología del poder susceptible de evolución y eventualmente de manipulación. Esa ideología representa y funciona a la vez; ordena en el doble sentido determino; teoría de la naturaleza, código civil y modo de empleo, todo al mismo tiempo, podría definirse como “ideológica”.
Porque la “teoría” social nunca nace de la nada: cualquiera sea el grupo humano en el que se la puede captar, siempre es fruto de la observación y de la especulación intelectual.
El enigma de la cultura y del primer trabajo de campo.
La presencia de un interlocutor como el etnólogo, venido de otra parte y aparentemente interesado por ese tipo de conversaciones, ofrece desde este punto de vista una oportunidad excepcional y estimula no solo el espíritu especulativo, sino también la reflexión sobre la naturaleza y el sentido de lo que se vive habitualmente sin pensar demasiado en ello. En este sentido la etnología puede emparentarse a veces con una suerte de “etno-analisis”, tanto para aquellos que constituyen el objeto de la interrogación etnológica como para aquel o aquella que formula las preguntas.
Quienes constituyen el objeto de la interrogación tiene alguna chance de recuperar así el carácter originalmente problemático de lo asertos que se ven invitados a analizar.
El interés del vínculo, así percibido, entre lógica simbólica y observación empírica por una parte, y entre representaciones culturales y reflexión filosófica por otra, es múltiple. En primer lugar permite entrever la naturaleza del razonamiento que subyace. En segundo lugar, también permite explicar ciertos comportamientos o ciertos prejuicios imputables a la “sabiduría popular”. En tercer lugar, y en un sentido mucho más amplio, nos confronta con los orígenes empíricos de la reflexión filosófica. Aludo a algo como una base, un sustrato al cual nos vemos obligados a regresar cuando la actualidad, en especial la tecnología, nos lo impone.
Una representación del mundo no es un tratado filosófico firmado y reivindicado, sino que reposa sobre una serie de observaciones empíricas que tal vez aparente formar parte de un sistema, mientras que en la vida cotidiana solo se las evoca en ocasión de acontecimientos puntuales y su sistematicidad no es sino virtual. Sin embargo, la “base” de informaciones acumuladas desde hace largo tiempo no deja de estar allí, en una memoria colectiva cuto capital algunos saben gestionar, mantener y reproducir mejor que otros.
Así la noción cultura es muy difícil de definir y de dominar, un etnólogo jamás se sorprenderá realmente, este donde este o lea lo que lea, ante aquello que aprenda o creo comprender de otra cultura. Por muy extraño o eventualmente poco amable que parezca tal o cual “rasgo” cultural, siempre deducirá de él la conclusión de un razonamiento que pone en juego los grandes parámetros antropológico.
Las tres etnologías
Aquí el retomo una distinción, propuesta en “La vida en Doble”, entre etnología de estadía, etnología de recorrido y etnología de encuentro. Las culturas se parecen por las preguntas que plantean, no por las respuestas que brindan, aun si concretamente no nos vemos confrontados sino con las respuestas.
La etnología de encuentro es una observación inspirada por el método, la temática y el objeto teórico de la antropología, pero libre de las contradicciones de la etnología de estadía.
He hablado una o dos veces de “etno-analisis”, pero lo que yo entendía por eso no era una “disciplina”, por la simple razón de que no existe como tal. Teóricamente hay, en el etnólogo, una capacidad de escucha que a veces lo confronta con declaraciones que quizá no tiene los medios intelectuales para interpretar. Por su posición, se sitúa en el cruce de la simbología social y del imaginario individual.
Para precisar las cosas, yo añadiría tres observaciones. La primera es que hoy asistimos a exposiciones e incluso exhibiciones de nosotros mismos, de distinto tipo; se crea así un nuevo modo de relaciones por interpósita pantalla que complica simultáneamente la cuestión de la relación consigo mismo y la de la relación con el otro.
La segunda observación es una encuesta verdaderamente etnológica a este respecto no puede reducirse a una “etnología de la web”; se impone aquí la reutilización de la noción de “hecho social total”; hay que redefinir la noción de contexto. La tercera observación es que hay que cuidarse mucho de no confundir los géneros, de no confundir los estudios que corresponden a la necesaria etnología de estadía con las apreciaciones a la vez más parciales y generales de la etnología de encuentro. La etnología de encuentro no puede ser practica por sí mismo sino después de una larga practica de las otras, y teniendo en sistemáticamente en cuenta grandes parámetros antropológicos.
En cuanto a la etnoficcion a propósito y a partir de interrogaciones etno o antropológicas, para subrayar el alcance más general de los datos banales de la vida cotidiana en el mundo contemporáneo.
La importancia de la escritura para el antropólogo se comprende en relación con los lectores y con su interés en asociarlos a su descubrimiento de los otros. Se ha afirmado a veces que algunos etnólogos escribían siempre dos libros: uno más técnico, el otro más personal y “literario”. Es relativamente reciente esta disociación entre aquello que es literatura y aquello que no. La distinción que debe hacerse es tal vez de otro orden, y eso nos remite una vez más a la cuestión del “etno-analisis”, que es antes que nada un autoanálisis a través de la escritura. Este sería, por lo tanto, el único medio honesto para desvelar las condiciones del ejercicio etnográfico y dominarlas.
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