Tres Sombreros De Copa
marcu_sal29 de Marzo de 2014
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TRES SOMBREROS DE COPA MIGUEL MIHURA
PRÓLOGO
LAS PARADOJAS DE MIHURA
Miguel Mihura se definía a si mismo como un hombre contradictorio. Tenía fama de desencantado y huraño, de crédulo (“¡Ah! ¿Sí?”, era una de sus muletillas frecuentes) y de soltero penitente. Aunque se consideraba un hombre tímido y parece que se sentía algo acomplejado por su cojera, ejerció de donjuán con cierta fortuna. Aunque había conquistado a grandes actrices, prefería a las “muchachitas alegres”.
Mihura declaraba sin rubor que le aburrían los autores clásicos españoles -Lope de Vega, Valle-Inclán o Benavente- y que prefería a los autores de un teatro humorístico popular aunque de escaso relieve. Como Muñoz Seca, García Álvarez y los hermanos Quintero. De estos y de Jardiel Poncela aprendió un dominio extraordinario del lenguaje dramático. Como lector tenía predilección por el género policíaco, en especial la obra de George Simenon.
A Mihura le sorprendió el reconocimiento tardío de Tres sombreros de copa, la obra que menos ingresos y más disgustos le proporcionó, aunque fuera la que había escrito con más ilusión y entusiasmo. Se ha convertido en un clásico del teatro español del siglo XX. Que su obra más compleja e incomprendida, por sus ribetes vanguardistas, sea hoy la más leída y apreciada, es una más de las paradojas de ese singular escritor que fue Miguel Mihura.
BIOGRAFÍA. TRAYECTORIA ARTÍSTICA Y LITERARIA
Miguel Mihura Santos nació en Madrid el 21 de julio de 1905. Su padre, Miguel Mihura Álvarez, fue actor, interpretando con éxito papeles cómicos; autor de zarzuelas, comedias y alguna opereta; y también, se dedicó a ser empresario teatral aunque con poca fortuna. Como su padre se lo llevaba de gira por los teatros del país, Mihura tuvo una infancia poco convencional y se enamoró de la vida bohemia y, sobre todo, de las mujeres de la farándula.
Estudió el bachillerato con su hermano, Jerónimo, en un selecto colegio de Madrid. Acabó los estudios con ciertas dificultades y después estudió piano, idiomas y dibujo.
En el año 1921, empezó a trabajar en la contaduría del teatro Rey Alfonso. Allí conoció a autores y literatos. Leía a autores franceses que pudieran representarse en el teatro y se fue decantando por autores poco burgueses y con humor desorbitado y disparatado. La verdadera vocación de Mihura era ser un empresario teatral más que un literato. Por eso huyó de la literatura intelectual y minoritaria, a cambio de escribir obras que llegaran a un público muy amplio y que le permitieran vivir de ello.
El camino hacia un humor “disparatado”
En los años veinte Mihura frecuenta tertulias e inicia sus colaboraciones en periódicos y revistas en calidad de dibujante, cuentista y articulista. Utiliza seudónimos (Miguel Santos y El conde Pepe) cuando colabora con las llamadas “revistas galantes”, donde trabajan veteranos del humor, como Gómez de la Serna, atentos al humor de las revistas europeas. En 1927 empieza a trabajar en el semanario Gutiérrez, dirigido por el caricaturista K-Hito. Mihura considera esta etapa como crucial en su aprendizaje, tanto creativo como de dirección de un equipo de personas. Ya se aprecia su visión del mundo, su estilo y su léxico, así como la ridiculización de los tópicos y convencionalismos de la pequeña burguesía.
La obra de Mihura se enmarca en el contexto de los movimientos de vanguardia y de la ruptura con la tradición realista que caracterizó a los autores de la llamada “la otra generación del 27”, como Jardiel Poncela, Tono o Edgar Neville. Los miembros de esta generación cultivaron lo que este último denominó “humor desorbitado” o “humor puro”, así como el cosmopolitismo cultural. Era un humor renovador, de evasión, mediante el cual se burlaban de los tópicos, de la estupidez y de la estrechez de miras de las convenciones burguesas; se interesaron por el cine_ algunos llegaron incluso a trabajar en Hollywood- y aceptaron el régimen de Franco, en el que nunca se sintieron cómodos y en el que a casi ninguno le fue bien.
En 1932 acabó de escribir Tres sombreros de copa. A pesar de que gusto mucho a unos pocos, la mayoría rechazó la obra (por ej. Jardiel) y se hizo imposible estrenarla. Hasta el punto que, en 1935, al propio autor el humor de la obra le parecía “infantil, bobalicón y pasado de moda”.
En el infierno del cine
Mihura trabajó en la industria del cine entre las décadas de los años treinta y cincuenta. Entró seguramente de la mano de su hermano, Jerónimo, que trabajaba en Cifesa, una productora y distribuidora. Obtuvo cuantiosos beneficios económicos y la posibilidad de relacionarse con bellas mujeres.
Empezó a trabajar adaptando diálogos de películas norteamericanas y colaboró como dialoguista en parodias de películas de aventuras, misterio, terror policíacas y de folletín, aunque sin mucho éxito. Hizo un guión para una película dirigida por su hermano y colaboró con otros guionistas, como en la película “Bienvenido Mister Marshall”. De todas formas, abandonó el cine desencantado por “la cantidad de películas estúpidas y sin personalidad que se proyectan”, que atribuía a la importancia que se le daba a los directores y a la poca que se le daba a los autores.
Los años de la guerra civil. La ametralladora
Durante la República, Mihura se inhibió del conflicto social y político, y, al estallar la guerra civil, abandona Madrid y se instala en San Sebastián. Utilizando “el humor” se ríe de la “zona roja”. Allí dirige la revista semanal de humor La ametralladora, subtitulada Semanario de los soldados, que tiene mucho éxito en las trincheras. Escribe en ella, con el pseudónimo Lilo, junto a compañeros de generación y con el propósito, de nuevo, de ridiculizar las costumbres burguesas y los convencionalismos.
La vuelta al teatro. Fundación y abandono de La codorniz
Durante la guerra empieza a escribir obras de teatro en colaboración con Tono, Calvo Sotelo... sin mucho éxito, entre otras cosas porque con su humor disparatado animaban a la gente a evadirse en un momento muy poco adecuado. Además, en 1939, publicó un panfleto antirrepublicano y carente de ingenio, titulado María de la Hoz.
En 1941, asociado con Manuel Halcón, funda y dirige la publicación de humor La codorniz. Se escoge este nombre por ser el pájaro más inocente. Mihura no pretendió hacer una revista de humor ácido, sino simplemente cómica, incluso inocente e infantil, como el pájaro.
En ella colaboran sus compañeros Tono, Jardiel Poncela, Neville…
En 1944, cansado vende la revista y pasa a dirigirla Álvaro de Laiglesia, que apostaría por un humor más crítico y agresivo. Mihura tuvo una polémica con el nuevo director. Le envió una carta donde le criticaba, precisamente, el humor agresivo y le recordaba que él había fundado la revista con el fin de alegrar la vida de la gente con un humor más amable que inventase un mundo fantástico para hacer olvidar a la gente las penas del día a día. Además consideraba que el humor debía estar al margen de dogmas y ideologías y que de Laiglesia, con su humor ácido, no conseguiría cambiar nada.
Cambio de rumbo
En 1946 escribe la obra El caso de la mujer asesinadita, con la colaboración de Álvaro de la Iglesia, aunque ideada por Mihura. Es una obra puente entre dos etapas creativas del autor. La primera se extiende entre 1932 y 1946, e incluye las llamadas comedias del disparate: Tres sombreros de copa, ¡Viva lo imposible!, El contable de estrellas, Ni pobre ni rico, sino todo lo contrario y El caso de la mujer asesinadita .Se caracterizan por un humor subversivo sobre el enfrentamiento entre la vida burguesa convencional y la libertad de la vida bohemia, marginal y vitalista. Además, por tratar el conflicto entre el hombre y la mujer y entre el individuo y la sociedad.
El caso de la mujer asesinadita significa el ingreso del autor en el terreno de la alta comedia. En ella se critica la hipocresía de una sociedad que no acepta el divorcio, pero sí el asesinato como solución para que dos amantes puedan estar juntos.
En el segundo período de su producción cultivará la comedia en la que predominarán lo anecdótico y los efectos cómico-satíricos, costumbristas y sentimentales.
Sobre el teatro del absurdo y la poética de Mihura
El llamado teatro de lo absurdo (Beckett y Ionesco) surge en los años cincuenta bajo un clima intelectual y moral desesperanzado. Las comedias de humor absurdo de Mihura y sus compañeros no tienen nada que ver. Surgen en los años veinte y utilizan el adjetivo absurdo con el sentido de no realista, sorprendente, extraordinario, como lo opuesto a lo racional y cotidiano.
Lo que Mihura pretende con sus obras se expone en su libro Mis memorias (1948). En él propone una crítica a la tediosa vida provinciana, a lo cursi, a lo solemne, a las visitas, al simplismo revolucionario, al mal humor. Satiriza las “obras de amor”, la literatura realista, naturalista y costumbrista. Tan sólo elogia a dos autores: Gómez de la Serna, a quien se refiere como “nuestro maestro” y Simenon. Dispara sus dardos, en cambio, contra el humor regional, contra la ironía (“la ironía es de mala educación”) y la sátira (“lo satírico es agrio, antipático”), a la vez, que defiende un humor que define como “ensueño inverosímil”.
Un teatro para el público. El éxito comercial
Durante varios años Mihura
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