WATZLAWICK PAUL - El Arte De Amargarse La Vida
jonyx65Trabajo14 de Septiembre de 2017
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PAUL WATZLAWIK
EL ARTE DE AMARGARSE LA VIDA
TRADUCCIÓN DE XAVIER MOLL
Título de la edición original: Anltitung zum {'nglückikbsetn Traducción del alemán: Xavier Molí
Diseño: \orbert Denke! Ilustración: Fernando Krahn {Cranologu, Edition C, Zürich).
Circulo de Lectores, S.A.
Valencia 344, 08009 Barcelona
13 5 7 9 9 8 0 3 8 6 4 2
Licencia editorial para Círculo de Lectores
por cortesía de Editorial Herder, S. A.
Kstá prohibida la venta de este libro a personas que no
pertenezcan a Círculo de Lectores.
C& 1983, Paul Watzlawick © 1984, Editorial Herder, S.A., Barcelona
Depósito legal: B. 7469-1989 h'otocomposición: gama, sa, Barcelona
Impresión y encuademación: Pnnter industria gráfica, s.a.
W II, Cuatro caminos s/n, 08620 Sant Vicenc deis Horts.
Barcelona, 1989. Printed in Spain
ISBN 84-226-2773-6
ÍNDICE
Nota del editor
13
Prólogo
15
Introducción
19
Sobre todo esto: sé fiel a ti mismo..
27
Cuatro ejercicios con el pasado
31
1. La sublimación del pasado
31
2. La mujer de Lot
33
3. El vaso de cerveza fatal
33
4. La llave perdida o «más de lo mismo»
36
Rusos y americanos
41
La historia del martillo
47
Los guisantes en la mano
57
El hombre que espantaba elefantes
61
Autocumplimiento de las profecías
67
Cuidado con la llegada
73
Si me amases de veras, comerías ajo de buen agrado
81
«Sé espontáneo» 95
Si alguien me quiere, no está en su cabal juicio
103
«El hombre debe ser noble, dispuesto a ayudar y bondadoso»
111
Esos extranjeros mentecatos
121
La vida como juego
127
Epílogo 133
Índice bibliográfico
137
NOTA DEL EDITOR ORIGINAL
El nuevo libro de Paul Watzlawick se puede leer medio en broma y medio en serio. Es posible que el lector encuentre en este libro algo de sí mismo, a saber, su propio estilo de convertir lo cotidiano en insoportable y lo trivial en desme surado.
Además, aun cuando el autor no lo confiese en ninguna parte, este libro constituye una única y extensa «prescripción sintomática», un doble vínculo terapéutico muy al estilo del denomi nado «Grupo de Palo Alto». El psicoterapeuta o asistente seguramente sabrán leer entre las líneas de estas páginas maliciosas mucho material que tiene un significado directo para el diálogo tera péutico: metáforas, viñetas, chistes, anécdotas socarronas y otras formas de hablar del «hemis ferio derecho», que son infinitamente más efica ces que las interpretaciones solemnes y graves de las actitudes erróneas de los humanos.
PRÓLOGO
En el corazón de Europa hubo una vez un gran imperio. Lo formaban tantas y tan diversas culturas, que no siempre podía alcanzarse una solu ción razonable para un problema cualquiera y el absurdo resultaba ser el único camino viable de la vida. Sus habitantes -los austrohúngaros, como el lector ya habrá sospechado- llegaron a ser proverbiales, no por su inhabilidad en en frentarse de un modo razonable con los proble mas más simples, sino por su habilidad en con seguir lo imposible de algún modo casi por descuido. Inglaterra, como dice un proverbio, siempre pierde la batalla menos la única deci siva; Austria siempre pierde la batalla menos la única desesperanza. (No es de extrañar que desde entonces la máxima condecoración militar se reserve para oficiales que arrebatan la victoria de las garras de una derrota con alguna acción que está en crasa contradicción con el plan ge neral de batalla.)
El gran imperio se ha convertido en una pe queña región, pero el absurdo ha quedado en el concepto de vida de sus habitantes, y el autor de estas páginas no es ninguna excepción. Para ellos, la situación es desesperada, pero no seria.
INTRODUCCIÓN
«¿Qué puede esperarse de un hombre? Cólmelo usted de todos los bienes de la tierra, sumérjalo en la felicidad hasta el cuello, hasta encima de su cabeza, de forma que a la superficie de su dicha, como en el nivel del agua, suban las burbujas, déle unos ingresos que no tenga más que dormir, ingerir pasteles y mirar por la permanencia de la especie humana; a pesar de todo, este mismo hombre de puro desagradecido, por simple des caro, le jugará a usted en el acto una mala pasada. A lo mejor comprometerá los mismos pasteles y llegará a desear que le sobrevenga el mal más disparatado, la estupidez más antieconómica, sólo para poner a esta situación totalmente razonable su propio elemento fantástico de mal agüero. Jus tamente, sus ideas fantásticas, su estupidez trivial, es lo que querrá conservar...»
Estas palabras proceden de la pluma de un hombre, que Friedrich Nietzsche consideraba el más grande de los psicólogos de todos los tiem pos: Feodor Mijailovich Dostoievski. En realidad sólo dicen, bien que en un tono más elocuente, lo que la sabiduría popular sabe desde siempre: no hay nada más difícil de soportar que una serie de días buenos.
Ya es hora de acabar con los milenarios cuentos de viejas que presentan la felicidad, la dicha, la buena fortuna como objetivos apetecibles. Dema siado tiempo se ha tratado de convencernos -y lo hemos creído de buena gana- de que la búsqueda de la felicidad al fin nos deparará felicidad.
Lo gracioso del caso es que el concepto de feli cidad ni siquiera puede definirse. Así, por ejem plo, en septiembre de 1972, los oyentes de la serie séptima de la emisión de noche de radio Hessen fueron testigos de la discusión, sorprendente sin duda, sobre el tema «¿qué es felicidad» (11)1 (Los números que van entre paréntesis remiten al índice bi bliográfico al final del libro.), en la que cuatro representantes de distintas ideologías y disciplinas no lograron ponerse de acuerdo so bre el significado de este concepto aparente mente tan claro, a pesar de los esfuerzos de un moderador sumamente razonable (y paciente).
En realidad, no deberíamos sorprendernos de ello. «¿En qué consiste la felicidad? Sobre esta cuestión, las opiniones siempre fueron dispa res», leemos en un ensayo del filósofo Robert Spaemann sobre la vida feliz (22): «289 parece res contó Terencio Varrón, y Agustín abunda en este sentido. Todos los hombres quieren ser felices, dice Aristóteles.» Y luego Spaemann se refiere a la sabiduría de una historia judía, que narra de un hijo que manifiesta a su padre su deseo de casarse con la señorita Katz. «El padre se opone, porque la señorita Katz no aporta nada. El hijo replica que sólo será feliz si se casa con la señorita Katz. El padre le dice: "Ser feliz, ¿y de qué te servirá esto?"»
La literatura universal ya debería habernos inspirado desconfianza. Desgracias, tragedias, catástrofes, crímenes, pecados, delirios, peligros, éstos son los temas de las grandes creaciones. El Infierno de Dante es incomparablemente más genial que su Paraíso; lo mismo puede decirse del Paraíso perdido de Milton, a su lado, el Pa raíso reconquistado es francamente soso; la caída de Jedermann (Hofmannsthal) arrastra, en cam bio, los angelitos que al fin le salvan, causan un efecto ridículo; la primera parte de Fausto con mueve hasta las lágrimas, la segunda hasta el bostezo.
No nos hagamos ilusiones: ¿qué seríamos o dónde estaríamos sin nuestro infortunio? Lo necesitamos a rabiar, en el sentido más propio de esta palabra.
Nuestros primos de sangre caliente en el reino animal no tienen más suerte que nosotros; basta ver los efectos monstruosos de la vida en el zoológico: aquellas soberbias criaturas son protegidas contra el hambre, el peligro, la enfermedad (incluso con tra la caries dental) y se las convierte en el equiva lente a los neuróticos y psicóticos humanos.
Nuestro mundo en peligro de anegarse en una inundación de recetas para ser feliz, no puede es perar más tiempo a que le echemos un cable de salvación. No puede permanecer más tiempo la competencia en estos mecanismos y procesos bajo el dominio celosamente custodiado de la psiquia tría y psicología.
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