Coherencia o incoherencia entre el desarrollo de la dodecafonía en Chile en los años 50 y 60

Coherencia o incoherencia entre el desarrollo de la dodecafonía en Chile en los años 50 y 60 y las ideas socio políticas con que los compositores y compositoras lo asocian



¿Qué provoca la necesidad de un cambio? de ver nacer una vanguardia, esa necesidad expansiva de modificación, de romper con lo establecido, con los que fueren los preceptos del estatus-quo imperante.
Conforme avanza el tiempo, avanzan las sociedades y con ello su historia, su acontecer y las acciones de aquellos actores que gestan con cada devenir una rueda que nunca llegará a un estancamiento. La historia avanza y con su avance, insta a aquellas almas deseosas de cambio y de movimiento, a comprometerse con su acontecer, a transformarse en gestores del cambio, del avance, de la salida de un espacio confortable, hacia lo desconocido, territorio en blanco, pero prometedor. Mucho más si hablamos directamente de agentes artísticos-culturales que se vieron insertos en partes de la historia en donde la -identidad- fuere un tema por descubrir.

En el presente hablaré específicamente de lo que fue la vanguardia serial-dodecafónica en Chile, durante las décadas de los 50 y 60. Su transición desde un ámbito interno, de recepción e introspección dentro de lo profundo del yo, de la psique humana; hacia una creación que se alimenta del entorno, de la historia nacional, que ya teniendo en su poder la técnica y la práctica, pone la creación en servicio de la memoria histórica.

En una primera instancia (1940-1950) la vanguardia serial-dodecafónica venía acérrimamente conectada a la concepción política Schoenbergiana, en donde los músicos -en tanto habitantes de la música- debían permanecer lejanos a la política y considerarla ajena y extraña a su quehacer. En esta etapa de la vanguardia, los acercamientos al territorio del dodecafonismo parten con una intención de exploración e introspección del quehacer musical en torno a la -nueva música-. Sin embargo, todas las identidades y actores que habitan una sociedad están directamente relacionados con las manifestaciones culturales del grupo del que provengan. Por lo que es imposible que el mundo cotidiano y su acontecer político no inunden los espacios creativos, y con mucha mayor razón, se transformen en motores o inspiraciones que obliguen a los creadores a comprometerse con la historia de su territorio. Parafraseando a Maturana, la música no está hecha sólo de sonidos, sino que está encadenada a una función histórico-social, en la cual el artista se transforma en un ser histórico, cumpliendo una función social.

Además de esta cuasi obligación a la que se vieran empujados los compositores nacidos en épocas de transformación, la orientación social de los compositores chilenos de la tercera generación siempre apuntó hacia la democratización de este nuevo lenguaje, a la enseñanza a través de la didáctica musical y la democratización del acceso a la música. No sólo respondían a su oficio y rol como gestores del mundo musical artístico, sino que asumieron un rol político en el cual dispondrían de sus personas para suplir lo que hiciera falta para conseguir el avance de la cultura en sus territorios.

Estos compositores, de corrientes políticas izquierdo-marxistas, utilizaron, además, este nuevo lenguaje, como una plataforma en la cual inmiscuir el relato histórico, el acontecer nacional; conformar una crónica musical en la cual trasvasijar la historia, rellenando esos vacíos con música que pudiera apelar a su concepción político-ideológico. Que pudiera conectar al auditor con esos vacíos de historia y estimular el sentir nacional, político e identitario del mismo.

El dodecafonismo se presentó como un territorio en el cual ejercer una nueva libertad, en donde los horizontes ya no quedaran reservados a la tonalidad, o a la consonancia, sino que a la imaginación y disposición del compositor, que vio en la vanguardia un trampolín en el cual propulsarse hacia otras experiencias.

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