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Spitz, Rene (1965) El primer año de vida del niño


Enviado por   •  6 de Julio de 2023  •  Resúmenes  •  3.038 Palabras (13 Páginas)  •  50 Visitas

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Spitz, Rene (1965) El primer año de vida del niño

El precursor del objeto

Con el comienzo del segundo mes de vida, el rostro humano se convierte en una percepción visual preferida por sobre las demás “cosas” del medio circundante del infante. Ahora es capaz de separarlo y distinguirlo del trasfondo, dedicando su atención completa y prolongada. En el tercer mes, este “volverse hacia” en respuesta al estímulo del rostro humano, culmina en una nueva respuesta: ahora responderá al rostro del adulto con una sonrisa (sonrisa social). Esta sonrisa es la primera manifestación de conducta activa, dirigida e intencionada; la primera indicación del tránsito del infante de la pasividad completa al comienzo de la conducta activa, que de ahora en adelante desempeñará un papel de creciente importancia.

En el tercer mes de vida, el bebe responde al rostro del adulto sonriendo, si se cumplen ciertas condiciones: que el rostro se muestre de frente y que tenga movilidad.

A raíz de un estudio experimental desarrollado por el autor, quedó establecido que la respuesta sonriente aparece como manifestación de conducta específica de la edad de desarrollo del infante, de los 2 a los 6 meses.

Durante este periodo, los infantes sonríen al rostro de cualquier individuo. Después de los 6 meses de edad, la gran mayoría ya no sonríe al estímulo dado por un extraño, reservan su respuesta sonriente  para sus madres, amigos (para los objetos de su amor) pero no suelen sonreír a desconocidos. 

A través de una investigación se estableció que la respuesta sonriente del infante en el tercer mes de vida no indicaba una verdadera relación de objeto; no percibe una persona o un objeto libidinal, sino solo un signo. Si bien este signo es proporcionado por el rostro humano, no es su totalidad con todos sus detalles lo que constituye el signo, sino una Gestalt que se compone de frente, ojos y nariz, todo ello en movimiento. El infante responde sin dudas a una Gestalt y no a la persona en particular, lo que demuestra que su respuesta no está limitada a un individuo. 

Si referimos este hallazgo al sistema de la teoría psicoanalítica, es evidente que la Gestalt signo no es un objeto de verdad, ha de denominarse un pre objeto. Lo que el infante reconoce no son las cualidades esenciales del objeto libidinal, ni los atributos propios del objeto que atiende a sus necesidades. Lo que reconoce en esta etapa preobjetal son atributos secundarios, externos y no esenciales. 

Se necesitan otros 4 o 6 meses (a los 7- 8 meses) para que el bebe sea capaz de diferenciar un rostro entre muchos, de dotar a ese rostro con los atributos de un objeto. El infante es capaz de transformar lo que solo era una Gestalt signo en su objeto de amor individual y único. 

La Gestalt signo, que el niño reconoce a la edad de 3 meses es una transición desde la percepción de “cosas” al establecimiento del objeto libidinal. Este se distingue de las “cosas” y también del pre objeto por haber sido dotado con cualidades esenciales en el curso del intercambio mutuo entre la madre y el hijo. En ese intercambio, el objeto, o más bien lo que va a ser el objeto, es investido progresivamente con catexia libidinal (energía libidinal)

De la recepción pasiva a las relaciones de objeto activas

El proceso de seleccionar una entidad significativa del universo de las cosas sin sentido y establecerla como una Gestalt signo, está en la naturaleza del proceso de aprender. Es una transición desde un estado en que el infante percibe solo emocionalmente, a otro más diferenciado, donde percibe de una manera discriminativa, o dicho de otra forma, de una manera diacrítica. 

El pecho de la madre, sus dedos, ofrecen al lactante una multitud de estímulos táctiles; estos estímulos le dan la oportunidad de aprender y de practicar la percepción y la orientación, así como es la voz de ella la que le brinda el estímulo acústico vital, que es requisito previo para el desarrollo de la palabra. 

Cabe mencionar que la adquisición de la palabra, que empieza en el transcurso del primer año de vida, es un proceso complejo. Implica la percepción así como la descarga energética. Como fenómeno psicológico, la adquisición de la palabra nos proporciona también información ulterior acerca del paso del infante desde el estado de pasividad, hasta una actividad en que la descarga se convierte en una fuente de satisfacción (la descarga de la tensión obedece al principio de placer-displacer).

La vocalización del infante, que al principio sirve para descargar la tensión, sufre modificaciones progresivas hasta convertirse en un juego, en el cual el pequeño repite e imita los sonidos que él mismo produce. Al principio no diferencia los sonidos del medio, con los producidos por él mismo. Alrededor del tercer mes de vida, el infante se da cuenta de que puede oír los sonidos que produce él mismo y que esos sonidos que hace son diferentes de los que vienen del medio circundante. 

Podría decirse que esta debe ser una de las primeras actividades en que el infante experimenta su omnipotencia: ahora el niño comienza a escuchar su propia vocalización, que  sigue teniendo la calidad de descarga, de reducción de tensión, de placer, pero que en su vida ha intervenido un nuevo placer: el poder de producir algo que puede recibir el mismo como un estímulo en otro sector de su aparato sensorial. Seis meses después imitará los sonidos que oye de su madre. 

Esta secuencia ilustra la transición un detalle de la transición desde el nivel narcisístico, en que el infante se toma a sí mismo como objeto, al nivel de las relaciones de objeto propiamente dichas. Al final del primer año, cuando el niño repite sonidos (y palabras) que proceden de su madre, habrá reemplazado el objeto autístico de su propia persona con el objeto del mundo externo, que es su madre. 

Significación teórica del establecimiento del pre objeto

Las consecuencias y la significación del establecimiento del primer precursor del objeto libidinal son los siguientes:

  1. En esta etapa el infante se vuelve desde la recepción del estímulo venido desde dentro, hacia la  percepción del estímulo venido desde fuera. 
  2. La transición se da por el logro del infante de su capacidad temporal de suspender incondicionalmente el funcionamiento del principio de placer- displacer, que exige su atención hacia el estímulo venido desde dentro. Ahora puede suspender esta demanda el tiempo suficiente para catexiar la representación de los estímulos externos que le son transmitidos . Ha empezado a funcionar el principio de realidad. 
  3. El hecho de que ahora el infante sea capaz de reconocer el rostro humano y de dar indicios de     esto al sonreír en respuesta a él, demuestra que se han depositado rastros de recuerdos, lo que indica que en aparato psíquico se ha producido una división: conciente, preconciente e inconciente
  4. Esto demuestra que el infante se ha vuelto capaz de desplazar las cargas catexicas de una función psicológica hasta otra, de un rastro mnémico al siguiente. 
  5. La capacidad de desviar las catexias de un rastro mnémico u otro corresponde a la definición freudiana del pensamiento. 
  6. Este desarrollo en conjunto marca también la aparición de un yo rudimentario. El yo y el ello se han separado el uno del otro y dicho yo rudimentario comienza a funcionar. 
  7. La función protectora de la barrera contra el estímulo corre ahora a cargo del yo que surge. 
  8. La emergencia de la respuesta sonriente inicia el comienzo de las relaciones sociales en el hombre. Es el prototipo y premisa de todas las relaciones sociales subsiguientes. 

Estos aspectos señalan el momento de transición de la etapa del narcisismo primario a la etapa del pre objeto. 

El establecimiento del objeto libidinal 

La angustia del octavo mes

Entre el sexto y el octavo mes se produce un cambio en la conducta del niño hacia los otros. Ya no responderá con una sonrisa cuando una visita casual le sonría moviendo la cabeza. Para esa edad la capacidad para la diferenciación perceptiva diacrítica ya está desarrollada. La conducta típica del infante será rechazar al desconocido. Si bien esta conducta puede variar de un niño a otro, el denominador común será la negativa a entrar en contacto con el desconocido, con un matiz más o menos pronunciado de angustia. A este patrón de conducta el autor lo denominara la angustia del octavo mes y lo va a considerar la primera manifestación de la angustia propiamente dicha.

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