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Comentario Promesas


Enviado por   •  28 de Enero de 2014  •  1.460 Palabras (6 Páginas)  •  258 Visitas

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El documental cuenta la historia de siete niños, cuatro palestinos y tres judíos, que viven en Jerusalén. Filma la vida cotidiana de estos siete niños y qué opinión tienen sobre el conflicto que hay en su territorio.

Al comienzo del documental los niños muestran una opinión basada en aquello que dicen sus padres, ya que estos niños no conocen nada más (condicionamiento instrumental, basado en la imitación de un patrón de conductas, por la que posteriormente recibirán un refuerzo, ya sea positivo o negativo) y que oyen en otros sitios, pero con el tiempo, éstos van perdiendo ese condicionamiento y piensan por sí solos, mostrándonos así lo que realmente piensan.

El documental trata una problemática que cada vez se está haciendo mayor en nuestra sociedad, que es la falta de comunicación entre personas con posturas diferentes, causadas por el estar cerrados a escuchar los argumentos de las personas involucradas e ignorar los de la parte contraria, por lo que se van creando “tradiciones” y se van normalizando situaciones que no deberían hacerlo.

Estos niños, tanto los judíos como los árabes, desde que nacen son educados para “odiar” a esas otras personas que tienen una idea distinta a la que a ellos, desde pequeños, se les ha inculcado. Esto es lo que genera la intolerancia, y es lo que hace que en estos momentos no se pueda resolver el conflicto, la falta de comunicación y la herencia de esa apatía por los que piensan diferente, heredan el racismo.

La comunicación, como estamos viendo, es imprescindible en la situación que está viviendo Jerusalén y en el mundo en general.

Una de las cosas más tristes que muestra el documental es cómo es la vida con violencia continua, cómo se genera esa “aceptación de la realidad” como una parte más de la cotidianeidad, el ver como todos los días mueren niños por defenderse con piedras mientras son recibidos con armas de fuego, el miedo con el que viven pensando en si habrá bombas en el autobús en el que van subidos y el buscar y observar continuamente a la gente por si les pareciera sospechosa, la existencia de las barricadas para tener un control total del territorio para evitar posibles terroristas…

El problema que han tenido estos niños desde pequeños es que no se les ha enseñado otra cosa más que la versión de su “bando”, incluso en la escuela les han enseñado estas creencias tan radicales. El ejemplo es claro en el caso de Mahmoud, el niño árabe que vive en un barrio palestino en Jerusalén este. Mientras está en la escuela, les hablan de política, les preguntan sobre la libertad de los niños palestinos sobre la cuál dicen es inexistente y automáticamente les piden que muestren cómo se sienten respecto a esta falta de libertad. Pone los pelos de punta, ver como Mahmoud con toda la frialdad y naturalidad del mundo, dibuja en la pizarra a un niño con una piedra y al lado una persona llorando porque han matado a su familia.

Viendo este tipo de cosas, y este tipo de educación no es de extrañar que los niños sean intolerantes, lo son porque es lo que se les ha enseñado, no conocen ninguna otra versión al respecto y tampoco quieren conocerla, porque de hecho, al preguntarle a Mahmoud si querría conocer a algún niño judío, su respuesta automática es un “no”. Opina sobre ellos que “son malos, malos y falsos” “cuantos más judíos matemos, menos serán”. “Hasta que casi hayan desaparecido”. Suena duro oírlo de la boca de un niño, pero esas son sus creencias, es lo que le han enseñado desde que nació, forma parte de él y de su personalidad. Prejuicios y estereotipos que se les ha inculcado desde que son pequeños y que ellos han interiorizado. Sin embargo, al decirle B.Z que él es judío y que no existe ningún problema entre ellos y no tiene ningún problema en hablarle a él a pesar de serlo, Mahmoud entra en una especie de “crisis de identidad” ya que ha fallado con respecto a sus valores, ve peligrar su identidad personal y social por lo que busca excusas para desmentirlo.

En el caso de Faraj, el niño atleta que vive en el campo de refugiados de Deheishe, se queja de la inexistente libertad de movimiento y de los, para él innecesarios, puestos de control.

Cuando se le pregunta sobre los judíos su respuesta es “cuando veo a un judío quiero coger una piedra y tirársela. O a su coche. Incluso

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