Crítica de la película “1917” Cuando la técnica es la protagonista

Crítica de la película “1917”

Cuando la técnica es la protagonista

Por Winton De Farías

Crítico de cine

Ser un protagonista con voz es muy fácil; de hecho es muy común observar como la mayoría de los directores de cine al relatar una historia lo hacen para engrandecer su ego, para satisfacer a un grueso número de cinéfilos que esperan ser seducidos por el cine convencional… Cuando la narrativa es silenciosa y es la cámara la que describe cada escena, la cinta se convierte en una “joya” audiovisual de inmenso calibre.

Pocos narradores logran adentrar al público al cuerpo del protagonista… El concepto de narrativa audiovisual se engrandece cuando existe una experiencia apasionada y diseñada desde la toma y el plano. En el cine, la diégesis que es entendida como el contexto en tiempo y espacio de la obra, la narrativa toma una gran riqueza cuando es la misma cámara la que te lleva a sentir episodios más allá de lo sensorial. No quiero exagerar, pero una escena te puede transportar desde el más desdichado rechazo, hasta erizar cada parte de tu epidermis… Con 1917, su Director Sam Mendes me hace creer de nuevo que el cine es magia… No es una película cualquiera que se prostituya con escenas del género bélico que todos estamos acostumbrados.

Con esta “perla audiovisual”, Mendes me llevó al cielo y luego al más recóndito e inmensurable infierno. No por mala. Al contrario, “1917” termina siendo un producto de narrativa fantástica, de seguimiento ineludible de los personajes, de inmersión en una historia plagada de terror y supervivencia extrema… Es una obra maestra del cine bélico. El plano secuencia usado por el Director es perfecto, sorprendente, extraordinario y hasta me atrevo a decir que es pletórica. Y es que en “1917” el protagonista no son el par de soldados ingleses que intentan llevar un mensaje a sus compañeros.

Es un producto donde el narrador es la cámara. Las imágenes te van contando cada parte de una historia que a simple vista parece simple, pues no deja espacio para el heroísmo, pero que con el paso de la línea de tiempo se denota un trabajo inmenso de Sam Mendes… La cinta es asombrosa desde su inicio… El cielo azul y el campo verde contrastan en una fotografía de calidad con ambos soldados como elementos humanos… Allí, el Director nos empuja poco a poco con su cámara a un infierno del que no podremos salir en los próximos 119 minutos.

“1917” es un barco, cuya travesía en primera persona nos convierte en un testigo silencioso, nos conecta al horror de la guerra, en una de las obras más lúcidas que nos ha regalado el cine bélico durante los últimos años. La fotografía es sencillamente exquisita; por algo ganó el Oscar a mejor cinta en fotografía. Esos 46 segundos cuando los soldados pasan por un cultivo de cerezos, me cautivó. Es espléndido el juego de colores entre las hojas de la fruta, el putrefacto uniforme de los protagonistas y el cielo desdeñado de un fondo que olía a guerra.

Las escenas fueron preparadas con especial estética. La ergonomía de cada toma es la esencia de esta película. Las combinaciones del claro oscuro con el escenario fatídico de una guerra, pero al mismo tiempo mezclado con una sobria imagen de cada personaje, hacen que la historia se coma a pedacitos: es como degustar un rico Ferrero Rocher y llegar hasta la almendra del medio y desear que jamás acabe… Al principio pensé que el cine no podía combinar un plano secuencia y excelsa fotografía. Una vez más, el séptimo arte me ha dado una enorme bofetada, de esas que duelen en el momento pero que por más que se hinche la disfrutas porque te deja un sabor fino en tu boca.

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