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Economía y sociedad en el siglo XVII


Enviado por   •  6 de Febrero de 2013  •  Tesis  •  1.709 Palabras (7 Páginas)  •  556 Visitas

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Economía y sociedad en el siglo XVII

Época:

Inicio: Año 1600

Fin: Año 1660

Siguientes:

Dificultades demográficas

El mundo agrario

Cambios en la manufactura

Intercambios y finanzas

Noblezas y burguesías

Las clases populares

Desde los pasados años cincuenta resulta bastante general referirse al XVII como a un siglo de crisis. Dos trabajos simultáneos, sin aparente conexión entre sí, ambos publicados en 1954, vinieron a abrir un amplio debate historiográfico cuyo efecto inmediato fue la acuñación de un concepto desde entonces consagrado como rasgo central definitorio de aquella centuria. Los autores de dichos trabajos fueron Roland Mousnier y Eric Hobsbawm. El primero de ellos publicó, como parte de una "Historia general de las civilizaciones", dirigida por Maurice Crouzet, el volumen titulado "Los siglos XVI y XVII. El progreso de la civilización europea y la decadencia de Oriente (1492-1715)", el cual, a decir de A. Lublinskaya, contiene "una de las concepciones más tempranas y, a la vez, polifacéticas, además de completa, de la crisis general en el desarrollo de los países eurooccidentales". El otro trabajo, el de Hobsbawm, planteaba la tesis de una crisis general de la economía europea en el siglo XVII, vinculándose conceptualmente al debate abierto en los años cuarenta en el seno de la escuela marxista sobre la transición del feudalismo al capitalismo. Tan sólo unos años más tarde, en 1959, Hugh Trevor Roper publicaba otro trabajo sobre la crisis general del siglo XVII, que, en palabras de P. Fernández Albaladejo, venía a completar la trilogía fundacional de la crisis.

El conjunto de estos trabajos contribuyó a definir el siglo XVII como un período afectado por una crisis universal que se extendió a lo económico, lo social, lo político e, incluso, lo espiritual. Desde la perspectiva de este capítulo, sin embargo, los trabajos más interesantes son los dos primeros, dado que el tercero, el de Trevor Roper, se orienta preferentemente en la dirección de explicar las causas de las crisis políticas y las revoluciones que tuvieron lugar en aquel período.

En la obra de Mousnier, a la imagen expansiva de la Europa del Renacimiento ponía el contrapunto un siglo XVII dibujado en su conjunto con perfiles críticos. Para este autor, la crisis fue, principalmente, el resultado de la agudización de las tensiones estructurales del Antiguo Régimen como consecuencia del impacto de una coyuntura negativa.

Ello resulta visible, en primer lugar, en el terreno de la economía. Los desequilibrios entre población y recursos, propios de la estructura económica de la sociedad preindustrial, se agravaron como efecto de las malas cosechas y de las periódicas crisis famélicas. Por lo demás, el desarrollo capitalista de Europa sufrió una ralentización al descender las remesas de metal precioso importado de América, que habían alimentado la expansión del XVI.

La disminución de las importaciones de plata condicionaron, a su vez, una bajada de los precios. Si la inflación del siglo anterior había estimulado la acumulación de capitales y el desarrollo económico general, las tendencias deflacionistas del XVII, encubiertas a menudo tras violentas oscilaciones de los precios, habrían conducido irremediablemente a una caída de los beneficios, agravada por la contracción de la demanda que, junto a las malas condiciones económicas generales reinantes, produciría la menor circulación monetaria.

La disminución de los beneficios desincentivó a su vez las inversiones en actividades productivas y, a la postre, arruinó a la industria. La aparente caída del volumen de intercambios de mercancías y el consecuente estancamiento comercial constituyeron el lógico correlato y una evidencia más de la situación de crisis.

El análisis de Eric Hobsbawm se instala, a diferencia del de Mousnier, en un marco de mayor amplitud, al inscribir este fenómeno dentro de una etapa general de desarrollo de la economía capitalista que se extendería entre los siglos XV y XVIII. Durante esta etapa la economía europea, según Hobsbawm, atravesó una crisis general que desembocaría en el arranque del capitalismo industrial durante el siglo XVIII.

Las principales evidencias de la crisis del XVII fueron: a) la decadencia o estancamiento de la población, excepto en Holanda, Noruega, Suecia y Suiza; b) la caída de la producción industrial; c) la crisis del comercio exterior e interior. En esta última línea, Hobsbawm constata cómo en las zonas clásicas del comercio medieval se operaron grandes cambios, pero tanto el comercio báltico como el mediterráneo decayeron sin paliativos después de 1650. Para Hobsbawm, la causa de la crisis no radicó en la guerra, sino en la persistencia de ciertos factores que entorpecieron el desarrollo capitalista en Europa, tales como la estructura feudal-agraria de la sociedad, las dificultades en la conquista y aprovechamiento de los mercados coloniales de ultramar y lo estrecho del mercado interior.

En cualquier caso, Hobsbawm sostiene que la crisis del XVII, a la que hay que contemplar como un momento clave en la evolución del feudalismo al capitalismo, no presentó idénticas características que la crisis del XIV. Si ésta tuvo como consecuencia un reforzamiento de la pequeña producción local, en cambio aquélla indujo una concentración del potencial económico. Tal proceso se verificó en el ámbito agrario en la forma de

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