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George Soros ha escrito un libro brillante y poderoso, On Globalization


Enviado por   •  3 de Marzo de 2016  •  Apuntes  •  5.631 Palabras (23 Páginas)  •  299 Visitas

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George Soros ha escrito un libro brillante y poderoso, On Globalization, que va más allá de describir simplemente los fracasos de la actual situación internacional. Propone reformas concretas y prácticas. Soros, que ha hecho su fortuna en los mercados internacionales de capital, debería saber algo sobre ellos. Pero lo que hace que este libro sea tan admirable es que combina estos conocimientos con una humanidad que se hace patente en todos los temas que aborda. Lo que hace que algunas de sus propuestas resulten tan convincentes, especialmente las relativas a la ayuda exterior, es que él ha obrado en consecuencia. Sus éxitos los ha logrado por igual como un empresario social y como un financiero. Ha actuado de acuerdo con sus opiniones y su red de fundaciones de Open Society ha tenido una enorme influencia, especialmente en Europa oriental, primero en el apoyo a disidentes y luego en el establecimiento de instituciones poscomunistas como la Universidad Centroeuropea en Budapest. Su programa global ha tenido mucho más éxito –y mucha más influencia– que los de muchos gobiernos, incluido el de Estados Unidos. En su obra anterior, Soros expuso su concepción de una sociedad abierta, que aquí resume del siguiente modo: «La sociedad abierta se sustenta en el reconocimiento de que actuamos sobre la base de un entendimiento imperfecto. La perfección está más allá de nuestro alcance; debemos contentarnos con una sociedad imperfecta que se mantenga abierta a la mejora. La aceptación de la imperfección, unida a una búsqueda constante de la mejora y una buena disposición a someterse a un examen crítico, son los principios rectores de una sociedad abierta». Qué diferente es esto de la arrogancia o la autoritaria confianza en sí mismos que caracterizan a tantos de los debates de política económica, especialmente en el Fondo Monetario Internacional, una de las poderosas instituciones a las que el autor dedica todo un capítulo. Soros aborda cada uno de los temas con cuidado, desapasionadamente, con tranquilidad. Y en muchos sentidos eso es lo que diferencia a su obra de tantas otras sobre globalización. Cuando describe las injusticias e iniquidades de los acuerdos económicos internacionales, nunca se deja llevar por la pasión. Los casos que relata hablan por sí solos. Por medio de un apacible comedimiento el lector queda convencido de que algo debe y puede hacerse. Cuando se propone explicar qué tiene de malo la globalización, y en concreto las instituciones económicas internacionales, Soros, congruente con su enfoque no-utópico, busca en su nuevo libro propuestas prácticas, reformas que podrían adoptarse razonablemente. Reconoce, por cierto, que hay fuerzas que actuarán en contra de estos cambios, que hay intereses especiales en Estados Unidos que se benefician del estado de cosas actual. Pero Soros es un gran creyente en la sociedad civil global y uno de sus más acérrimos partidarios. La sociedad civil global ha podido, a veces, vencer estas fuerzas establecidas. En 2000, el Movimiento del Jubileo, una coalición internacional de activistas económicos, solicitó, y consiguió obtener, la condonación de la deuda para veinte de los países más pobres del mundo. Previamente, el FMI había impuesto unos requisitos tan exigentes a los países pobres para permitirles acceder a la condonación de la deuda que muy pocos pudieron satisfacer las condiciones que estableció. Cualquiera que haya observado el cambio en las actitudes, tanto dentro de las instituciones como en el público en general, en los últimos cinco años ha de reconocer el poder de la sociedad civil global. Ahora es habitual afirmar que los acuerdos comerciales internacionales de los que Estados Unidos hablaba con tanto orgullo hace tan sólo unos años eran terriblemente injustos con los países del tercer mundo. Cuando acudo a reuniones de empresarios, ya sea en los enrarecidos seminarios de Davos, en los círculos financieros de Nueva York o en el mundo de las altas tecnologías de Silicon Valley, prácticamente todas las personas que veo admiten las injusticias e hipocresías de las políticas gubernamentales estadounidenses. Son, sin embargo, más críticos con los abusos de los especiales intereses privados de otros, ya tengan que ver con el acero, la industria textil o la arquitectura; cuando se trata de sus propios intereses suelen argüir que merecen o que resulta necesario un tratamiento especial. Soros es uno del grupo cada vez más amplio de expertos que, al tiempo que reconoce el poder que tiene la globalización para incrementar la riqueza, también admite sus efectos adversos. Su acusación es sencilla: la globalización ha herido a muchas personas, especialmente los pobres en el mundo en vías de desarrollo. La globalización ha distorsionado la distribución de recursos favoreciendo los bienes privados a costa de los bienes públicos. Y los mercados financieros globales son propensos a la crisis. Nadie que haya observado desapasionadamente el proceso de globalización en los últimos años podrá disentir con cualquiera de los elementos de este juicio. Las injusticias asociadas con la globalización han sido evidentes desde hace mucho tiempo para aquellas personas preocupadas por la justicia social global. Y, al menos desde la crisis financiera global de 1997-1998, las inestabilidades de la globalización han sido una fuente de gran ansiedad. Pero los hechos del 11 de septiembre han añadido una nueva dimensión al debate sobre la globalización. No son simplemente bienes y servicios los que se mueven fácilmente cruzando fronteras. Las cuentas secretas en paraísos fiscales que se utilizan para diversos tipos de transferencias ilegítimas merecen una atención especial. Son las responsables de parte de la falta de transparencia que puede haber contribuido a la crisis asiática, pero eran de gran utilidad para importantes mercados financieros. Se recurre a ellas para blanquear dinero del tráfico de drogas; proporcionan también un mecanismo para que funcionarios corruptos saquen dinero de sus países; permiten a los ricos evadir impuestos y, como hemos sido conscientes recientemente, también contribuyen a financiar el terrorismo. Antes del 11 de septiembre, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos vetó los esfuerzos de la OCDE para limitar el secreto que protege estas cuentas: evidentemente, servía perfectamente a los intereses de Wall Street, independientemente de los costes que imponía a otros en el sistema global. Después del 11 de septiembre, incluso el Departamento del Tesoro de Estados Unidos tuvo que cambiar su postura. Además, mientras que los vínculos entre pobreza y terrorismo se han complicado, pocos podrían negar que la pobreza, y especialmente las altas tasas de desempleo entre los jóvenes, proporcionan un terreno fértil en el que puede germinar el terrorismo. Asegurarse de que la globalización será de más ayuda para los pobres

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