Nologo - Naomi Klein
DanielAzul10199 de Marzo de 2015
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INDICE
INTRODUCCION………………………………………………………………………….3
SIN ESPACIO………………………………………………………………………………4
SIN OPCION……………………………………………………………………………….8
SIN TRABAJO…………………………………………………………………………….11
NO LOGO………………………………………………………………………………..15
CONCLUSION……………………………………………………………………………18
INTRODUCCION:
El libro de Naomi Klein, es un análisis profundo del gran impacto que tiene la globalización en la sociedad; de cómo se imponen marcas, productos, tendencias de mercado, etc. Para un mejor entendimiento, podemos decir que este libro se divide principalmente en cuatro capítulos, los cuales son los siguientes:
Sin espacio: Este capítulo habla sobre el gran impacto que tiene hoy en día la marca para la venta de algún producto, y es lo primordial para vender algo. Además de otras estrategias de ventas, como la publicidad y del cómo debe estar presente siempre en todo lugar.
Sin opción: Se menciona que es tanta la saturación publicitaria por parte de las empresas que no te dejan opciones para poder tomar decisiones sobre lo que quieres consumir.
Sin Trabajo: Aquí se habla de cómo la globalización afecta severamente a la sociedad, de cómo el desempleo y los salarios bajos perjudica a todos e incluso ahora se contrata personal con otras técnicas.
Nologo: La inconformidad de la gente ante la saturación de marcas, por lo que surge la piratería publicitaria, que consiste en modificar el anuncio original para mostrar el verdadero mensaje.
I.- SIN ESPACIO
Para superar la crisis de Estados Unidos, en la década de los 80's fue primordial no dejar de producir, aunque esto no fue la mejor opción para las grandes fábricas, ya que muchas comenzaron a tambalearse. Contraatacando este gran problema, surgieron empresas como Nike y Microsoft, las cuales -según ellas- la venta de productos era algo secundario, lo principal era la venta de su marca.
Estas empresas empezaron a comprar a bajo coste a unos contratistas que se ubicaban, generalmente, en países en donde los costes laborales eran mínimos; de tal modo Nike o Tommy Hilfiger, por ejemplo, podían dedicar sus esfuerzos a lo verdaderamente importante: publicitar la marca. El valor de un producto empezó a asociarse, prioritariamente, a la marca como símbolo de prestigio social y solo secundariamente a su calidad o utilidad objetiva. Pero esta estrategia empresarial desde los inicios sembró la semilla de su propia destrucción; la primera ola de rechazo a las marcas fue la de los miles de obreros de países industrializados que veían como perdían unos puestos de trabajos que eran importados a otros lugares del mundo donde se trabajaba en situaciones de semi esclavitud.
En todo caso, para cumplir este sueño de una empresa “pura”, sin apenas sector productivo propio, era necesario invertir cantidades ingentes de dinero en la publicidad. La marca es un concepto y como tal no tiene valor si no es reproducido, representado y, finalmente, interiorizado por el grueso de la población. De este modo, la publicidad lo invadió todo y la marca se transformó en un símbolo de identidad que debía consumirse para integrarse dentro de tal o cual grupo social; quien no llevaba una marca era una especie de paria del capitalismo sin personalidad, gusto o “chispa”.
Para convencernos de que tenemos que comprar tal producto si queremos ser “cool” se necesita invadir el espacio, si los jóvenes no estuvieran sometidos al continuo bombardeo publicitario ¿verían tan imprescindible para ser “populares” consumir productos superfluos? Sin esa presión mediática la marca no sería nada o casi nada; por eso la marca debe invadirlo todo y quien se oponga a esa invasión es un peligro para la marca y, por consigueinte, para nuestro modo de vida.
Para poder hacerse con el mercado y acabar con los competidores más cercanos (pequeñas tiendas), lo que se propone es edificar un centro muchísimo mayor que el de cualquiera de tus competidores y hacerlo en las periferias de las ciudades para así poder obtener el terreno a muy buen precio, con ello reducen costes y pueden ser mucho más competentes. Aparte de todo ello, al contar con un centro de mayores dimensiones que cualquier otro de la competencia, van a tener la opción de comprar una gran cantidad producto a los proveedores a un precio menor del que es vendido a sus competidores.
Por lo tanto estos almacenes pueden ofrecer al público los precios más bajos, cosa que hace que las personas se desplacen hasta las afueras de la ciudad en donde está situado para comprar más barato. Con esta estrategia no se les deja ninguna opción a los minoristas ya que nunca van a poder competir contra estos grandes centros.
El modelo de negocio de conjuntos, se basa en saturar una determinada zona con tiendas hasta el punto que la competencia sea tal que las ventas decaigan, hasta las de sus propias tiendas. Esto sólo lo pueden llevar a cabo las grandes cadenas ya que son las únicas capaces de sacrificar alguno de sus establecimientos para obtener, a largo plazo, un objetivo mucho más sustancioso. Está claro, si la mayor parte de las tiendas de la competencia son tuyas, tú eres el que va a obtener el mayor beneficio, por lo tanto estás suprimiendo a la competencia real.
Un tercer modelo de negocio se basa en la súper tienda de marca que se basa en combinar los dos modelos anteriores. En este modelo se encontrarían los supermercados de extensiones de marcas y los parques temáticos.
Ahora bien, enfocándonos aún más a la publicidad, podemos decir que llegaba a todos lados y la autora menciona un caso sobre la fuerza que tenía, dice que: “En 1998, cuando Coca-Cola organizó un concurso entre varias escuelas que debían proponer estrategias para distribuir cupones de la bebida entre los alumnos. El colegio que propusiera la mejor ganaría 500 dólares. El colegio secundario Greenbriar de Evans, Georgia, se tomó el certamen muy en serio, y organizó el Día oficial de la Coca-Cola a finales de marzo, durante el cual todos los alumnos debían acudir a clase con camisetas de Coca-Cola, se hacían una fotografía en una formación que dibujaba la palabra Coca-Cola, asistían a conferencias ofrecidas por ejecutivos de Coca-Cola y durante sus clases aprendían sobre todo lo existente y que fuera negro y con burbujas. Aquello parecía el paraíso de la marca.”
Desde entonces el expansionismo de las marcas pasó de los propios productos de las empresas a la cultura del entorno a través del patrocinio de acontecimientos culturales. Las empresas trataban de absorber “ideas e iconografías culturales que sus marcas pudieran reflejar proyectándolas otra vez en la cultura como ‘extensiones’ de la misma”. El efecto, si no la intención original, del proyecto es poner la cultura anfitriona en un segundo plano y hacer que la marca sea la estrella.
Este proyecto fue posible gracias, por una parte, a las políticas de desregulación y privatización (privatización porque las grandes empresas que desean poseerlo todo, compran a otras para poder fusionarse y así abarcar un mayor mercado) de las últimas tres décadas, a medida que se reducía el gasto público, las escuelas, los museos y las emisoras de radio decidieron financiarse a través del patrocinio empresarial; y por otra, a la inexistencia de un lenguaje político que permitiese defender el valor de los espacios públicos no comercializados.
Finalmente, aparece una nueva generación de personas, pretenden ir más allá e identificarse con los problemas de integración que ciertos sectores padecen. Difícil encontrar tiempo para la lucha contra las marcas si hay personas tremendamente discriminadas por su sexualidad, su color de piel o su sexo. Las grandes marcas acababan de encontrar otro espacio a cubrir, las juventudes revolucionarias funky.
Para introducirse en este nuevo espacio, todavía puro, la mejor opción es ser el más radical de los activistas identificados con cada una de las causas, un marketing agresivo y cada marca se puede quedar con el monopolio de la identificación con una causa.
De esta forma, lo que consiguen las marcas es incrementar sustancialmente sus beneficios pero la verdadera lucha por la causa, que pasa a quedar completamente desvirtuada. Alguno hasta preferiría recuperar la posición marginal inicial. Otro espacio ha quedado manchado por las marcas, el de la identidad.
En este primer capítulo, podemos ver reflejado claramente lo que hoy vive nuestra sociedad, es evidente que el consumo en exceso existe y no solo eso, sino que compramos marcas; por ejemplo: para ejercitarnos compramos ropa Nike, en tecnología lo que está de moda es un iPhone y podemos adquirir estos mismos artículos a un precio mucho más bajo pero se prefiere (por moda) usar marcas reconocidas.
Es muy difícil crear conciencia en la sociedad, ya que este modo de vivir es algo relativamente normal para todos. Consumimos productos en grandes cantidades a un precio elevado y no siempre el artículo o servicio lo valen. Y se debe exigir que cumplan con ciertos parámetros de calidad y precio.
SIN OPCIONES
Las grandes empresas pueden hablar mucho de diversidad pero los hechos reales muestran todo lo contrario, ya que la globalización comercial no la desea. Y es el constante bombardeo de marcas el que está acabando con las opciones
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