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Enviado por   •  17 de Abril de 2014  •  5.583 Palabras (23 Páginas)  •  152 Visitas

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Factores sociales y culturales que facilitan

la transmisión del vih en Bolivia

Gracia Violeta Ross Quiroga

violetitaross@hotmail.com

Una pandemia diferente

Una de las características de la pandemia del vih y sida en el mundo, que la diferencia de otras epidemias es que la prevención y asistencia a quienes son afectadas/os es un factor directamente relacionado con los aspectos sociales y culturales.

Muchas/os de nosotras/os desearíamos que la epidemia del vih se pudiera controlar con una fumigación o con el uso de mosquiteros o vacunando a toda la gente. Los factores relativos a la transmisión del vih tienen que ver de forma directa con la cultura, la sociedad y la vivencia de la sexualidad.

Es importante tratar este tema porque si la respuesta de nuestro país al sida se enfoca solamente en lo médico y clínico, estaremos ciertamente dando soluciones para los efectos del sida pero no resolviendo las causas. Si esto es así, nunca seremos una sociedad libre de la problemática del sida.

¿Cuáles son los factores sociales y culturales que facilitan la transmisión del vih en Bolivia?

La epidemia del vih en Bolivia y en toda América Latina ha demostrado su conexión con las normas culturales y valores sociales. Veamos algunos:

1. El tabú de la sexualidad.

Cuando se indaga cuántas personas adultas hoy en día, han aprendido sobre sexualidad con la generación anterior que hoy son los abuelos, descubrimos que se trata de un porcentaje muy pequeño. Vemos que esta situación no ha tenido gran cambio. Hoy en día existe más “propaganda sexual” aunque no por lo tanto “información o educación”. Hablar de la vivencia de las sexualidades es todavía un tabú, un tema prohibido o escabroso en nuestras familias, escuelas y sociedades.

Cuando se presenta una programa de “educación sexual” muchas veces se reduce a una exposición esquemática de los “órganos genitales” y le “fecundación” olvidando que la sexualidad tiene directa y amplia relación con lo subjetivo, las vivencias, las emociones y los sentimientos.

Nuestra juventud aprende sobre sexualidad en los baños de los colegios, con algún amigo o amiga (ciego guiando a otro ciego) y casi siempre se le presenta en términos de afán de consumo (utilizar hombres y mujeres como objetos) y en un ámbito de lo prohibido.

Le educación y diálogo constructivo sobre la sexualidad debería ser una transversal en los programas educativos puesto que la identidad sana de las personas está directamente relacionada con la formación de una sexualidad plena, placentera y segura.

2. Los roles de género.

Para nadie es un secreto que Bolivia es un país machista. Lo que aún no se conoce muy bien es el impacto de este esquema ideológico en las personas y la vivencia de su sexualidades. Hemos visto que el machismo tiene muchas consecuencias que se hacen más severas en el contexto del vih y el sida.

Entendemos por machismo aquella creencia cultural y construida (por lo tanto posible de desconstruir) que señala el mito de la superioridad de lo masculino sobre lo femenino en todos los niveles (laboral, sexual, intelectual inclusive físico y biológico).

El peso del machismo cae tanto sobre hombres como sobre mujeres. A los hombres se les exige ser duros, proveedores, no demostrar debilidad ni sentimientos de fragilidad, no expresar sus emociones y ser capaces de todo. Este tipo de exigencia resulta muy estresante para muchos varones que no saben cómo descargar esta presión.

Las creencias populares de que el hombre debe tener muchas mujeres y que así es más “macho” y aquella que señala que en vez de tener una esposa o pareja se tiene una “mujer” (resaltando el aspecto sexual de esta persona) enfatizan la posesión sexual del hombre sobre la mujer.

La creencia de que al verdadero hombre no le pasa nada y la creencia de que a cierta edad hay que lograr la “hombría” a través de la demostración de una relación sexual o de la evidencia que ofrece una Infección de Transmisión Sexual de la actividad sexual. Todas estas fomentan la actividad sexual irresponsable e irrespetuosa por parte de los hombres hacia las mujeres.

Sin embargo, como mujeres debemos reconocer que también hemos sido y somos partícipes de este esquema de violencia. Con el rol de “cuidadoras” y “educadoras naturales” que se nos han asignado a las mujeres, hemos capacitado a muchos hombres durante su niñez y les hemos enseñado que hay cosas que los “hombrecitos” no deben o no pueden hacer, tales como cocinar o jugar con muñecas, inclusive les enseñamos a ser dependientes de una mujer para su cuidado personal, la mayoría de los hombres siempre tiene una mujer que le lave y planche la ropa, que le cocine, etc.

Si las mujeres no cuestionamos estos roles asignados y construidos por la cultura, entonces tampoco tenemos oportunidad de reclamar. No cuestionar y no denunciar estos hechos es hacerse cómplices. Muchas mujeres están asustadas por el cambio y prefieren mantener el statu quo y muchas mujeres que hemos iniciado batallas contra estos esquemas hemos sido calificadas de “poco femeninas” y se nos ha acusado de querer ser como los hombres. No es mentira aquel dicho que señala que “el peor enemigo de una mujer es otra mujer”.

Muchas mujeres asumen como real el estereotipo de la “virgen María” que dicta que las mujeres debemos ser calladas, sumisas y aguantar todo porque es “nuestra cruz” y que al hombre se le pueden perdonar todo tipo de infidelidades porque “es hombre, tiene necesidades”.

Muchas mujeres piensan que una mujer que sabe de sexualidad o que exige que cuiden su cuerpo o que toma la iniciativa en la relación sexual es una mujer “fácil” una mala mujer. Son los estereotipos de “Eva” (la seductora, la pecadora, la malvada) y “María” (la buena, la santa, la sumisa).

Si las mujeres no somos capaces de cuestionar estos esquemas y estar dispuestas a proponer nuevos y asumir las responsabilidades del cambio, entonces somos cómplices de lo mismo que reclamamos.

El desbalance de género se hace más evidente cuando se vive la sexualidad porque es generalmente el hombre quien decide cómo, cuándo y dónde se tienen las relaciones sexuales. Si la mujer tiene dependencia económica o emocional

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