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Avances En Psicologia Latinoamericana

MEIHANI26 de Mayo de 2015

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Introducción

La depresión representa uno de los eventos más comunes en el ser humano y uno de los primeros desórdenes mentales en ser reconocido y estudiado por psiquiatras y psicólogos (Polaino-Lorente, 1988). Se considera que, al menos en la vida adulta, toda persona ha pasado alguna vez por un período de depresión; sin embargo, durante varios años este hecho no fue tan claro, especialmente en las primeras etapas del desarrollo. Así, fueron necesarias grandes controversias teóricas para que la depresión infantil se considerara como una entidad clínica.

En 1971, en el seno del IV Congreso de la Unión Europea de Paidopsiquiatría, se declara la existencia de la depresión en la infancia; más tarde, 1977 se establece como el momento de partida –con la publicación de las actas del congreso del National Institute of Mental Health (NIMH)– y 1980 –con la publicación del DSM-III– como la época de expansión del estudio de la depresión infantil (Del Barrio, 1999; 2000).

Hoy en día se acepta que la depresión infantil es paralela a la del adulto; se propone que es un desorden similar, pero no igual, pues la primera presenta características propias, como alteraciones significativas del comportamiento, que hace aún más difícil su diagnóstico. Si bien esta propuesta es ampliamente difundida y admitida, existen posturas que atribuyen las características de la depresión a etapas del desarrollo. Por otra parte, la posibilidad de diagnosticarla en niños, adolescentes y adultos no significa necesariamente que las manifestaciones en los distintos grupos sean idénticas (Polaino- Lorente, 1988).

Para Del Barrio (2000), la depresión tanto adulta como infantil es un trastorno emocional caracterizado por ciertas vivencias subjetivas y ciertas conductas observables. A nivel subjetivo se destacan los sentimientos de tristeza y desgano, discriminantes básicos de los sujetos que padecen depresión; a nivel de comportamiento se aprecian conductas de apatía, trastornos somáticos y cansancio que les impiden a los sujetos el deleite de la vida o en casos más graves el desempeño de tareas habituales más elementales e incluso el deseo de vivir.

A partir de la aceptación de la existencia de la depresión infantil las investigaciones se han centrado en el diagnóstico y diseño de instrumentos de medición, así como en la búsqueda de teorías que expliquen la etiología, los factores de riesgo y la comorbilidad con otros trastornos de la infancia (Herrera, 2007). En este orden, hoy han aparecido modelos teóricos que comienzan a diseñar estrategias eficaces para el tratamiento de la depresión infantil, siendo el cognitivo conductual el modelo psicoterapéutico más difundido. Méndez, et al. (2002) afirman que los investigadores coinciden en recomendar programas que incluyan un amplio conjunto de objetivos terapéuticos, entre otros, sustituir los pensamientos automáticos, reducir estados emocionales de tristeza, ira y ansiedad, así como fortalecer las relaciones sociales. Con esa perspectiva, se sugiere un abordaje integral de la depresión infantil, por representar un desorden complejo en el que interaccionan diversos factores que la causan y mantienen.

La aparición de la depresión en la infancia sigue un curso crónico que puede presentar consecuencias secundarias, como déficits psicosociales, trastornos de conducta, alcoholismo, abuso de sustancias, personalidad antisocial y bajo rendimiento académico (Solloa, 2001).

Por otro lado, son diversos los factores de riesgo, por ejemplo la interacción familiar y los estilos de vida inadecuados en dicho contexto, que pueden generar la aparición de la depresión infantil. En este sentido, Del Barrio (2001) señala que los niveles de depresión aumentan en el niño cuando las relaciones con sus padres no son buenas o cuando existen dificultades entre ellos. Así mismo, tales factores pueden interrelacionarse, potenciando la aparición de la depresión en la infancia. Al respecto, Petti (1993) afirma que en la descripción de niños con este trastorno se evidencian factores de desarrollo, familiares, sociales, culturales y cognitivos. Respecto a las consecuencias de la depresión infantil, una de especial cuidado es el suicidio; Gould et al. (1998) señalan que el 63% de los niños que intentan el suicidio son los niños deprimidos.

Con relación a la prevalencia de la depresión infantil, MacCraken (1992) considera que las cifras varían según la población estudiada y los métodos utilizados. Las investigaciones más actuales coinciden en que la incidencia está entre 8% y 10%. Si se analiza por edades, se observa que en la etapa preescolar estas cifras descienden a 2%; en edades escolares se estima entre 8% y 10%; en los adolescentes asciende a 13% (Garrison et al. 1997).

En estudios realizados por Herrera, Losada y Rojas (2004) y Herrera (2007) se muestra que la fortaleza empírica y teórica reciente en el tema de la depresión infantil es un legado aportado por la comunidad científica de España y Estados Unidos, principalmente; sucesos que en las últimas décadas han marcado la pauta en la investigación con un alto grado de desarrollo y reconocimiento a nivel internacional.

En Colombia, un país abrumado por eventos como la violencia, los problemas económicos y la descomposición social, evidenciados en la pobreza y en el deterioro de las relaciones familiares y afectivas –factores propicios para desarrollar diversidad de trastornos en la población infantil–, las investigaciones sobre depresión en los niños apenas comienzan a perfilarse. De lo anterior se deriva el limitado conocimiento respecto a la temática, sumado a que este es un país de contrastes marcados: desde la miseria absoluta hasta la superabundancia, con patrones de convivencia igualmente opuestos. Estas características y estilos de vida hacen más proclive el desarrollo de la depresión infantil.

Como antecedentes inmediatos en Colombia se conoce la investigación de Mantilla, Sabalza, Díaz y Campos (2004), realizada en la ciudad Bucaramanga con doscientos cuarenta y ocho niños entre los ocho y los once años de edad escolarizados de básica primaria utilizando el CDI-S, con el cual se encontró una prevalencia del 9,2%. Otra investigación es la de Gaviria, Martínez, Atehortúa y Trujillo (2006) en La Ceja, Antioquia, quienes reportan una prevalencia del 12,5%, en una muestra de seiscientos noventa y ocho niños utilizando el CDI de Kovacs (1992). Las investigaciones anteriores representan hasta el momento los estudios empíricos publicados en Colombia.

Con base en las escasas investigaciones existentes en el país y en la relevancia del tema, esta investigación pretende orientar a las entidades encargadas de preservar la salud y a la sociedad en general para que se comprometan de forma permanente con la salud mental infantil, y se generen espacios que posibiliten alternativas de asistencia, estrategias de prevención, promoción, intervención y control de los factores de riesgo de la población afectada.

Objetivo

El propósito de esta investigación fue identificar la prevalencia de la sintomatología de la depresión y las características sociodemográficas de niños de básica primaria entre los ocho y los once años de edad con síntomas de depresión en la ciudad de Neiva, Colombia; con la intención de aportar al conocimiento de la depresión infantil en un país carente de investigaciones, con rasgos socioculturales y políticos que difieren de otros donde la economía y las investigaciones en el tema tienen un amplio desarrollo.

Método

Diseño

La metodología empleada es de tipo descriptivo de corte transversal, pues su objetivo es especificar las propiedades y características importantes de los individuos, grupos, comunidades o cualquier otro fenómeno que se someta a un análisis (Hernández et al., 2003).

Participantes

La primera etapa de la investigación consistió en un muestreo probabilístico por conglomerados. Las unidades primarias las constituyen los grados escolares de cada colegio del sector oficial y no oficial. Al aplicar la fórmula para determinar el tamaño de la muestra, de sesenta y nueve centros educativos de la ciudad de Neiva se obtuvieron ochenta y cinco grupos escogidos aleatoriamente. Para determinar la muestra se partió de un nivel de confianza del 95%, error máximo admitido 5% y una varianza poblacional de 0,25%.

El número de sujetos que participaron en esta etapa fue 1832 niños, (864 niños y 968 niñas), con un rango de edad entre los ocho y once años, pertenecientes a cincuenta y cuatro centros educativos, veintisiete oficiales y veintisiete no oficiales de enseñanza básica primaria de la ciudad de Neiva (media de 9,38 y desviación típica 1,1). Hay que aclarar que quince centros educativos de los sesenta y nueve que hacían parte de la muestra no autorizaron la participación en la investigación.

En la segunda etapa, de los trescientos trece niños y niñas que presentaron síntomas de depresión, solo participaron ciento uno, con previa autorización de sus padres. No fue posible abordar el total de la muestra con síntomas de depresión por la falta de claridad en la nomenclatura de sus domicilios, el difícil acceso a algunos sitios y en algunos casos la no autorización de sus padres.

Instrumentos

En la primera fase se aplicó el CDI, Inventario de depresión infantil de Kovacs (1992), versión adaptada por Del Barrio, Moreno y López (1999) a población española; es el instrumento más utilizado en Iberoamérica por investigadores en el tema de la depresión infantil (Herrera, Losada y Rojas, 2004). El CDI es un autoinforme que costa de veintisiete ítems para medir sintomatología depresiva en niños y adolescentes

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