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Como Interpretamos La Conducta Social Y Sus Sesgos

pasion_hsm10 de Noviembre de 2013

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CAPITULO II

Cómo interpretamos la conducta social: las atribuciones causales y sus sesgos

Introducción

El mundo social que nos rodea es muy complejo y con frecuencia imprevisible. Sin embargo, la gente necesita entender lo que acontece a su alrededor como forma de conseguir una adecuada adaptación al medio y sacar de él el máximo partido posible. Para ello, en la vida cotidiana todos nosotros intentamos continuamente explicar la conducta de los demás e incluso la nuestra propia.

Es más, necesitamos, a la hora de explicar tal conducta, buscar sus causas: es nuestra forma de controlar, al menos cognitivamente, nuestro entorno. Ahora bien, ¿explicamos de la misma manera la conducta de los demás y la nuestra? ¿A qué causa solemos atribuir nuestra conducta? ¿Y la de los otros? Dar una respuesta a estas cuestiones es el objetivo principal de este capítulo.

Para abrir el capítulo veamos un ejemplo: Mientras estoy de vacaciones, un compañero de la empresa donde trabajo ha ascendido al cargo de director de ventas. Terminadas las vacaciones me reincorporo al trabajo y al entrar a la empresa, mientras estoy fichando, pasa por mi lado, con prisas, el mencionado compañero que no me saluda y ni siquiera me mira. ¿Cómo influirá este hecho en nuestras relaciones mutuas? ¿A qué atribuiré la conducta interpersonal suya? Veamos dos tipos bien diferentes de atribución, aunque las dos perfectamente plausibles.

1.- Por una parte, pongamos que atribuyo la conducta de este mi compañero a «cierto aire» y me digo: «Ya sabía yo que se le iba a subir el cargo a la cabeza. Siempre fue soberbio y se creyó más que nadie, así que ahora más. Por eso ya ni me saluda.» No es raro que unas horas después, bajo a desayunar a la cafetería, que está casi vacía, y al otro lado de la barra esté el compañero de marras. Con toda probabilidad no sólo no me acercaré a él, sino que incluso tomo mi manzanilla al otro lado de la barra y dándole la espalda, lo que podría fácilmente ser atribuido por él a envidia por mi parte... No creo que al lector le extrañe que a partir de ese momento las relaciones entre mi compañero y yo empeoren, incluso de una forma importante. Sin embargo, contemplemos otra posibilidad: pongamos que atribuyo la conducta de mi compañero a mero despiste, y me digo:

«Caramba, no me extraña esta conducta. Siempre fue muy despistado, así que ahora con los líos de la dirección de ventas y tal, ni se ha fijado que yo estaba aquí.» Unas horas más tarde bajo a desayunar a la cafetería, le veo al otro lado de la barra, me acerco a él y en tono un tanto jocoso le llamo distraído y despistado, le cuento que pasó a mi lado y ni me miró. Probablemente los dos nos riamos de su despiste y, si se me apura, desde ese momento nuestras relaciones incluso mejorarán algo.

No creo que le extrañe al lector las dos clases tan contrapuestas de consecuencias que puede tener este mismo hecho, dependiendo sólo de las atribuciones causales que hagamos. Ciertamente podemos decir que, en todo caso, las cosas son algo más complejas de lo que aquí he expuesto en esta anécdota, dado que también las relaciones previas que hayamos tenido mi compañero y yo habrán influido en la atribución que yo haya hecho.

Pero también es cierto que la atribución causal que se haga depende también del tipo de personalidad que tengamos, de nuestro carácter optimista o pesimista. Y ciertamente, y éste es a mi juicio el aspecto más positivo de esta cuestión, el estilo atribucional, el tipo de atribuciones que solemos hacer, puede cambiarse y puede mejorarse. Espero que este capítulo sirva de ayuda para mejorar en esta dirección.

Modelos y teorías de atribución

Dado que el mundo en que vivimos es enormemente complejo y necesitamos saber a qué atenernos, necesitamos controlar esa complejidad de nuestro entorno, al menos cognitivamente, y para ello intentamos continuamente hacer un cierto tipo de atribuciones para así hacer más estable ese nuestro entorno, con el fin de poder predecir el comportamiento de los demás e incluso el nuestro propio y de esta forma reducir al mínimo las posibles sorpresas.

Resulta altamente útil aquí distinguir con claridad entre modelos y teorías de la atribución. Los modelos y teorías atribucionales pretenden analizar cómo las personas explican la conducta de los demás —por ejemplo, atribuyéndola ya sea a disposiciones internas (rasgos, motivos y actitudes perdurables) o a situaciones externas.

Estas atribuciones son cruciales, dado que influyen poderosamente en nuestras reacciones ante los demás y nuestras decisiones en relación a ellos.

Por otra parte, las teorías de la atribución analizan la forma en que explicamos la conducta de las personas y todas ellas comparten al menos estas tres suposiciones:

a) Intentamos darle sentido a nuestro mundo;

b) Las acciones de las personas las atribuimos a causas internas o externas; y c) Lo hacemos de maneras hasta cierto punto lógicas y consistentes, aunque, como veremos, no carentes de importantes errores y sesgos.

A) Modelos atribucionales: Existen tres grandes modelos atribucionales, que Leyens y cols. (1994) denominaron «modelos prescriptivos»:

1) La psicología ingenua de la acción, de Heider: Fritz Heider (1958), psicólogo alemán que huyó de la Alemania nazi exiliándose en los Estados Unidos, fue el primer autor que comenzó a desarrollar la teoría de la atribución bajo una perspectiva netamente gestaltista y dentro de una disciplina, la psicología social, que siempre había destacado los componentes cognitivos del comportamiento humano. Heider se dio cuenta de que nuestro comportamiento depende más de nuestra percepción que de la propia realidad. Nuestra reacción a un acontecimiento, por ejemplo, dependerá más de cómo nosotros percibamos ese acontecimiento que del acontecimiento en sí. Por ello, para él la atribución, que la define como el proceso por el que «el hombre capta la realidad para tratar de predecirla y controlarla», es un momento capital en el análisis de la acción de un sujeto.

Si queremos entender cómo se comporta una persona debemos entender los procesos atribucionales que utiliza.

Así pues, para comprender la conducta humana es necesario conocer cómo la gente percibe su mundo social y cómo informa sobre él.

La teoría de la formación de impresiones olvidaba un aspecto importantísimo: las circunstancias en que tiene lugar una conducta. Heider tratará de superar este problema. Según el contexto y las circunstancias de una misma conducta inferiremos un rasgo de personalidad u otro diferente. Más aún, un principio fundamental en el análisis de Heider es que la gente desea controlar y predecir su entorno, desea anticipar los efectos que tendrá su conducta sobre su entorno y sobre sí mismo, para saber a qué atenerse y saber cómo debe actuar.

Por ello, utiliza atribuciones causales: la gente percibe la conducta como estando causada. Ahora bien, la causa de una conducta puede ser atribuida al propio actor (atribución interna) o al ambiente (atribución externa). Y estas atribuciones causales determinarán las relaciones interpersonales. Por ejemplo, la conducta de un profesor hacia un alumno que ha hecho muy mal un examen será muy diferente según que atribuya ese fracaso al medio (a una tragedia familiar en casa del niño, justo un día antes del examen) o lo atribuya al propio alumno (falta de esfuerzo, por ejemplo).

Generalmente solemos hacer atribuciones internas de los éxitos alcanzados por una persona que la consideramos de alto estatus, poder, prestigio o competencia, y en cambio ese mismo éxito lo atribuiremos a causas externas cuando quien lo consigue es percibido por nosotros como poco competente o con poco poder o estatus. Y así cuando, por ejemplo, un jugador de fútbol muy famoso realiza una buena jugada lo atribuimos a su capacidad y competencia, sin embargo, si esa misma jugada la hace un futbolista de segunda fila, lo atribuiremos a la suerte. Ahora bien, las atribuciones internas/externas que hacemos son, también ellas, adaptativas. Así, cuando Sedikides y Anderson (1992) preguntaron a sus sujetos, norteamericanos, por qué varios estadounidenses habían huido a la URSS, la respuesta era contundente: por «traición» (atribución interna), pero cuando les preguntó por qué varios soviéticos habían huido a los Estados Unidos.

La respuesta no fue menos contundente: para huir de la opresión que había en su país (atribución externa).

2) El modelo de las inferencias correspondientes de Jones y Davis: tras recoger el modelo de Heider, prefieren Jones y Davis (1965) centrarse en un aspecto que consideran crucial en este terreno: la atribución de la intencionalidad.

El problema sería, pues, el siguiente: ¿cómo puede un observador externo captar las intenciones subyacentes a las conductas concretas y particulares de una persona? Es decir, lo que pretende este modelo es buscar una causalidad interna al comportamiento de la gente. Parten estos autores de la base de que las personas intentan con su conducta alcanzar consecuencias para ellas deseables. En consecuencia, operando como un procesador de información, el perceptor puede llegar a conocer las intenciones de un actor, cuando éste actúa libremente, a partir de las consecuencias o los efectos de su comportamiento. En este proceso el observador se guiará por el principio de la eliminación de las causas más improbables. Para ello establecen

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