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Desviaciones Comunicacionales


Enviado por   •  14 de Agosto de 2014  •  3.098 Palabras (13 Páginas)  •  633 Visitas

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Introducción: En este texto Freud nos habla de sus dos tópicas, la primera es la referida a la diferenciación entre conciente, inconciente y pre conciente consideradas las cualidades psíquicas. La segunda se refiere a el ello el yo y el súper yo que las considera las instancias psíquicas.

l. Conciencia e inconciente

Freud comienza este capítulo hablándonos de que la diferenciación de lo psíquico en conciente e inconcientees la premisa básica del psicoanálisis y la única que da la posibilidad de comprender los procesos patológicos de la vida anímica.

El psicoanálisis no puede situar en la conciencia la esencia de lo psíquico, sino que considera a la conciencia como una cualidad de lo psíquico.

El <ser conciente> es una expresión puramente descriptiva que llega a la percepción mas inmediata y segura, además la experiencia ha demostrado que un elemento psíquico no suele ser conciente de una manera duradera, de hecho lo característico es que el estado de conciencia pase con rapidez, pero esta puede volver a hacerse conciente si se dan determinadas condiciones.

El término <inconciente> se ha tomado por el camino de que es un procesamiento de experiencias en la que desempeña un papel la dinámica anímica. Existen procesos anímicos o representaciones muy intensas que pueden tener plenas consecuencias para la vida anímica, sólo que estas representaciones por sí solas no pueden tener un devenir conciente. La explicación para esto es que tales representaciones no pueden ser concientes porque existe una fuerza que se resiste a ello. El psicoanálisis ha logrado estrategias para quitar esa fuerza y volver las representaciones concientes. Llamaremos represión {fuerza de desalojo} al estado en que se encontraban las representaciones antes de ser concientes y llamaremos resistencia a la fuerza que mantiene la represión durante el trabajo psicoanalítico.

De la doctrina de la represión es de donde se extrae el concepto de inconciente, lo reprimido es el modelo de lo inconciente. Se diferencian dos tipos de inconciente:

1) Preconciente: que es lo latente que es susceptible de conciencia, debido a que es inconciente sólo descriptivamente y no en el sentido dinámico. El preconciente está más cerca del conciente que el inconciente.

2) Inconciente: es lo reprimido inconciente dinámicamente.

Por lo tanto, ahora tenemos tres términos: El conciente, el inconciente, y el preconciente. En donde no se debe olvidar que existen 2 inconcientes descriptivos y uno sólo dinámico.

Se dice que la diferenciación que podemos hacer entre conciente e inconciente es una cosa de percepción, pero estos distingos en la práctica son insuficientes, un claro ejemplo de esto es lo que llamamos el “yo”.

El “yo” es creado por la formación de una representación de organización coherente de los procesos anímicos de una persona. De este yo depende la conciencia, este gobierna los accesos a la motilidad(descarga deexcitaciones al mundo exterior); ejerce un control sobre todos sus procesos parciales en donde en la noche se va a dormir y aplica la censura onírica. De este yo que acabamos de describir es que también surgen las represiones, a raíz de las cuales ciertas aspiraciones anímicas se excluyen tanto de la conciencia como de otras modalidades de vigencia. Esto hecho a un lado por la represión se contrapone al yo en donde se plantea la tarea de cancelar las resistencias que el yo exterioriza al ocuparse de lo reprimido. Llevando esto a la observación obtendríamos lo siguiente: El enfermo experimenta dificultades cuando se le asignan determinadas tareas, sus asociaciones fallan cuando debe acercarse a lo reprimido, con esto se dice que se encuentra bajo la “resistencia” pero el enfermo no sabe nada de esto a pesar de sentir los displaceres, puesto que esta resistencia surge de su propio “yo”, se descubre que el yo también esta compuesto de inconciente que se comporta como lo reprimido(exterioriza efectos intensos sin devenir conciencia) siendo necesario un trabajo particular para volverlo conciente. Esta parte icc del yo no es latente en el sentido de lo Prcc, porque de ser así no podría ser activado sin devenir cc.

Esto trae consecuencias para nuestra concepción de lo inconciente. Hay un acuerdo en que lo icc no coincide con lo reprimido, que no todo icc es represión pero si toda represión es icc, además también una parte del yo es icc.

Finalmente se llega a constituir un tercer Icc, no reprimido. Freud señala que el carácter de la inconciencia ha perdido significatividad como afirma Freud: “pasa a ser una cualidad multivoca que no permite las amplias y excluyentes conclusiones a que habríamos querido aplicarla”. (pág.20)

ll. El yo y el Ello

En este capitulo Freud comienza hablando de que lograron encontrar el punto distintivo de la conciencia e inconciencia y que últimamente este se ha visto multívoco.

No obstante a esto, todo nuestro saber esta ligado siempre a la conciencia, aun de lo Icc podemos tomar noticia haciéndolo conciente. Surge la pregunta de ¿Cómo podemos hacer conciente algo?

La conciencia es la superficie del aparato psíquico, es la que tiene el primer contacto con el mundo exterior, por lo pronto son cc todas las percepciones que nos vienen de afuera(percepciones sensoriales) y de adentro (sentimientos y sensaciones), con esto surge la pregunta de ¿Qué sucede con el procesamiento de lo llamado pensamiento?

La diferencia entre una representación icc y una pcc consiste en que la primera se consuma en algún material no conocido mientras que la otra se añade a la conexión con representaciones-palabras.

Estas representaciones palabra son restos mnémicos (alguna vez fueron percepciones y por tanto pueden volver a devenir concientes) es decir, solo puede devenir conciente lo que una vez ya fue percepción cc. Los restos mnémicos son contenidos en sistemas contiguos al del prcc por lo cual sus investiduras fácilmente pueden transmitirse hacia adelante, a los elementos del sistema prcc.

Aquí podemos reconocer que se viene a la memoria la alucinación y el hecho de que el recuerdo,aun el más vívido, se diferencia siempre de la alucinación. Los restos de palabra provienen por lo general de las percepciones acústicas, la palabra es entonces el resto mnémico de la palabra oída. Freud nos menciona que nuestro ello estaría compuesto mas por las percepciones visuales.

La percepción interna: son sensaciones de procesos proveniente de estractos diversos y profundos del aparato psíquico son multiloculares, su mayor paradigma es la serie de placer-displacer estos son más originarios y pueden salir a la luz aun en estados de conciencia turbada. Las sensaciones de carácter placentero no tienen en si nada esforzante en cambio el displacer tiene un alto carácter esforzante, el placer es una disminución y el displacer una elevación de la investidura energética.

Las sensaciones y sentimientos solo devienen concientes si alcanzan el sistema P, si se les bloquea su conducción hacia adelante, no afloran como sensaciones.

El papel entonces de las representaciones palabra es que por su mediación los procesos internos de pensamiento son convertidos en percepciones. Esto se puede ejemplificar en lo que Freud afirma: “A raíz de una sobreinvestidura del pensar, los pensamientos devienen percibidos real y efectivamente y por eso los tiene por verdaderos”(pág.25)

Podemos comenzar a construir la representación del yo, este parte del sistema P,como de su núcleo y luego abraza al Prcc, que se apuntala en los restos mnémicos. GeogorGroddeck dice que el yo se comporta de manera pasiva y somos <vividos> por poderes ingobernables.

Freud le llama <<yo>> entonces a la esencia que parte del sistema P y que es primero Prcc. El <<ello>>corresponde a lo otro psíquico en que aquel se continua y se comporta como icc.

Un individuo es para nosotros ahora un ello psíquico, no conocido e inconciente sobre el cual como una superficie, se asienta el yo, desarrollado del sistema P como si fuera su núcleo. El yono envuelve por completo al ello, sino solo la extensión en que se forma la superficie del sistema P, es decir que el yo no esta separado completamente del ello.

Pero también lo que esta reprimido se comunica con el ello pero se encuentra separado del yo por las resistencias de represión, sin embargo, lo reprimido se puede llegar a comunicar con el yo a través del ello.

El yo es la parte del ello alterada por la influencia directa del mundo exterior, con mediación de P-Cc. “Además, se empeña en hacer valer sobre el ello el influjo del mundo exterior, así como sus propósitos propios; se afana por reemplazar el principio de placer, que rige irrestrictamente en el ello, por el principio de realidad. Para el yo, la percepción cumple el papel que en el ello corresponde a la pulsión” (p.27). El yo es el representante de lo que puede llamarse razón y prudencia, por oposición al ello, que contiene las pasiones. Funcionalmente al ello se le asigna el gobierno sobre los accesos a la motilidad. “...el yo suele trasponer en acción la voluntad del ello como si fuera la suya propia” (p.27)

Además del sistema P, el cuerpo propio parece ejercer una acción sobre la génesis del yo y su separación del ello. Sobre todo la superficie del cuerpo es un sitio del que pueden partir simultáneamente percepciones internas y externas. El yo no es sólo una esencia-superficie, sino que es una esencia-cuerpo. El yo conciente, es ante todo un yo-cuerpo.

Hasta un trabajo intelectual sutil y difícil, como el que suele exigir una empeñosa reflexión, puede realizarse también preconcientemente, sin alcanzar la conciencia. Hay personas en que la autocrítica y la conciencia moral, son inconcientes.

“No sólo lo más profundo, también lo más alto en el yo puede ser inconciente” (p.29).

III. El yo y el superyó (ideal del yo)

El ideal-yo o superyó, se encuentra dentro del yo y es una diferenciación dentro de éste. Esta pieza del yo mantiene un vínculo menos firme con la conciencia.

Una investidura de objeto es sustituida por una identificación. Esta sustitución participa en la formación del yo y ayuda a producir su carácter. En la fase primitiva oral es imposible distinguir entre investidura de objeto e identificación.

El carácter del yoes una sedimentación de las investiduras de objeto resignadas, contiene la historia de estas elecciones de objeto. El carácter del yo, se conforma con aquello que amamos (alguna vez) y que hemos perdido.

Más tarde se puede suponer que las investiduras de objeto parten del ello, que siente las aspiraciones eróticas como necesidades. El yo todavía endeble al principio, recibe noticias de las investiduras de objeto les da su aceptación o busca defenderse de ellas mediante la represión. Existe una simultaneidad entre la investidura de objeto e identificación, vale decir, una alteración del carácter antes que el objeto haya sido resignado.

La alteración del yo por la elección erótica de objeto permite al yo dominar al ello y profundizar sus vínculos con él. Cuando el yo adquiere los rasgos del objeto, por así decir, se impone él mismo al ello como objeto de amor, busca repararle su pérdida diciéndole: “Mira, puedes amarme también a mí; soy tan parecido al objeto”. Al mismo tiempo ocurre una trasposición de libido de objeto el libido narcisista, lo cual conlleva a una resignación de las metas sexuales, una desexualización y, por tanto, una suerte de sublimación.

Si las identificaciones-objeto del yo predominan, se vuelven demasiado numerosas e hiperintensas, e inconciliables entre sí, amenaza un resultado patológico. (Personalidad múltiple)

Los efectos de las primeras identificaciones, las producidas a la edad más temprana, serán universales y duraderos. Esto nos reconduce a la formación del superyó, pues tras ella se esconde la identificación primera, de mayor valencia, del individuo: la identificación con el padre, es una identificación directa e inmediata. Las elecciones de objeto que corresponden a los primeros períodos sexuales y atañen a padre y madre, refuerzan la identificación primaria.

Complejo de Edipo

Niño varón

En época tempranísima desarrolla investidura de objeto hacia la madre, que tiene su punto de arranque en el pecho materno. El varoncito se identifica con el padre. Ambos vínculos marchan por un tiempo simultáneamente, hasta que por el refuerzo de los deseos sexuales hacia la madre y por la percepción de que el padre es un obstáculo para estos deseos, nace el complejo de Edipo.

Ahora la identificación-padre cobra una tonalidad hostil, se transforma en un deseo por eliminar al padre para sustituirlo junto a la madre. A partir de ahí la relación con el padre es ambivalente.

Complejo de Edipo simple, positivo: la actitud (postura) ambivalente hacia el padre, y la aspiración de objeto exclusivamente tierna hacia la madre, caracterizan, para el varoncito, el contenido del C. de Edipo positivo.

Con la demolición del C. de Edipo tiene que ser resignada la investidura de objeto de la madre. Puede tener dos diversos reemplazos:

1. Identificación con la madre

2. Un refuerzo de la identificación-padre (es el más normal de los dos, permite retener el vínculo tierno con la madre).

La masculinidad se reafirma en el carácter del varón por obra del sepultamiento del complejo de Edipo. Análogamente, la actitud edípica de la niñita puede desembocar en un refuerzo de su identificación-madre, que afirme su carácter femenino.

Muy a menudo, la niña pequeña, después que se vio obligada a renunciar al padre como objeto de amor, retoma y destaca su masculinidad y se identifica no con la madre, sino con el padre, esto es con el objeto perdido.

La salida y el desenlace de la situación del Edipo en identificación-padre o identificación-madre parecen depender, en ambos sexos, de la intensidad relativa de las dos disposiciones sexuales.

El c. de Edipo simple no es el más frecuente, es más común el c. de Edipo más completo, que es uno duplicado, positivo y negativo, dependiente de la bisexualidad originaria del niño.

Complejo de Edipo completo: el varoncito no posee sólo una actitud ambivalente hacia el padre, y una elección tierna de objeto a favor de la madre, sino que se comporta también, simultáneamente, como una niña: muestra la actitud femenina tierna hacia el padre, y la correspondiente actitud celosa y hostil hacia la madre.

En uno de los extremos se sitúa el Complejo de Edipo normal, positivo y en el otro extremo el inverso, negativo. A raíz del sepultamiento del complejo de Edipo, de las cuatro aspiraciones que habían, surge una identificación-padre y madre; la identificación-padre retendrá el objeto-madre del complejo positivo y simultáneamente, el objeto-padre del complejo invertido, es decir muestra una actitud tierna hacia el padre y hacia la madre, y lo análogo es válido para la identificación-madre. Freud estima que se puede suponer en general, que los neuróticos han tenido un complejo de Edipo completo.

El resultado más universal del c. de Edipo es la sedimentación del yo, que consiste en el establecimiento de estas dos identificaciones, la del padre y la de la madre, unificadas entre sí. Esta alteración del yo recibe su posición especial y es llamada ideal del yo o superyó.

Superyó

No es simplemente un residuo de las primeras elecciones de objeto del ello, sino que tiene también la significatividad de una enérgica formación reactiva frente a ellas. Su vínculo con el yono se agota en la advertencia: <<Así (como el padre) debes ser>>, sino que comprende también la prohibición: <<Así (como el padre) NO te es lícito ser>>.

El superyó conservará el carácter del padre, y cuanto más intenso fue el complejo de Edipo y más rápido se produjo su represión (por el influjo de la autoridad, la doctrina religiosa, etc) tanto más riguroso aparecerá el superyó como conciencia moral, quizá también como sentimiento inconciente de culpa, sobre el yo. La génesis del superyó, es el resultado de dos factores de suma importancia, uno biológico y otro histórico: el desvalimiento y la dependencia del ser humano durante su prolongada infancia, y el hecho de su complejo de Edipo.

Se le ha criticado al psicoanálisis que no hace caso de lo más alto, lo moral, lo suprapersonal, en el ser humano. En relación a esas críticas Freud afirma: “Por cierto que la hay, y es la entidad más alta, el ideal del yo o superyó, la agencia representante de nuestro vínculo parental. Cuando niños pequeños, esas entidades superiores nos eran notorias y familiares, las admirábamos y temíamos; más tarde las acogimos en el interior de nosotros mismos”.

El superyó es, por lo tanto la herencia del complejo de Edipo y, así expresión de los más importantes destinos libidinales del ello. Cuando el superyó se instituye, el yo se apodera del complejo de Edipo y simultáneamente se somete él mismo al ello. Mientras que el yo es esencialmente el representante del mundo exterior, de la realidad, el superyó se le enfrenta como abogado del mundo interior, del ello. Entonces, conflictos entre el yo y el ideal del yo, reflejarán, en último análisis, la oposición entre lo real y lo psíquico, el mundo exterior y el mundo interior.

El superyó, como formación sustitutiva de la añoranza del padre, contiene el germen a partir del cual se formaron todas las religiones. El juicio que hace el yo de que es insuficiente en comparación con el superyó, da por resultado el sentir religioso de la humillación (que el creyente invoca en su añoranza). En el posterior circuito del desarrollo, maestros y autoridades fueron retomando el papel del padre; sus mandatos y prohibiciones han permanecido vigentes en el superyó y ahora ejercen, como conciencia moral, la censura moral. La tensión entre las exigencias de la conciencia moral y las operaciones del yo es sentida como sentimiento de culpa.

Religión, moral y sentir social, han sido en el origen uno sólo. Se adquirieron filogenéticamente en el complejo paterno. Los sentimientos sociales descansan en identificaciones con otros sobre el fundamento de un idéntico ideal del yo. Nacen todavía hoy en el individuo como una superestructura que se eleva sobre las mociones de rivalidad y celos hacia los hermanos y hermanas. Se establece una identificación con los que fueron inicialmente rivales. La diferenciación entre yo y ello, se atribuye no solo a los seres humanos primitivos, sino a seres vivos mucho más simples aún, puesto que ella es la expresión necesaria del influjo del mundo exterior. El ello no puede vivenciar o experimentar ningún destino exterior si no es por medio del yo, que subroga ante él al mundo exterior. No es lícito tomar demasiado rígidamente el distingo entre yo y ello, ni olvidar que el yo es un sector del ello diferenciado particularmente. Las vivencias del yo, si se repiten con la suficiente frecuencia e intensidad en muchos individuos que se siguen unos a otros individualmente, se trasponen, por así decir, en vivencias del ello, cuyas impresiones son conservadas por herencia.

Conclusión:

En estos tres capítulos Freud desarrolla la idea de las dos tópicas expuestas en la introducción, y explica el surgimiento de cada una de ellas, su definición y la función que cumplen en la estructura psíquica.

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