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Diario de un enfermo terminal

jesus578Ensayo18 de Noviembre de 2013

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Diario de un enfermo terminal

Mientras vivo mi enfermedad reculo. Si uno pudiera desprenderse de fardos innecesarios y de cargas absurdas y lograse mantener un balance entre lo prescindible y lo imprescindible, entre lo necesario y lo innecesario, podría ser menos tormentoso llegar al final.

Toda la vida cargamos; cargamos vida y muerte. El equipaje, con el tiempo, salvo contadas excepciones, cada vez es más pesado y poco útil. Prescindir no es característica humana. A la pequeña maleta original se agregan nuevas maletas. Unas llevan alegrías, otras, sinsabores, los primeros recuerdos, las últimas deudas. Desprenderse de algunos baúles conforme la vida corre es necesario y sano. Casi nadie lo hace. Cargamos, no prescindimos, sumamos, no restamos. Las valijas se hinchan, ceden las hebillas: no cabe nada más. Cuando la enfermedad avisa que la vida será breve, abrir y remover el contenido del equipaje es necesario.

Al lado de mis maletas reculo. La piel gastada, comida, las hebillas rotas, los esquineros perdidos, y las asas a punto de romperse lo exigen. Mi "tiempo enfermedad" ocupa los escasos recovecos de mis bártulos. Revalorar el pasado y confrontar la cruda e inevitable realidad es parte de la nueva faena.

Si se consigue acomodar el equipaje tiempo antes de enfermar y reacomodarlo durante su proceso quizás sea posible delegar y dejar, en el camino, no sin dolor, algunas cosas; cosas no como objetos inertes, sino como vida. Quizás así, abandonando, no en el sentido de olvidar o dejar, sino de desprenderse y entregar, resulte más sencillo iniciar el luto propio para después compartirlo con quienes se desee. Educarse para morir; auto educarse para despedirse es la propuesta.

Vivir el luto personal puede ser terapéutico. Soltar, soltar la vida, soltarte. Abrir el periódico, y asomarse a la realidad, en tiempos de enfermedad y pérdidas es necesario: el mundo, cruel y hermoso, crudo y tierno, lleno de amor y desamor, casa y ausencia, sigue ahí, y seguirá en el mismo sitio, con uno y sin uno. Cuando muchos seres queridos han fallecido es más fácil partir. Con la muerte nada cambia. El mundo sigue ahí. Soltar y soltarse. La idea, "polvo eres y en polvo te convertirás", no es divina: es ley de la vida, regla del cuerpo muerto, última expresión de la realidad. Así es la imagen del cadáver y la idea que empiezo a vivir conforme avanza la enfermedad y el deterioro se profundiza: caigo hacia un precipicio, hondo, ilimitado, sin final.

Recurro a uno de mis diccionarios, compañeros imperecederos. Todos sirven: los de la lengua materna, los de otros idiomas, los de sinónimos, antónimos e ideas afines. Cadáver proviene del latín "cadavere", del verbo "cadere", caer: caído y mortal. Otras fuentes, no siempre aceptadas, explican que cadáver proviene del latín Caro Data Vermibus (Carne dada a gusanos). Caer es suficiente; cohabitar con gusanos aterroriza.

Prescindir, retirarse de algo o abandonarte a ti mismo es una elección. Elegir implica ganar y perder. Se abren otros caminos. Cuando dejas algo, cuando abandonas a alguien, cuando te desprendes de alguna de tus partes, construyes otros "algos", elaboras "otras cosas", en mi caso, por mi "tiempo enfermedad", la despedida.

Regresar al pasado, a los tuyos, a tus cosas es saludable. Adentrarte en el final, cuando la enfermedad lo impone, es imprescindible. Si abandonas, si "te dejas", si "te sueltas", algunos términos de uso frecuente como perder o ganar ofrecen otras perspectivas. Cuando se está muy enfermo y se piensa o se desea el final, perder, perder la vida, no implica, necesariamente, un dolor inmenso.

Cuando el dolor del presente horada con crueldad la idea del futuro se desvanece: hablas de otra forma, apelas a tu voluntad, a una nueva voluntad. Te rebelas: ¿por qué yo?, te preguntas: ¿acaso Dios, acaso yo?, ¿acaso la rutina de la vida es igual a la rutina de la muerte? O quizás la rutina no sea rutina y todo, nacer y morir, sea igual; incluso, el brete puede ser uno de esos entuertos filosófico imposibles de responder: ¿existe la muerte antes de la vida?

Cuando enfermo hablas y preguntas aunque nadie conteste. Hablas mucho, sin voz, con voz, sin palabras, con palabras, para ti, para nadie. Hablas: no importa a quién ni importa si eres escuchado. Hablas para mantenerte vivo y escucharte. Los soliloquios no son solamente privilegio de los locos o de los "solos"; son también de quienes confrontan algún dolor, alguna pérdida, alguna muerte, sobre todo, la propia.

Al hablar deshojas las maletas. Recuerdas y vives. Tiras y mueres. Escombras y preguntas: y todo esto ¿para qué? Al hablar volteas el equipaje. Encuentras una tira de papel: Decir adiós, decirse adiós. Dicen que dejar todo antes de partir sirve; así lo creo, así lo escribo.

(Médico)

Comen

Anónimolunes, septiembre 05, 2011 8:27:00 p.m.

Las cosas que se dicen cuando la muerte se presiente y mas cuando se llevan años de enfermedad.

A esas alturas quien tiene este presentimiento ya no piensa en el dolor de los que te extrañaran y que interpretaran tu muerte como egoismo porque los abandonas, al contrario de lo que se pueda creer y decir es un acto de puro amor porque es mas importante para el enfermo saber que al morir aquellos al principio lloraran por el encontraran un alivio al no tener que despertar todos los dias con la zozobra que quizas mañana ya no respires mas el aire de este mundo.

Me gusta la manera en que me cuentas fragmentos de tu vida

«Al enfermo terminal no le importa el dolor, solo zanjar todos sus asuntos»

«Uno llega a la vida sin nada material, y se va igual, excepto con las experiencias de lo vivido y lo sentido. Al fin y al cabo, la vida es una enfermedad de transmisión sexual que finaliza con la muerte». Es difícil entender que una forma tan tajante de ver el mundo pueda albergar el secreto del bienestar, pero las palabras del doctor Jaime Sanz, médico del servicio de Oncología Médica y Cuidados Paliativos del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, buscan precisamente eso.

«El humor es juego, relajación, cariño. Es algo consustancial al ser humano que comienza en el vientre materno, cuando los fetos sonríen como sentimiento de acogida», evocó el presidente fundador de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal), y presidente de su equivalente cántabra, la Socpal.

Una veintena de alumnos lo escucharon ayer en el contexto de la charla 'El sentido del humor en los cuidados paliativos', que sirvió de introducción al monográfico 'Aprendiendo a vivir, aprendiendo a morir', desarrollado durante toda esta semana en la sede laredana de los cursos de verano.

Adultos infelices

«El problema es que ese sentido es algo que vamos perdiendo cuando nos hacemos mayores», enfatizó. Y en el ejemplo fue sobrecogedor, porque en su memoria de trabajo conserva ese modo de mirar al mundo del enfermo terminal, capaz de voltear la escala de valores que parecen regir una vida. «A este tipo de pacientes ya no les importa el dolor, sino estar contentos consigo mismos, zanjar todos sus asuntos, dejar todo arreglado, pedir perdón a tiempo o reencontrarse con alguien», comentó para poner el énfasis en que este pensamiento, a modo de filosofía, tiene una aplicación universal.

«Cualquier forma de pensar de este tipo también debe servirnos a los sanos. Si la gente tuviera más humor sería más feliz. Se darían cuenta de que no hay que magnificar los problemas y de que no hay que estar viviendo el pasado ni el futuro; porque solo se puede ser feliz en el presente», remarcó el médico ante los asistentes, principalmente profesionales del ámbito sanitario.

Totalmente en desacuerdo con el Dr.

A las personas al final de su vida, lo más importante es minimizar su sintomatología, la más frecuente es el dolor.y sí este no se controla, no pueden ni pensar en su vida ni en los suyos.Y lo peor, el dolor psicológico, muy poco tratado en esta comunidad.

Deben sentirse cómo personas bien atendidas, que se cubran todas sus necesidades, médicas y sobre todo afectivas.El sentido del humor es un buen remedio para afrontar esos momentos, pero también la empatía y buen hacer de los profesionales.

A nadie se nos ha educado para el "bien morir", pero en esos momentos sientes que debes dejar todo bien atado, sí, es cierto.Hay que ayudar a que se marchen con una sonrisa y una paz plena.

Y no todo el mundo está preparado para regalarles ese momento

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Juan Carlos Scipioni*

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