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Duelo Y Melacolia Freud


Enviado por   •  24 de Junio de 2014  •  2.173 Palabras (9 Páginas)  •  372 Visitas

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La melancolía se presenta en múltiples formas clínicas cuya síntesis en una unidad no está certificada y algunas sugieren afecciones más somáticas que psicógenas.

El duelo es la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc. A raíz de idénticas influencias, en muchas personas se observa, en lugar de duelo, melancolía.

La melancolía se singulariza en lo anímico por un sentimiento doloroso, una cancelación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda productividad y una rebaja en el sentimiento de sí exteriorizado en autorreproches y autodenigraciones y se extrema hasta el castigo.

En el duelo falta la perturbación del sentimiento de sí. La inhibición y el achicamiento del yo expresan una entrega incondicional al duelo que nada deja para otros propósitos.

En el duelo, el objeto amado ya no existe más, y de él emana la indicación de quitar toda libido de sus enlaces con ese objeto. A ello se opone una comprensible resistencia. El hombre no abandona una posición libidinal, ni aun cuando su sustituto ya asoma. Esa repulsa puede alcanzar tal intensidad que produzca un extrañamiento de la realidad y una retención del objeto por vía de una psicosis alucinatoria de deseo. Lo normal es que prevalezca el sometimiento a la realidad. Se ejecuta pieza por pieza con un gran gasto de tiempo y de energía de investidura y entretanto la existencia del objeto perdido continúa en lo psíquico. Los recuerdos y expectativas en que la libido se anudaba al objeto son clausurados, sobreinvestidos y en ellos se efectúa el abandono de la libido Una vez cumplido el trabajo del duelo el yo se vuelve otra vez libre y desinhibido.

En la melancolía el objeto tal vez no está realmente muerto, pero se perdió como objeto de amor (ej. una novia abandonada). Y en otros casos no sabemos con precisión lo que se perdió. También, el melancólico puede saber a quién perdió, pero no lo que perdió en él, lo que refiere a una pérdida de objeto sustraída de la conciencia, a diferencia del duelo, en el cual no hay nada inconciente en lo que corresponde a la pérdida.

En el duelo, la inhibición y falta de interés se esclarece por el trabajo del duelo que absorbe al yo.

En la melancolía la pérdida desconocida hace un trabajo interior semejante y será la responsable de la inhibición.

El melancólico muestra una rebaja en su sentimiento yoico (que falta en el duelo), un enorme empobrecimiento del yo.

En el duelo, el mundo se ha hecho pobre y vacío; en la melancolía, eso le ocurre al yo mismo. Se humilla ante todos los demás , extiende su autocrítica al pasado. El cuadro de este delirio de insignificancia moral se completa con el insomnio, el rechazo del alimento y un desfallecimiento de la pulsión de aferrarse a la vida, franqueza en el desnudamiento de sí mismo.

El melancólico ha sufrido una pérdida en el objeto; pero de sus declaraciones surge una pérdida en su yo.

El cuadro nosológico de la melancolía destaca el desagrado moral con el propio yo por encima del deterioro físico, fealdad, debilidad, inferioridad social. El empobrecimiento ocupa un lugar privilegiado entre sus temores.

Las querellas mas fuertes a las que el paciente se dirige se adecuan poco a él y muchas veces se ajustan a otra persona a quien el enfermo ama, ha amado a amaría. Al indagar, corroborará esta conjetura. La clave del cuadro clínico se obtiene comprendiendo los autorreproches como reproches contra un objeto de amor, que desde este han rebotado sobre el yo propio.

Sus quejas son realmente querellas. Ellos no se avergüenzan ni se ocultan, todo eso rebajante que dicen de sí mismos en el fondo lo dicen de otro. Son martirizadores y se muestran como injuriados y como objetos de una gran injusticia. Las reacciones de su conducta provienen de la constelación anímica de la revuelta, que después fueron trasportadas a la pena melancólica.

Hubo una elección de objeto y una ligadura de la libido a una persona determinada; por obra de una ofensa real o un desengaño de parte de la persona amada hubo un sacudimiento de ese vínculo de objeto. El resultado no fue el normal, un quite de la libido de ese objeto y su desplazamiento a uno nuevo, sino otro distinto que requiere varias condiciones. La investidura de objeto resultó poco resistente y fue cancelada, pero la libido libre no se desplazó a otro objeto sino que se retiró sobre el yo, que sirvió para establecer una identificación del yo con el objeto resignado. La sombra del objeto cayó sobre el yo, quien pudo ser juzgado como un objeto, como el objeto abandonado. De esa manera, la pérdida del objeto tuvo que mudarse en una pérdida del yo y el conflicto entre el yo y la persona amada, en una bipartición entre el yo crítico y el yo alterado por identificación.

Tiene que haber existido una fuerte fijación en el objeto de amor y en contradicción a ello, una escasa resistencia de la investidura de objeto. La identificación narcisista con el objeto se convierte en el sustituto de la investidura de amor, lo cual trae por resultado que el vínculo de amor no deba resignarse a pesar del conflicto con la persona amada. Un sustituto así del amor de objeto por identificación es un mecanismo importante para las afecciones narcisistas.

La melancolía toma prestados una parte de sus caracteres al duelo y la otra parte a la regresión desde la elección narcisista de objeto hasta el narcisismo. Es reacción frente a la pérdida real del objeto de amor, pero además lo convierte, toda vez que se presenta, en un duelo patológico.

La pérdida del objeto de amor es una ocasión para que salga a la luz la ambivalencia de los vínculos de amor. Y por eso, cuando preexiste la disposición a la neurosis obsesiva, el conflicto de ambivalencia presta al duelo una conformación patológica y lo impone a exteriorizarse en la forma de unos autorreproches, Las ocasiones de la melancolía se extienden del acontecimiento de la pérdida por muerte y abarcan todas las situaciones de agravio, de menosprecio y de desengaño en virtud de las cuales puede infiltrarse en el vínculo una oposición entre amor y odio o reforzarse una ambivalencia preexistente.

En la melancolía. Si el amor por el objeto se refugia en la identificación narcisista,

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