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Educacion Popular


Enviado por   •  8 de Febrero de 2015  •  2.884 Palabras (12 Páginas)  •  163 Visitas

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La educación en términos de Freire debe convertirse en un espacio de reflexión y crítica, debe partir de un análisis de la realidad que nos rodea, para comprenderla y en un proceso de aprendizaje mutuo estar dispuestos a transformarla, debe ser un acto de permanente liberación, donde cada uno de los actores alcancen no solo la transformación del mundo, sino también su propia transformación en la que la reflexión y la crítica se conviertan en una unidad dialéctica que permita avanzar hacia la construcción de una sociedad nueva.

En ese sentido la pedagogía del oprimido[1] niega el concepto de liberación, porque en esencia arrastra una negación del sí mismo, capaz de ser él para transformase y transformar el mundo que lo rodea, es el mantenimiento del carácter de clase de la educación que domina, que niega la capacidad del oprimido para alcanzar por si mismo su propia realización y al mismo tiempo que se opone a la educación liberadora, que busca que el individuo se convierta en sujeto cuya opción de vida sea la posibilidad de aprehenderse en su historicidad para

reaprender y recrear su mundo a partir de las posibilidades que éste le presenta.

¡Una educación que libere! Es una expresión que debe analizarse con cuidado, porque lo que vemos en el medio educativo, no es precisamente eso, es más bien el mantenimiento de la ignorancia, de la cultura del silencio[2], porque sólo así se garantiza, que no se piense en función de cambio, de avanzar hacia estadios críticos, donde cada quien sea capaz de identificar el papel dinámico que debe asumir, en función de una cultura popular matizada por un pensamiento dialéctico y así restringir el mantenimiento de la cultura de clase, donde unos mandan y los otros obedecen, no siendo más sujetos deshumanizados, sino sujetos de cambio y transformación.

La pregunta es ¿Cómo hacerlo? Aquí Freire a través de su obra, nos propone un cambio de actitud, nos pide pasar de la educación que todo lo corrige, a una acción educadora que propone un permanente proceso de crecimiento, que se basa en la acción de corregir, de auto corregirse, en función de un por qué y para qué lo hago, es una educación que cuestiona, que no pasa entero, que posibilita la liberación. Es una educación donde conjuntamente se aprende, yo aprendo del otro lo que no sé y a su vez el otro aprende lo que yo sé, por eso los círculos de cultura[3] se convierten en espacios de aprendizaje mutuo, donde se comparte y se crece mutuamente en

función de la transformación de la realidad y del mundo.

El concepto de educación que plantea Freire debe partir de la necesidad de problematizar el mundo, de cuestionarlo a partir de una relación dialéctica con él; el docente deberá dejar de ser quien posee el saber y el que conoce lo que deben aprender sus estudiantes, fomentar procesos memorísticos, es una manera de agenciar la idea de un educador poseedor del conocimiento y de unos estudiantes que esperan como recipientes recoger el conocimiento de su maestro, dando así paso a la concepción bancaria de la educación[4] como otro de los postulados que Freire nos propone.

La otra cara de la moneda sería entonces la educación problematizadora, aquella que pretende generar unidad entre educador-educando[5], rompiendo su dicotomía, es una relación dialéctica de aprendizaje mutuo que potencie la capacidad creadora del educando y al mismo tiempo desarrolle en el educador su poder humanizante, capaz de ver en su educando el potencial de enseñanza que tiene.

Será pues una educación basada en la comprensión del mundo. En el uso de la conciencia intencionada que se sustenta en el diálogo, en la superación de la dicotomía educador-educando para convertirla en una unidad dialéctica y conocer el mundo en tanto objeto cognoscible, así lo plantea Freire P. (1990) y es ahí donde se encuentran las pista para lograr una mejor

educación en nuestro tiempo, para cambiar la visión de la escuela, que se percibe como aparato ideológico que mantiene y refuerza el pensamiento de clase, de dominación.

Será entonces, la educación liberadora la llamada a fomentar el dialogo abierto y cuestionante sobre la realidad, un encuentro cercano con el mundo y todas sus implicaciones, para que los educandos se conviertan en investigadores críticos que mediados por el dialogo con su educador, en comunicación abierta, se encuentren en el pleno derecho de transformar su realidad y hacerla mas asequible, partiendo de la unidad pensamiento – acción como una posibilidad de contacto con el mundo de manera libre.

Eso implica necesariamente proponer un modelo pedagógico que fortalezca la dimensión humanista[6] enmarcada en el concepto de educación liberadora, con un educador capaz de apreciar la importancia de la relación dialéctica que debe establecerse en el contacto permanente entre el individuo y su realidad y al mismo tiempo entre “la conciencia y el mundo”, de tal manera que el aprendizaje se convierta en un intercambio permanente de conocimiento que se origina en la intencionalidad con la que se asume la realidad para entenderla y transformarla, eso en términos de Freire (1990).

Pero ¿Cómo entender esto desde la práctica pedagógica actual? La experiencia muestra que aunque se hayan hecho profundas reflexiones

alrededor de los modelos pedagógicos y de la necesidad de un cambio en la estructura formal del currículo, la escuela mantiene modelos opresores y deshumanizantes, en la mayoría de los casos; no se puede afirmar que es la generalidad, pero si se ha visto que, si bien es cierto hay un acercamiento a permitir que el estudiante construya su cocimiento, en el trasfondo del asunto, lo que se percibe es cierto temor a establecer una relación dialéctica entre el docente y el estudiante, donde el proceso de aprender se convierta en un acto de conocimiento, que lleve de suyo, la transformación de la realidad, y por ende el fortalecimiento de laLa educación en términos de Freire debe convertirse en un espacio de reflexión y crítica, debe partir de un análisis de la realidad que nos rodea, para comprenderla y en un proceso de aprendizaje mutuo estar dispuestos a transformarla, debe ser un acto de permanente liberación, donde cada uno de los actores alcancen no solo la transformación del mundo, sino también su propia transformación en la que la reflexión y la crítica se conviertan en una unidad dialéctica que permita avanzar hacia la construcción de una sociedad nueva.

En ese sentido la pedagogía del oprimido[1] niega el concepto de liberación, porque en esencia arrastra una negación del sí mismo, capaz de ser él para transformase

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