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El Inconsciente

Espinosaderivera16 de Junio de 2012

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¿El qué no se analiza no tiene inconsciente?

Hablar del Inconsciente me remite a pensar que, desde el nacimiento hasta la muerte, se tiene una vida mental e interior que es dinámica, con fuerzas psíquicas que están en constante movimiento y que intentan salir hacia fuera, proyectándose en la vida de cada día. Nuestro comportamiento, claro está, como seres humanos, es condicionado por experiencias, motivaciones y miedos que no siempre conocemos, ni controlamos, en ese sentido:

"Hay cosas que se olvidan precisamente para conservarlas de por vida".

Y desde allí, desde ese lugar de saber, construido con olvidos, gobiernan parte de nuestras vidas. A ese lugar Freud lo llama inconsciente, memoria de nuestra satisfacción libidinal que puede retornar en el síntoma. Desde el principio hasta el final de su elaboración teórica Freud concibe el síntoma como una solución de compromiso entre una fuerza que exige satisfacción y otra que se opone. Por eso no es tan fácil que los síntomas por los que una persona consulta a un analista, desaparezcan porque están formando parte de su economía libidinal.

El inconsciente no es un baúl de recuerdos de hechos y sensaciones vividas y olvidadas, sino que es un conjunto de fuerzas dinámicas que directa o indirectamente dirigen nuestro comportamiento. En el mundo interno de la persona existen pulsiones y fuerzas dinámicas desconocidas, así como emociones y sentimientos que fueron rechazados al inconsciente sin que la persona tuviera conocimiento de ello.

Reconocer y aceptar la existencia del inconsciente, y que éste condiciona nuestra conducta y forma de pensar, es una herida para el narcisismo humano que cree dominarlo todo. No todo nuestro actuar es objetivo, ni coherente, ni del todo razonable. Existen muchas decisiones y formas de actuar que son incomprensibles, como la manifestación externa de un mundo interior desconocido que está siempre activo y que no controlamos.

El inconsciente siempre intenta liberar tensiones y buscar el máximo de satisfacción, sin tener en cuenta lo que está permitido personal y moralmente. No tiene en cuenta ni el tiempo ni el lugar. En los momentos más inesperados podemos tener sentimientos de ansiedad, de miedo o de celos; sin saber por qué, ni de dónde vienen. Uno de los ejemplos más claros son los sueños, donde se mezclan hechos y experiencias pasadas sin relación alguna entre ellos.

En nuestro mundo inconsciente no existe la duda, y difícilmente se puede modificar con razonamientos objetivos aquello que internamente se vive como una gran certeza. En nuestro mundo interno hay muchas experiencias y afectos relacionados con hechos ocurridos hace tiempo, y que la persona no recuerda en absoluto. Pero, a pesar de ello, pueden aflorar repentinamente en la memoria sin que uno sepa cómo ni por qué.

Dicen los que saben o quienes ya tienen un buen kilometraje recorrido en esto del psicoanálisis, que a todos nos llega alguna vez esa necesidad de cambiar, cerrar ciclos, abrir nuevas puertas y vivir nuevas etapas. En ese lapso de cambio es cuando hacemos un gran acto: el acto de despertar la consciencia.

Pero ojo, no todos lo hacen, no todos acuden a ese “llamado”, a esa voz del despertar de su consciencia; hay gente que de veras nunca en la vida aunque la necesidad de cambio se la pase dándole unos buenos zapes en la nuca. Y la verdad es que no pasa nada si no se hace, el Universo no necesita que tu consciencia despierte, ni que cambies, ni nada, cada quien esta haciendo siempre lo que tiene que hacer y vivir lo que tiene que vivir.

Pero si uno esta interesado en conocer lo más profundo y verdadero de sí mismo, si nos interesa despertar y hacer dueño de la realidad, entonces sí, éntrarle duro con un análisis a eso de despertar la conciencia. Una vez que decidamos cambiar, crecer y despertar, hacerlo por gusto, no porque tener

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