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Estilos De Aprendizaje


Enviado por   •  30 de Junio de 2011  •  6.399 Palabras (26 Páginas)  •  1.686 Visitas

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INTRODUCCION

¿Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que, después que haya puesto el cimiento, no pueda acabarla y todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, 30diciendo:

“Este hombre comenzó a edificar y no pudo acabar”

LUC. 14.28-30

No se puede analizar la comunicación de manera completa sin estudiar cuidadosamente el papel que desempeñan los receptores (R) del mensaje. Es importante conocer el Contexto Receptor, es decir, sus diferentes dimensiones tales como: Institucional, Interpersonal, Cognoscitiva y Cultural, ésta ultima va de acuerdo con sus antecedentes generales (es decir, procedencia étnica, creencias religiosas, nivel de educación, genero, edad) del mismo modo su base lingüística (por ejemplo, lengua materna).

En ciertos casos, sería muy útil conocer la identidad de algunos receptores. ¿Quién, por ejemplo, fue Teófilo, aquel a quien Lucas dirigió su Evangelio y el Libro de Hechos? ¿Su nombre, «amado de Dios», era meramente simbólico? ¿Se trataba de algún oficial de gobierno ante quien Lucas presentaba su defensa y explicación del cristianismo? ¿Era un cristiano o un pagano? O, ¿es posible que haya sido quien financiara la publicación de estos libros? Téngase en cuenta que en la antigüedad era frecuente que los escritos tuvieran una dedicatoria a su editor o benefactor.

El hecho de que no sepamos quién fue Teófilo solamente destaca la importancia de saber en particular o en general a quién se dirige un mensaje. La razón para querer identificar a los receptores es que de esta manera se pueden determinar con mayor exactitud las bases que tuvo el E (Emisor) para la formulación particular de su mensaje.

Normalmente, los receptores de todo mensaje importante exhiben diferencias en cuanto a antecedentes, intereses y valores. Incluso existen dos teorías diferentes sobre la identidad de los receptores de la Epístola a los Gálatas. Pablo se muestra inusualmente explícito en la analogía entre Sara y Agar, por una parte, y por otra, entre Jerusalén y el Sinaí. Sin embargo, es obvio que, entre los receptores de la carta, los judaizantes habrían interpretado las analogías de manera completamente diferente de como lo hizo Pablo. Este, por lo visto, dio por un hecho que todos los involucrados tendrían algún conocimiento del trasfondo que su ilustración debía al Antiguo Testamento, pero nunca pudo haber pensado que todos necesariamente concordarían con él.

Por tanto, comprender un mensaje es mucho más que simplemente disponer de cierta información. El mensaje tiene sentido sólo a la luz de determinadas estructuras englobantes de pensamiento, las cuales comprenden ante todo las presuposiciones básicas y las creencias de la cultura o subcultura receptora. Sin embargo, estos factores no pueden ser considerados hasta tanto no se examine un poco más de cerca el marco del acto comunicativo.

Muchas veces el E apunta su mensaje a nada, es decir no conoce a plenitud al R para que este se sienta vinculado con su mensaje, es triste observar mensajes que pareciera no tener nada de relación a las necesidades de sus receptores, observe la siguiente imagen, la cual nos da un mensaje claro acerca de lo que tiene que hacer el E antes de Comunicar su Mensaje:

Es necesario que el E conozca a profundidad el Contexto del Receptor, ya que de esta forma podrá asegurar que su mensaje va de acuerdo a las necesidades del Receptor (es) sin miedo a equivocarse; recordemos las Correspondencias del Mensajero Pablo a las diferentes Iglesias de Dios, las cuales atravesaban problemas diversos, y que el propio apóstol trato de erradicar por medio de sus mensajes, sin embargo el Apóstol ineludiblemente tuvo que conocer la condición de sus Receptores para poder emitir un juicio evaluativo de sus conductas en la práctica Cristiana, si no fue así, como nos contestamos la exactitud de la descripción que tuvo Pablo sobre las Iglesias de Galacia, que a pesar de escasez de noticias, es evidente la importancia que tuvo para la historia de la iglesia, analicemos como Pablo, conoce a sus Receptores tan bien que el mismo lo expresa en su Carta: sabemos, por el testimonio personal de Pablo, que él anunció allí a Jesucristo (4.13), y no cabe duda de que también fundó un cierto número de pequeñas comunidades cristianas dispersas a lo largo y ancho de la provincia, para esas iglesias redactó la epístola. Pero no en particular para una sola y determinada, sino para las de Galacia en general (1.2), formadas por creyentes que, en su mayoría o, posiblemente, en su totalidad, procedían del paganismo (4.8).

Los creyentes de Galacia mostraron al principio una gran satisfacción a causa del evangelio; y durante un tiempo habían vivido su fe cristiana con la misma alegría y confianza con que también habían acogido la presencia del apóstol (4.13–15). Pero, no mucho después, pareció enfriarse aquel primer gozo y fervor (5.7), lo que coincidió con la aparición entre ellos de serios problemas doctrinales. Por eso, Pablo se sintió movido a escribir esta carta, en la que, por una parte, reprocha la frágil fe de los gálatas y, por otra, denuncia las actividades de ciertos «falsos hermanos que se habían introducido entre ellos a escondidas, para espiar la libertad —la que tenemos en Cristo Jesús» (2.4).

Con esas y otras duras expresiones (1.8–9; 5.10, 12; 6.12–13) se refiere a algunos grupos de origen judío que recorrían iglesias recién formadas y las trastornaban con enseñanzas ajenas y aun opuestas al evangelio, y que, además, atacaban su autoridad y la legitimidad de su apostolado (1.10–12).

Aquellos a quienes Pablo tacha de «falsos hermanos» intentaban convencer a los gálatas de que el evangelio de Jesucristo, para ser perfecto, tenía que seguir sometido a cierta norma de la ley de Moisés y mantener en vigor este pacto propio del judaísmo, de manera muy especial la circuncisión (3.11–14; 5.1–6; 6.12–13). Eran, pues, judaizantes, quienes, pretendiendo perpetuar la vigencia de normas que en Cristo habían quedado superadas, impulsaban a los creyentes a apartarse de «la verdad del evangelio» (2.5), que es fundamento de «la libertad con que Cristo nos hizo libres» (5.1).

Pablo advirtió en seguida lo serio del peligro que corrían las congregaciones cristianas visitadas por los judaizantes. Comprendió que se trataba de un peligro real, que afectaba a cuestiones básicas para la fe y la vida de la iglesia y que venía a perturbar el sentido del evangelio único (1.7–10) de la salvación por Cristo. En esta epístola hace mención con seguridad de

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