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Estrategias y estilos de afrontamiento del estrés en adolescentes

natidonayreTutorial23 de Agosto de 2014

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CAPITULO II

ESTRATEGIAS Y ESTILOS DE AFRONTAMIENTO DEL ESTRÉS

EN ADOLESCENTES

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María Inés Figueroa

Silvina Cohen Imach

Capítulo II

ESTRATEGIAS Y ESTILOS DE AFRONTAMIENTO DEL ESTRÉS

EN ADOLESCENTES

María Inés Figueroa

Silvina Cohen Imach

El presente trabajo se propone analizar las estrategias de afrontamiento, desde un punto de vista teórico, vinculadas con la adolescencia. Para ello, se definirá el constructo afrontamiento, íntimamente ligado al estrés, como así también se definirán las características esenciales de la adolescencia, entendiéndola como una etapa no sólo evolutiva y psicológica, sino esencialmente cultural. Se analizarán los aportes realizados por diferentes autores sobre el estrés adolescente y los modos propios de los jóvenes para resolver las situaciones denominadas estresantes. Finalmente se describirá una técnica de evaluación del afrontamiento en adolescentes: la Escala ACS.

El Adolescente y el afrontamiento

Según Ávila-Espada, Jiménez-Gómez y González-Martínez (1996), la adolescencia fue definida por muchos autores como una etapa de conflictos, que se caracteriza por situaciones de crisis de la personalidad y de turbulencia emocional, en la que el joven se vuelve más vulnerable y más proclive a ser dañado física o psicológicamente por el proceso de cambios en este momento vital y por las exigencias que el medio le plantea. Sin embargo, el autor remarca que existe otra postura para pensar a la adolescencia, que apunta a considerarla no ya como una etapa psicopatológica, o generadora de patología, sino como un momento en el cual se transita por numerosos cambios que hacen al crecimiento del sujeto. Lo común en ambas posturas es que el adolescente debe atravesar cambios y situaciones propias de la etapa evolutiva.

Así entendida, la adolescencia constituye un momento en el ciclo vital esencialmente complejo, en el cual el joven se confronta a numerosos obstáculos y desafíos. Diversos autores clásicos teorizaron sobre esta etapa y señalaron procesos claves: los duelos, la agresión y la violencia del adolescente, la búsqueda de la identidad sexual y ocupacional, la autonomía con respecto a su grupo familiar, y la rebeldía que ello conlleva, los conflictos generacionales, entre otros. Estos requerimientos que se le plantean implican el desarrollo de competencias psicosociales importantes para el posterior posicionamiento del adolescente en el mundo adulto; de no contar con estrategias positivas de afrontamiento para responder a estas situaciones pueden generar en cambio, comportamientos menos adaptativos y mayor vulnerabilidad en el adolescente.

Afrontamiento: un nuevo concepto en Psicología

El creciente interés por el estudio de las estrategias de afrontamiento es producto de reconocer en ellas un particular modo de responder a las diferentes situaciones que generan estrés, como así también de entender su función positiva de mitigar los efectos nocivos de aquél (Leibovich, Schmidt y Marro, 2002).

Diversos estudios actuales destacan la importancia de conocer la manera en que los jóvenes, específicamente, enfrentan los desafíos del crecimiento en el curso de su desarrollo, en el cual deben atravesar cambios físicos, transformaciones en la personalidad, nuevos posicionamientos frente a las relaciones con sus pares y con sus figuras parentales, el desafío de la inserción en el mundo social, académico y laboral, entre otros.

Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos realizados, el constructo afrontamiento no fue utilizado con clara delimitación conceptual, dejando aún muchos interrogantes por resolver. Analizando la bibliografía sobre el tema, se observa que los aportes de Lazarus (1991) son los que más ampliamente abordaron este nuevo constructo y marcaron, sin dudas, un recorrido teórico de relevancia para la Psicología. El modelo transaccional de Lazarus y Folkman (1984) ha tenido gran aceptación entre los científicos, aportando una importante conceptualización del afrontamiento. Generó además, una gran cantidad de trabajos y estudios que analizan los modos en que las personas enfrentan las dificultades y las situaciones estresantes en sus vidas.

Desde los modelos cognitivos de la emoción, se entiende que no son las situaciones en sí mismas las que provocan una reacción emocional, sino que el factor que desencadena la emoción es la interpretación que el individuo hace de tales situaciones. Dentro de los modelos cognitivos, el modelo de la valoración cognitiva ha alcanzado una relevancia sobresaliente (Martín Díaz, Jiménez Sánchez y Fernández Abascal, 2004).

En esta línea, y desde la concepción teórica desarrollada por Lazarus y Folkman (1984), se sostiene que, la aparición del estrés y otras reacciones emocionales están mediatizadas por el proceso de valoración cognitiva que la persona realiza. En un primer momento, de las consecuencias que la situación tiene para el sujeto (valoración primaria) y, en un segundo momento, si esa situación tiene una significación de amenaza o desafío, el sujeto valora los recursos de los que dispone con el fin de evitar o reducir las consecuencias negativas de la situación (valoración secundaria).

La valoración secundaria constituye así la capacidad de afrontamiento (coping), entendiendo a ésta como un proceso psicológico que se pone en marcha cuando la situación o el entorno resultan amenazantes.

Desde aquí, Lazarus y Folkman (1984) definen al afrontamiento como “aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las demandas específicas externas y/o internas que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo” (p. 141).

Estos autores entienden que el afrontamiento constituye un proceso cambiante con fines de adaptación, en el que el sujeto y el contexto interactúan de manera permanente y señalan, además, que los individuos varían sus patrones de estrategias de afrontamiento en función del tipo de problema a resolver.

El afrontamiento es definido por Everly (1989) “como un esfuerzo para reducir o mitigar los efectos aversivos del estrés, esfuerzos que pueden ser psicológicos o conductuales” (p.44). En la misma línea, Frydenberg y Lewis (1997) definen al afrontamiento como “las estrategias conductuales y cognitivas para lograr una transición y una adaptación efectivas” (p.13).

Cada sujeto tiende a la utilización de los estilos de afrontamiento que domina, ya sea por aprendizaje o por hallazgo fortuito en una situación de emergencia. A su vez, las estrategias de afrontamiento pueden resultar, según Girdano y Everly (1986), adaptativas o inadaptativas. Las primeras reducen el estrés y promueven la salud a largo plazo, mientras que las segundas reducen el estrés sólo a corto plazo, pero tienen un efecto nocivo en la salud a largo plazo.

En este punto, se hace preciso diferenciar los estilos de afrontamiento de las estrategias de afrontamiento. “Los estilos de afrontamiento se refieren a predisposiciones personales para hacer frente a las situaciones y son los responsables de las preferencias individuales en el uso de unos u otros tipos de estrategia de afrontamiento, así como de su estabilidad temporal y situacional. Por otro lado, las estrategias de afrontamiento son los procesos concretos que se utilizan en cada contexto y pueden ser altamente cambiantes dependiendo de las condiciones desencadenantes” (Fernández-Abascal, 1997, p. 190). Así, mientras los estilos son las formas habituales, relativamente estables, que tienen una persona para manejarse con el estrés, las estrategias son situacionalmente dependientes, constantemente cambiantes y están influidas por los estilos que tiene un sujeto de afrontar los problemas de la vida diaria.

Si bien en este trabajo no nos detendremos a analizar los estilos de afrontamiento, si haremos hincapié en las estrategias de afrontamiento. En relación a éstas, su delimitación conceptual es menos precisa que la de los estilos, ya que su definición ha estado generalmente ligada al desarrollo de los instrumentos de medida de las mismas. Más allá de las diferencias, diversos autores coinciden en señalar que se entiende por estrategias de afrontamiento el conjunto de respuestas (pensamientos, sentimientos y acciones) que un sujeto utiliza para resolver situaciones problemáticas y reducir las tensiones que esta situación le genera (Casullo y Fernández Liporace, 2001).

Dependen de la combinación de múltiples factores en los que se destacan los aspectos personales y sus experiencias individuales, por un lado, y por el otro, las exigencias del medio ambiente con sus permanentes desafíos y presiones sociales.

Revisando la bibliografía sobre el tema, resalta los diferentes intentos realizados por los autores por clasificar las estrategias de afrontamiento (Meichenbaum y Turk, 1982; Endler y Parker, 1990; Folkman, Lazarus, Dunkel-Scetter, De Longis y Gruñe, 1986). Lazarus y Folkman (1984) propusieron ocho estrategias de afrontamiento:

1. Confrontación: constituyen los esfuerzos de un sujeto para alterar la situación. Indica también cierto grado de hostilidad y riesgo para él. Se da en la fase de afrontamiento.

2. Planificación: apunta a solucionar el problema. Se da durante la evaluación de la situación (evaluación secundaria).

3. Aceptación de la responsabilidad: indica el reconocimiento

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