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Feminismo y psicoanalisis


Enviado por   •  16 de Julio de 2019  •  Ensayos  •  2.215 Palabras (9 Páginas)  •  182 Visitas

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UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS BELLO

FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN

ESCUELA DE PSICOLOGÍA

CÁTEDRA: CRÍTICA A LOS SISTEMAS PSICOLÓGICOS

ENSAYO DE CRÍTICA

Alumno:

RUBINO CIANCIARULLO Alexandra

Caracas, Junio 2018


        Antes de comenzar a hablar del psicoanálisis y de las diferencias que mantiene con el feminismo, debemos tener en cuenta qué es esta postura. De las Heras (2009) lo describe como:

“Toda teoría, pensamiento y práctica social, política y jurídica que tiene por objetivo hacer evidente y terminar con la situación de opresión que soportan las mujeres para lograr así una sociedad más justa que reconozca y garantice la igualdad plena y efectiva de todos los seres humanos” (p.47).

Es decir que puede considerarse como un movimiento heterogéneo, integrado por una gama variada de planteamientos, enfoques y propuestas respecto a la situación discriminatoria hacia la mujer.

Ahora bien, teniendo en cuenta qué es el feminismo, pasaremos a describir como las creencias de la época en que nació Freud, de un mundo dominado por el hombre y en el cual la mujer se encontraba marginada, se han visto reflejadas en una de los enfoques más importantes. Dicha teoría, nace aproximadamente en 1899 a manos de Freud, quien inaugura una nueva disciplina llamada psicoanálisis a partir de su libro “interpretación de los sueños”. Esta teoría ofrecía un modo totalmente novedoso para entender la mente humana. Al momento de definir o dar un concepto de qué es el ser humano, lo que describía era al hombre, excluyendo a la mujer, la concepción de “hombre” de esta teoría era lo que Mitchell (1976) llamaría “falocéntrica”.

Los estudios de Freud estuvieron orientados sobre todo a la represión sexual ejercida sobre el individuo y obvió cualquier tipo de suspicacia sobre significativos modos de relación social, incluyendo la perspectiva de género, dando origen a diversos sesgos a favor de la perspectiva patriarcal, en la cual la figura simbólica del falo configuraba la personalidad adulta (Mayobre y Caruncho, 1993). Quizás pudo haber influido el hecho de que Freud fuera de sexo masculino, ya que si nos ponemos a pensar, esta teoría hubiese sido diferente si Anna Freud, Melanie Klein o alguna otra mujer psicoanalista la hubiese creado. De hecho, psicoanalistas femeninas posteriores, cuando ejecutaron la activa labor de intérpretes, evidenciaron el sesgo sexista del análisis de Freud y transvaloraron o invirtieron la simbología freudiana, exaltando a la mujer, simbólicamente representada en el acto de la maternidad.

En este sentido, la crítica principal que hace el feminismo sobre la teoría psicoanalista es la tendencia a confundir las diferencias entre los géneros con inferioridad, mediante una descripción comparativa, tomando al hombre como referencia y criterio de normalidad, donde, la desviación o diferencias por parte de la mujer son consideradas como patologías.

Por ejemplo, la teoría freudiana de la castración, basada en la lógica del falo, es heredera directa de la concepción de la mujer como organismo biológicamente incompleto, pasivo e insuficiente. De acuerdo con Torres (2007), la diferencia imaginaria fundamental entre los aparatos genitales masculinos y femeninos reside en que los órganos sexuales de la mujer no son visibles a la mirada exterior ya que están ocultos. En cambio el órgano ejecutor de la sexualidad reproductiva masculino es visible y se encuentra en el exterior. Esta diferencia anatómica resulta fundamental, pues en ella se ha basado toda la teoría de la castración. Debido a que la mujer no tiene ningún carácter sexual primario observable a simple vista, la imaginación de su género se construyó desde el registro de la falta, lo que lleva a la idea de que la mujer es un ser incompleto y vacío, en contraposición al hombre lleno y completo.

Otra consecuencia que vale la pena mencionar, que se desprende de la teoría psicoanalítica de la castración, es la “falización” de todo el cuerpo femenino (Torres, 2007). Esto debido a que el cuerpo que carece del miembro masculino necesita cubrirse del emblema fálico para ocultar la imaginaria falta. En base a esto y según el psicoanálisis, “la mujer debe ser, en su cuerpo, un objeto dirigido al placer, y por lo tanto enmascararlo para ser introducido como tal” (Torres, 2007). Puesto que no tiene falo, debe convertir en falo todo su ser.

Dichas premisas falocentristas siempre han sido falsas, esto tiene una explicación, y es que hace ya varios años atrás, antes de la segunda ola feminista no existía un discurso con la suficiente fuerza que permitiese develar la falsedad de dicha premisa y, por tanto no se podía desmitificar las ideas de que el hombre era superior a la mujer.

Ahora bien, una de las preguntas centrales que surgen después de ver esta revisión sobre los baches del psicoanálisis al extrapolarizar su teoría del hombre hacia la mujer, es si la psicología feminista debería modificar y reconstruir los esquemas tradicionales o crear un esquema completamente nuevo para generar una teoría más inclusiva.

Con respecto este último postulado, varios teóricos han desechado la idea de agregar nueva información a las teorías tradicionales puesto que plantean que trabajar sobre ellas es “estar parados sobre la barriga de hombres blancos muertos” (Hare-Mustin 1993 citado por Baker-Miller, Pierce, Jordan, y Surrey, 2001) asimismo señalan que una teoría feminista psicoanalista requiere comenzar desde cero, apartándose del conocimiento patriarcal y estableciendo nuevos cimientos. Esta discusión, es propia de un debate postmoderno, donde el feminismo se adhiere a dos nociones de la postmodernidad para dar justificación a nuevas teorías. Según Benhabid (1994) dichas nociones son:

  1. Muerte del Hombre: "el posmodernismo quiere destruir todas las concepciones existencialistas del ser o de la naturaleza humana, de hecho, el hombre es un artefacto social, histórico o lingüístico atrapado en el sentido ficticio del significado”. El feminismo, intenta desmitificar al “sujeto masculino” reclamando que el género, y las diversas prácticas que contribuyen a su constitución, es uno de los contextos más cruciales en los que situar al supuestamente neutro y universal ser humano.

  1. Muerte de la Historia. "La idea de que la historia tiene su propio ser o existe por sí misma, no es algo más que otra precondición y justificación de la ficción del Hombre”. Así los postmodernistas declaran que la promesa de un mejor futuro dada por la modernidad es falsa. Asimismo, mencionan que el vector lineal de la historia que se creía real no existe, por lo tanto, el proceso del conocimiento no se logra de forma acumulativa, por consiguiente, de nada sirve partir de antiguas teorías para sustentar otras nuevas.

Sin embargo, sería importante recordar que la escuela psicoanalítica realizó grandes aportes, sobre todo en lo que se refiere a estructura de la personalidad, a su desarrollo y en la terapia, por ello no es pertinente borrar todos esos conocimientos que por tanto tiempo han sido utilizados. Por ejemplo, uno de sus grandes avances es plantear que buena parte del comportamiento está determinado por el inconsciente, cosa que para la época, los psicólogos se negaban a estudiar por cuestiones de complejidad y de medición. Además, desde mi punto de vista las teorías son “reciclables”, al igual que la materia, éstas no se destruyen, se transforman, puesto que si nos ponemos a pensar, las teorías de hoy en día guardan algo de sus antepasadas. Asimismo, es interesante resaltar las palaras de Torres (2012), quien suele ser muy certera cuando habla de esta temática, así, en una entrevista cuando le preguntan qué caminos ve plausibles para el futuro del psicoanálisis como una teoría que sea pertinente a su época, Torres menciona que a pesar de que el psicoanálisis encuentra dificultades en la época actual, se mantiene su validez como teoría del inconsciente, y que, por el contrario a estar estancado, los desarrollos teóricos y técnicos de esta teoría han continuado, así como la ampliación del espectro clínico con formas de sufrimiento y patologías que en la época victoriana no existían.

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