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Introducción A La Psicología Evolutiva:

perezpandilla3 de Marzo de 2013

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Introducción a la Psicología Evolutiva:

Historia, Conceptos Básicos y Metodología

Jesús Palacios

La Psicología Evolutiva es la parte de la Psicología que se ocupa del estudio de los procesos de cambio psicológico que ocurren a lo largo de la vida humana. En concreto, los cambios que interesan a los psicólogos evolutivos son aquellos que se relacionan con los procesos de desarrollo de las personas, con sus procesos decrecimiento y con sus experiencias vitales significativas. Tales cambios guardan relación con tres grandes factores:1) La etapa de la vida en que la persona se encuentre; 2) Las circunstancias culturales, históricas y sociales en las que su existencia transcurra, y 3) experiencias particulares privativas de cada uno y no generalizables a otras personas. Mientras que el primero de estos factores introduce una cierta homogeneidad entre todos aquellos seres humanos que se encuentren en una determinada etapa(por ejemplo, los adolescentes), y el segundo introduce una cierta homogeneidad entre quienes tienen en común vivir en una misma cultura, en el mismo momento histórico y dentro de un determinado grupo social (cultura occidental, década de los noventa, clase social media, por ejemplo), el tercero de los factores introduce factores idiosincrásicos que hacen que el desarrollo psicológico, a pesar de presentar semejanzas de unas personas a otras, sea un fenómeno irrepetible que no ocurre dela misma manera en dos sujetos distintos

Aunque durante mucho tiempo la expresión Psicología Evolutiva se utilizaba de hecho para referirse a los procesos de desarrollo psicológico de la infancia y la adolescencia, los psicólogos evolutivos han ido progresivamente aceptando que su objeto de estudio es la vida entera de las personas y los procesos de cambio psicológico que en ella ocurren. El hecho de que el alcance de este libro se limite al análisis del desarrollo psicológico de niños y adolescentes, obedece sólo a una elección de los compiladores, y no a la vieja creencia de acuerdo con la cual el desarrollo psicológico es algo privativo de niños jóvenes. Como se muestra en el capítulo 24, el desarrollo sigue después de la adolescencia y, de hecho, no deja de producirse a lo largo de la vida humana.

Como indica su título, este capítulo se propone como objetivo fundamental introducir al lector en la Psicología Evolutiva. Para ello se utiliza una triple aproximación: histórica, conceptual y metodológica. Trataremos de acercar al lector ala historia más reciente de esta disciplina psicológica, a sus núcleos conceptuales básicos y a algunos elementos de la metodología para el estudio del desarrollo. Renunciamos de entrada a una exposición en profundidad de estos asuntos no sólo por razones de espacio, sino también porque probablemente está fuera de los intereses de la mayoría de los lectores de este libro meterse en más profundidades respecto a cualquiera de estas cuestiones.

La aproximación histórica que nos proponemos ha de permitir conocer cuáles han sido las orientaciones fundamentales de la Psicología Evolutiva en nuestro siglo, con una especial referencia al momento actual. En la aproximación conceptual abordaremos algunas de las cuestiones más clásicas -y también más básicas- de lasque se suelen plantear en la reflexión general sobre el desarrollo, cuestiones que tienen que ver con el concepto mismo de desarrollo, con el papel jugado respectivamente por la herencia y el aprendizaje, con las nociones de estadio y de período crítico, etc. Finalmente, introduciremos al lector en los elementos básicos dela metodología para el estudio del desarrollo, centrándonos sobre todo en los principales diseños de investigación.

1. Introducción histórica a la Psicología Evolutiva

1.1. Breve historia social de la infancia y la adolescencia

La infancia y la adolescencia no han tenido siempre a lo largo de la historia la misma consideración que tienen en estos momentos (DeMause, 1974). Tal y como en la actualidad los conocemos, niños y adolescentes son «inventos» socio-culturales relativamente recientes. Durante siglos, los niños fueron considerados simplemente como adultos más pequeños, más frágiles y menos inteligentes. En la Edad Media, a partir de los siete años los niños se convertían en aprendices bajo la tutela de un adulto y pasaban ya a tener responsabilidades que se iban acercando crecientemente a las de los adultos. De hecho, esta concepción del niño como versión en pequeño del adulto tuvo durante siglos su plasmación en el arte, pues hasta aproximadamente el siglo XIII los niños aparecían como adultos en miniatura, con vestimentas y actitudes típicamente adultas.

En los siglos XVII y XVIII, movimientos culturales y religiosos como la Ilustración y el Protestantismo dieron lugar al descubrimiento de la infancia, su consideración como etapa distinta de la adultez y su tratamiento también diferenciado. En la medida en que van desapareciendo concepciones fatalistas y predeterministas de la vida humana, las personas se sienten más protagonistas de su propia existencia y conceden un papel importante a la educación de los más pequeños. Al fin y al cabo, no es lo mismo creer que lo que uno ha de ser está prefijado con antelación por designios que escapan al propio control, que creer que uno puede determinar el curso de su vida y modificarlo.

Los últimos decenios del siglo XIX supusieron un logro más en el descubrimiento de la infancia y su consideración especial. El avance fundamental fue en esta ocasión liberar a los niños de la realización de trabajos pesados. En algunos escritos de F. Engels, el inseparable compañero de K. Marx, se encuentran descripciones dramáticas de las condiciones de vida de niños ingleses que tenían jornadas laborales de doce horas realizando duros trabajos en fábricas y minas. La mayor parte de los pediatras ingleses consultados en una encuesta realizada en1833 consideraron que una jornada laboral de diez horas diarias era la más adecuada para los niños, pues jornadas de trabajo más prolongadas llevaban luego a los niños demasiado cansados a la escuela dominical, en la que se quedaban dormidos al arrullo de las enseñanzas morales que en ella se impartían.

Los avances del industrialismo, los logros de los movimientos obreros y los intereses de los empresarios se fueron conjugando para dotar a la infancia de un estatus especial, que venía además favorecido por una cierta generalización de la enseñanza elemental que luego se fue convirtiendo en obligatoria. La llegada de la pubertad marcaba el final de ese estatus especial y el niño dejaba ya de serlo para insertarse en la vida de los adultos.

Lo que el siglo XX ha aportado a esta evolución ha sido el afianzamiento definitivo de la infancia como período claramente diferenciado y, sobre todo, el concepto de adolescencia. Como se mostrará con más detalle en el capítulo 20 de este volumen, la disminución de la mortandad infantil y la prolongación de la vida humana, la extensión de la educación obligatoria hasta edades cada vez más elevadas, la sobreabundancia de mano de obra adulta para la realización de trabajos cada vez menos necesitados de mano de obra abundante y más necesitados de fuerza de trabajo especializada, todo ello ha contribuido en nuestra cultura al nacimiento de la adolescencia como época diferenciada tanto de la infancia como dela adultez. El acceso al estatus adulto se ve, pues, crecientemente retrasado, configurándose así un «espacio evolutivo» que hasta cierto punto es espacio social y cultural antes de ser espacio psicológico. Algo parecido puede decirse respecto a la vejez, que tal y como la conocemos en estos momentos entre nosotros (jubilación cuando la persona se encuentra aún en condiciones de rendir eficazmente, prolongación de la vida, etc.), es algo muy diferente de la adultez y se ha convertido no ya en el hecho biológico que siempre ha sido, sino además en un hecho psicosocial novedoso.

1.2. Las grandes orientaciones teóricas de la Psicología Evolutiva en nuestro siglo

Los primeros autores que se ocuparon de cuestiones evolutivas desde una perspectiva psicológica se sitúan en la segunda mitad del siglo pasado y en las primeras décadas de éste. Dentro de ese amplio margen de tiempo se publicaron los primeros libros sobre la infancia, sobre la adolescencia, sobre la adultez y la senectud. Pero las bases de las grandes orientaciones teóricas que han sido predominantes en Psicología Evolutiva en las últimas décadas pueden encontrarse bastante más atrás en el tiempo. Más en concreto, en los siglos XVII y XVIII hay filósofos cuyas concepciones sobre la naturaleza humana y su desarrollo se convierten en punto de partida de tradiciones de pensamiento que habrán de encontrar reflejo, pasados los siglos, en puntos de vista sobre el desarrollo psicológico

Tal es el caso de los británicos J. Locke (1632-1704) y D. Hume (1711-1776), cuyas posiciones filosóficas se conocen con el nombre de empirismo. Para lo que a nosotros aquí nos interesa, sus ideas sobre la mente humana se compendían muy claramente en la conocida metáfora de Locke según la cual la mente se puede comparar en el momento del nacimiento a una pizarra en blanco, a una tabula rasa. Sería la experiencia que el niño adquiere en contacto con el medio, la estimulación que recibe, lo que determinaría en todo momento los contenidos del psiquismo. Para decirlo con un aforismo clásico, nada hay en la inteligencia que antes no haya pasado por los sentidos. Más de doscientos años después de la muerte de Locke, reencontrarán en Psicología posiciones

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