ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

LOS NIÑOS DE LA GUERRA


Enviado por   •  7 de Marzo de 2013  •  7.248 Palabras (29 Páginas)  •  249 Visitas

Página 1 de 29

Una niña en vueltas de grandes

Tiene ojos negros, grandes y vivarachos. Es atractiva, conversadora, pícara y, a la vez, infantil y tierna. La noche en que la conocí andaba de fiesta con sus compañeros de convivencia, despidiendo a un grupo que salía del hogar para continuar su proceso en las casas juveniles. Estaba arreglada como cualquier joven que anda de rumba en la ciudad. Maquillada, con ropa ceñida a su cuerpo bien delineado, bailó, recitó, se rió, coqueteó y tomó del pelo a más de uno. Al día siguiente entré a conocer los cuartos donde viven y encontré a un par de niñas haciendo tareas. Las saludé. Una de ellas, peinada de colitas, me miró riendo y dijo "¿No me reconoce?". Finalmente me di cuenta de que era ella, que parecía una niñita de escasos diez años.

Nací hace 17 años en Puerto Guzmán, Putumayo. Lo que más recuerdo de mi infancia son cosas duras. Mis padres son de bajos recursos y por culpa de un hermano nos tocó dejar lo poco que teníamos y salir de donde estábamos. Teníamos finca y teníamos casa, pero mi hermano hizo una diablura: mató a una señora y a un niño, por venganza. Tocó salir de allá, dejar todo botado, no volver más y andar por ahí pidiendo posada. No podíamos dejarnos ver del marido de la señora, porque quería matar a mi mamá. Empezamos una vida nueva en Mocoa. Yo estaba pequeña, tenía por ahí unos siete años, si no eran menos.

Nosotros somos diez hermanos, yo soy la del medio, la quinta. Estuve estudiando un tiempo: primero hasta segundo de primaria, luego unas profesoras del colegio me brindaron apoyo para que acabara de estudiar, porque mis padres no tenían cómo; entonces hice hasta cuarto. Allá en Mocoa estuvimos de posada donde un familiar. Luego nos tocó irnos para una finca de donde se llevaron a mis dos hermanos mayores para la guerrilla. Los conquistaron, los convencieron y ellos, en esa pobreza, pues se fueron; también porque les gustaba. Y estaban conquistando a otro hermano que era muy peque-ño, como de diez años, entonces mi papá decidió salirse otra vez para el pueblo. Volvimos a Mocoa, donde estuve con mi familia hasta que me tocó irme a rodar.

La situación económica era muy mala. Mi mamá estaba fracturada, fatigosa, no sabía qué hacer con todos esos hijos, sin poderles dar estudio, sin darles de comer. En esos días se acabó el gas en la casa, se acabó todo. Yo tenía nueve años y era la que salía a buscar alimentos, y a donde los familiares a recorrer y a pedir; ahí fue cuando me enseñé a pedir. A uno primero le da pena, pero qué hace si los hermanos tienen hambre y la mamá no sabe qué hacer ni tiene trabajo. Era horrible: estaban a punto de echarnos de la casa porque no habíamos pagado arriendo. Mi papá se fue para Puerto Leguízamo y nos dejó abandonados. Mi mamá a veces se fatigaba y se enloquecía por ratos, cogía y le daba duro a uno, así a la loca; de la rabia, del desespero se desahogaba con nosotros; nos golpeaba totalmente. Un día me echó, me dijo que nosotras dos no podíamos vivir bajo el mismo techo, debido a que una vez...

Teníamos dificultades, porque mi papá era muy borrachín. Él se iba a donde una amante que tenía, pero volvía a la casa a pegarle a mi mamá, a pegarnos a nosotros. Un día trató de abusar de mí, y yo me estuve callada porque no podía decir nada. Llegaba a tocar la puerta y todos teníamos que irnos de la casa; un día yo no me fui y casi me mata, me dio pata y arrancó los cables de la luz para darme con ellos. Siempre que volvía, nosotros nos íbamos para donde una hermana que vivía cerca de la casa; ella ya había conseguido marido y estaba viviendo aparte. La situación era muy dura; entonces yo me quedé callada. No le podía decir lo que pasó a mi mamá; ella quería a mi papá y eso era terrible para contárselo a ella. Un día otro de mis hermanos me dijo que me fuera para donde él. O sea, mis hermanos vinculados a las FAFC se retiraron y se ubicaron en Mocoa, a vivir con sus familias, y ahí se quedaron, no salen, se mantienen guardados y la guerrilla los dejó tranquilos. Otro hermano me dijo que me fuera para su casa, que él me ayudaba. Yo me convencí y me fui. Él metía perica. Un día, drogado, se metió a mi cuarto; él era enseñado, porque ya había estado con mis hermanas, y decía que prefería estar con las hermanas antes que cualquier otro. Ese día entró a mi cuarto y quiso abusar de mí, pero salí corriendo, y al otro día me fui del todo. Le conté a mi mamá, porque a quién más le iba a contar, pero mi mamá no me creyó; me dijo que yo era una mentirosa, que estaba inventando chismes, que eso era imposible, y me echó de la casa. Cogí una muda de ropa y me fui sin saber para dónde, porque para donde mi familia no pensaba ni arrimar. Me fui para Puerto Asís.

Llegué a Puerto Asís y me senté en el parque a llorar; tenía hambre y no tenía nada. Me le arrimé a una señora —primero estudié cómo iba a hacer— y le dije que mi mamá me había echado de la casa, que no tenía nada qué hacer y que yo le trabajaba para que me diera de comer. Me aceptó y me llevó para su casa; ella también era pobre. Yo le cuidaba los niños mientras ella vendía dulces en el parque. Así estuve un tiempo hasta que ya no me gustó más; le dije que quería hacer otra cosa, porque yo trabajaba solamente por la comida, y necesitaba conseguir plata para comprar mi ropa. En esas un señor me dijo: «Venga, vamos, yo le pago 200.000 pesos y me ayuda a doblar la ropa en el almacén». Yo, confiada, me monté en su moto —ya estaba como aprendiendo a confiar en las personas que me decían «Vamos»; yo me iba y ya no me daba miedo nada—, cuando me di cuenta de que ese señor, ¡mentiras!, me estaba llevando para otra parte, me estaba sacando del pueblo y me dijo: «Usted va a estar conmigo». A mí me dio miedo y le pregunté: «¿Estar de qué o qué?». Dijo: «Usted va a estar de amante conmigo y yo le pago». Le respondí:

«Pero ¿cómo, si soy una niña?».

Yo tenía por ahí diez años, porque a esa edad fue cuando empecé a ambular, y me dio miedo porque yo ya había visto más, o sea, yo había visto —es como vulgar decirlo— el cuerpo de mi papá, y le cogí miedo a eso. Pensé «No, yo con este señor no». Íbamos en una moto alta y yo salté, me voltié un tobillo, pero bueno, porque ya estábamos un poco retirados del pueblo. Me fui para una casa que estaba cerca y el señor de ahí me brindó apoyo.

Luego me fui para Pitalito; llegué a ojos ciegos. Yo siempre era así, de sorpresa; un día me iba sin saber adónde ni con quién ni nada. Llegué al pueblo y en un restaurante conseguí que me dieran la comida a cambio de ver

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (39 Kb)  
Leer 28 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com