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La terapia según Milton Erickson


Enviado por   •  15 de Agosto de 2013  •  Ensayos  •  2.880 Palabras (12 Páginas)  •  360 Visitas

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La terapia según Milton Erickson

Publicado: ago 30, 07

• Jairo A. Rozo Castillo

Universidad de Sevilla

Sevilla, España

La terapia según Milton Erickson II

Como hemos visto, los hechos vitales que marcaron la existencia de Erickson fueron muy especiales y, por ello, definieron su especial acción terapéutica: un ejercicio clínico novedoso y diferente de todo lo que existía en su momento (la terapia psicoanalítica o la terapia conductual), que no se encuadraba ni limitaba a modelo teórico alguno y que estaba basada en la novedad, la creatividad, la comprensión del otro y, sobre todo, la importancia del cambio.

Su excéntrica forma de hacer terapia le llenó de magia y misterio. Llegó a ser llamado “gurú”, “genio loco”, un “brujo de la hipnosis” y demás apelativos que trataban de describir el desconcierto ante su particular forma de manejar los casos.

Pero, para situarnos en contexto, es necesario narrar algunos conocidos procesos terapéuticos de Erickson y pasar posteriormente a la disección de su estrategia terapéutica.

El primer caso tiene que ver con un joven (Wittezaele y García, 1994) que, al presentarse en la consulta, expuso sus dos problemas al terapeuta. Aunque se quejaba de una pérdida de peso constante, su preocupación se fundamentaba, sobre todo, en el segundo: su esposa y él no habían podido todavía consumar su matrimonio celebrado nueve meses antes. De hecho, su esposa le prometía cada noche que aceptaría las relaciones sexuales, pero, al primer movimiento de su marido para acercarse a ella, entraba en un estado de pánico y le rogaba esperar hasta el día siguiente. Él acababa por preguntarse si conseguiría él mismo tener una erección a pesar de su deseo desbordante. ¿Cómo podría el terapeuta ayudarles?

Se concertó una cita para ella. Debía presentarse en casa del terapeuta sabiendo que había de estar dispuesta a hablar, sobre todo de su desarrollo sexual desde la pubertad. La esposa acudió a la entrevista y, a pesar de su gran turbación, contó su historia. Explicó su comportamiento por “un terror incontrolable” que la superaba completamente. Relacionó vagamente su miedo con su educación moral y religiosa. Durante la conversación sacó una libreta de notas en la que estaba anotado cuidadosamente el día y la hora del comienzo de cada período menstrual. Examinando la libreta, se observaba que durante los diez últimos años, había tenido sus reglas cada treinta y tres días entre las 10 y las 11 de la mañana; ni una sola vez había tenido la regla prematuramente (a veces, un pequeño retraso). Su próxima regla estaba prevista para diecisiete días más tarde. A la pregunta: “¿Quiere recibir ayuda para su problema conyugal?”, respondió: “Sí”, apresurándose a añadir, en un estado de pánico evidente: “¿Podemos esperar hasta mañana?”; Erickson la tranquilizó afirmando varias veces que la decisión sólo le correspondía a ella.

Después de esta conversación, Erickson indujo un trance hipnótico durante el cual le hizo varias sugestiones encubiertas en una larga perorata. Le dijo, substancialmente: “Con asombro por su parte, podría encontrarse, e incluso es probable que se encuentre frente a la desaparición súbita de su miedo y, sin que pueda sospecharlo, esto le permitirá cumplir su promesa antes de lo previsto”.

Se hizo entonces entrar al marido, a quien se le aseguró que en la noche siguiente tendría relaciones sexuales con su esposa. El marido telefoneó al día siguiente para decir que su esposa, al regresar de la entrevista, había tenido la regla: ¡con un adelanto de diecisiete días! El terapeuta lo tranquilizó diciéndole que esto era muestra del deseo sexual que su esposa sentía por él y citó a la pareja para una entrevista inmediatamente después de la regla.

El día de la consulta, Erickson recibió primero a la esposa y le indujo un trance. Le dijo que la consumación del matrimonio debía tener lugar -y que tendría lugar- dentro de los diez días siguientes. Esto sucedería la noche del sábado, o la noche del domingo, pero él prefería que fuera el viernes por la noche. Continuó entonces pasando revista incansablemente a los diferentes días en que podría tener lugar la consumación, señalando siempre su clara preferencia por el viernes por la noche. La despertó entonces y le repitió sus palabras. Recibió entonces al marido, a quien le pidió que permaneciera pasivo, que no hiciera ningún intento y que incluso evitara responder demasiado rápidamente a los de su esposa.

El viernes siguiente, el marido estaba al teléfono: “Ella me ha pedido que le diga lo que sucedió ayer por la noche. Ocurrió tan pronto que ni siquiera me di cuenta de lo que me caía encima. Prácticamente me violó. Y me despertó antes de la medianoche para repetirlo. Esta mañana, se reía. Cuando le he preguntado: “¿Por qué?”, ella ha insistido en que le telefonee para decirle que no era viernes. Le he dicho que precisamente hoy es viernes. Pero ella simplemente se ha reído y ha añadido que usted comprendería eso de que no era viernes”.

Otro ejemplo (Haley, 1997) es el caso de un doctor ya mayor, un hombre extremadamente rígido en sus comportamientos, que acudió a Erickson para recuperarse de un miedo a los ascensores. Este médico trabajaba en un hospital en el quinto piso. Siempre había subido por las escaleras, a pesar de que los ascensores eran maneados por una competente mujer joven y eran lugares seguros. Se estaba volviendo viejo y frágil, y no podía continuar subiendo por las escaleras.

Erickson fue al hospital con el anciano médico y observó los ascensores con él. Dado que el doctor podía entrar y salir de los ascensores, Erickson eligió un ascensor y le pidió a la joven ascensorista que lo mantuviese en ese piso. Hizo que el doctor entrase y saliese del ascensor, y el doctor demostró que podía hacerlo. Erickson pidió al doctor que entrase y saliese una vez más. Esta vez, cuando el doctor entró la ascensorista cerró la puerta. Ella le dijo. “No puedo controlarme, siento un irrefrenable deseo de besarle“. El mojigato médico le contestó. “Aléjese de mí, compórtese“. La joven mujer dijo, “Siento impulsos de besarle”. El doctor contestó, “¡Abra este ascensor ahora mismo!” Ella pulsó la palanca y el ascensor comenzó a subir. Entre los pisos ella volvió a parar el ascensor y le dijo. “Estamos entre dos pisos, nadie puede verme besarle”. “Ponga en marcha este ascensor replicó el doctor”, y ella lo hizo. El miedo del doctor a tomar un ascensor terminó con una sola intervención.

Un tercer ejemplo

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