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Madame Bovary


Enviado por   •  7 de Agosto de 2013  •  1.612 Palabras (7 Páginas)  •  285 Visitas

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La Madame Bovary fue publicada en 1857 y no sólo causó revuelo y escándalo, sino también ascendiente. Clarín admiraba la obra de su colega francés, y en 1885 acaba de escribir La Regenta. También Eça de Queiroz sentía devoción por la historia adulterina de Flaubert y en 1878 publica El primo Basilio, novela para la que el mismo Eça reconocía influjo flaubertiano. Tolstoi debió conocer la obra de Flaubert aunque no habla (que yo sepa) de su importancia para la redacción de Ana Karenina, escrita en 1877, tal vez porque su intención clara no era la de mostrar un adulterio, sino la de escribir una novela sobre su aldea para que fuese universal, por eso finalmente le entrega el peso de su narración a Levin, marido ejemplar (no de Ana sino de su concuñada Kitty), moralista y nada adulterino.

A lo peor estoy simplemente descubriendo la pólvora, pero no sólo las cuatro novelas se parecen en el tema sino que, en cierta forma, revelan el espíritu de cada una de las nacionalidades o lenguas desde las que fueron escritas. Si es que nadie me va a acusar de determinismo, claro, determinismo en el que tampoco yo creo por cuanto no tengo ni siquiera confianza en el dogma de la inevitabilidad del progreso humano.

Con todo, tal vez lo más interesante sea compararlas, de modo que vamos a ello.

No entro en la calidad de cada una de ellas, aunque sí parece seguro y acuerdo internacional que la Bovary es el prototipo de novela consagradísima. De La Regenta se ha dicho tanto que es la segunda novela en calidad en lengua española después del Quijote que ya da grima repetir el concepto. La portuguesa quizá sea la más desconocida (hecho odioso que en España conozcamos apenas la literatura lusitana) y, no obstante, es de una calidad del todo equiparable a las otras. Ana Karenina no es, a mi entender una gran novela si no es en alguno de sus aspectos, por ejemplo en el carácter atormentado y casi dostoievskiano de algunos aspectos de sus personajes, sobre todo, Levin, la misma Ana y el señor Karenin (Wronsky y Oblonsky son casi predecibles). Quizá ocurra que la grandeza de Guerra y paz oscurezca a la novela adulterina de Tolstoi.

De entrada, en las cuatro hay tres muertes y una supervivencia. Sólo de Anita Ozores nos evitamos el torpe espectáculo de presenciar su muerte. Los españoles siempre tan optimistas. Sin embargo, de las muertes de Luisa Mendoza, Bovary y Karenina, así como de la gran desgracia caída sobre la Regenta, sólo en tres casos tiene la culpa directamente el adulterio, porque la normanda Bovary no se suicida por amor no correspondido sino agobiada por las deudas impagables de las que inevitablemente se enterará su marido. Sin duda, el reinado de Luis Felipe en Francia debió favorecer tanto ese aburrimiento burgués consistente en atesorar bibelotes y exhibir lujos quiméricos, que la bella normanda no pudo sino caer en la estupidez.

La Regenta, es sabido, oscila entre el amor divino y el amor profano. Ese es otro defecto muy celtibérico, el falso misticismo, y digo falso porque no puede haber misticismo con curas, sólo puede haberlo sin curas. Hastiada de un marido que le hace poco caso (se llega a decir que prefiere un macho de perdiz a los placeres del matrimonio, no sé si en clarísima indirecta de perversión o Dios sabe qué), y aburrida de una ciudad provinciana española, Ana Ozores se siente inclinada, primero hacia la poesía, luego hacia la religión, y a partir de ahí, llevada por la variación de sus estados nerviosos, impulsada a los brazos del señorito donjuanesco de la villa, o a la influencia moral y religiosa del canónigo Fermín de Pas. Cuando finalmente ella necesita de veras el consuelo de la religión y, personalizando, el de su confesor, éste, buen mozo secretamente enamorado de ella pero para quien es mucho más importante su posición de vicario del Obispo y Provisor de la catedral que el amor mundano, muy cristianamente le niega ese consuelo.

Ana Mendoza de Brito Carvalho, esposa de Jorge, ingeniero a quien envían con una misión al Alentejo portugués durante un verano, acaba, en El primo Basilio, encamada con el susodicho primo, indiano, como diríamos en España, que ha corrido mundo y enriquecido. Basilio, egoísta, como todos los amantes de las novelas comentadas, menos Wronsky, la abandona a su suerte cuando se las ve maldadas.

La señora Karenina se enamora de un militar, encandilada por ese aura que los uniformes tienen, aún más que lo tenían en los países latinos, en los germanos y eslavos. No contenta con enamorarse de él, deja marido e hijo y huye, aunque finalmente vuelve con la obsesión, muy lógica por otra parte,

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