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Masculinidad

luwen4 de Mayo de 2015

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El varón como factor de riesgo:

Masculinidad, salud mental y salud reproductiva1

Benno de Keijzer

Contenido

El problema

Consideraciones teóricas

Origen del trabajo

El varón como factor de riesgo

- Riesgo hacia mujeres, niños y niñas

- Riesgo hacia otros hombres

- Riesgo para sí mismo

El autocuidado

Cuando se cae el sistema

Cambios que se están dando

Conclusiones y recomendaciones

Bibliografía

Notas

El problema

Nuestro trabajo práctico como equipo, ciertas experiencias cercanas, la evidencia empírica e información escrita nos han venido mostrando en los últimos años que el modelo de masculinidad dominante está entrando en crisis (o por lo menos en un desfase) con el o los modelos femeninos emergentes entre sectores crecientes de la población.

El presente capítulo resume hallazgos, discusiones y experiencias de trabajo en torno a la masculinidad, en especial en la forma en que se relaciona con aspectos importantes de la salud y la enfermedad. Se retoma la perspectiva de género -hasta ahora utilizada casi exclusivamente para analizar la condición femenina- para ubicar procesos, explicar problemas y proponer formas de desarrollar relaciones distintas a partir de la sensibilización y la reflexión desde el lado masculino.

Aquí presentamos una hipótesis de trabajo en donde vinculamos la socialización masculina con una serie de problemas de salud, por lo que no pretendemos llegar con verdades terminadas. En este sentido, es obvio que casi cada una de las problemáticas de salud enumeradas merece mayor desarrollo e investigaciones específicas.

El problema que he querido describir y analizar es el de los costos y las consecuencias de una socialización masculina que predispone a ciertos tipos de causa de muerte en Veracruz y el país. Estos costos los planteo en relación a algunos aspectos de la salud masculina: la esperanza de vida, varias de las principales causas de mortalidad en la edad productiva y las formas en que los hombres desarrollamos (o no) el autocuidado.

Mis preguntas centrales han sido:

¿En qué medida puedo explicar algunas causas de mortalidad masculina en la etapa productiva (y sus notables diferencias con el patrón femenino) a partir de ciertas características de la socialización de género de los hombres?

¿A partir de cuáles procesos sociales y sobre qué tipo de representaciones se construyen las prácticas de riesgo que llevan a estas causas de mortalidad masculina y cómo se pueden prevenir estos riesgos?

Condenso los objetivos de mi trabajo de esta manera:

Ante el patrón específico de ciertas causas de mortalidad masculina en edad productiva pretendo:

• desarrollar líneas explicativas de este patrón a partir de la reconstrucción de las principales representaciones y prácticas de los procesos de socialización que llevan a riesgos específicos, y

• desarrollar estrategias para abordar esta problemática con hombres, buscando estrategias preventivas.

Éste es un trabajo no referido exclusivamente al estado de Veracruz ya que uso ejemplos y estadísticas del estado pero también a nivel nacional. Para el caso de Veracruz, ha sido sorprendente que no pudiera encontrar en forma procesada la información de las primeras causas de mortalidad por edad y sexo en fuentes como el INEGI o la SSA, sino que tuve que acudir a la base de datos del Instituto de Salud Pública de la Universidad Veracruzana.2 Esto nos habla de la insuficiente incorporación de la perspectiva de género en el sector salud.

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Consideraciones teóricas

Hasta ahora el trabajo de género ha sido principalmente un trabajo hecho por mujeres analizando la situación y condición femeninas. En las últimas décadas ha habido aportes muy importantes en la búsqueda de mecanismos que rompan con la antiquísima relación de subordinación ante el género masculino. Estos aportes han apuntado fuertes críticas hacia el género masculino y es muy reciente la creación del campo de estudios sobre masculinidad en donde también al hombre se le mira con una perspectiva de género (Kimmel, 1992). Éste es un campo muy nuevo, incompleto, en donde ya se distingue lo que se va conformando como corrientes.

El presente trabajo se inscribe dentro de una perspectiva (auto)crítica partiendo del supuesto de que para lograr relaciones igualitarias con las mujeres y entre los hombres es necesario primero desconstruir nuestros procesos de socialización, así como los elementos enajenantes y los costos que conllevan. Para esto, la mirada desde el campo de la salud nos dará un punto de vista privilegiado.

El trabajo con hombres no se plantea como contradictorio o contrapuesto al trabajo con mujeres. Más bien nos muestra la otra cara de la moneda y muchas imágenes en espejo que puedan enriquecer el análisis genérico.3

Por género entiendo una serie de atributos y funciones que van más allá de lo biológico/reproductivo, construidos social y culturalmente y que son adjudicados a los sexos para justificar diferencias y relaciones de opresión entre los mismos. El género se interioriza a través de todo un trabajo de socialización, entendida como un complejo y detallado proceso cultural de incorporación de formas de representarse, valorar y actuar en mundo. Como bien señala Carmen Sáez, este proceso no ocurre sólo en la infancia sino durante toda la vida (Sáez Buenaventura, 1990), por lo que las distintas redes sociales juegan un papel fundamental, según el caso, para promover el cambio o para frenar o impedirlo en las distintas etapas de la vida.

Por masculinidad entiendo un conjunto de atributos, valores, funciones y conductas que se suponen esenciales al varón en una cultura determinada. Para el caso de México considero que existe un modelo hegemónico de masculinidad, visto como un esquema culturalmente construido en donde se presenta al varón como esencialmente dominante y que sirve para discriminar y subordinar a la mujer y a otros hombres que no se adaptan este modelo.

Considero, pues, que existe en México una forma hegemónica4 de socializar a los hombres que está cultural e históricamente construida, que tiene sus diversidades pero sirve siempre de referente incluso a las formas alternativas de socialización. En esta socialización existen algunas claras ventajas para el varón, algunas de las cuales, con el tiempo y su estereotipamiento, se van transformando en un costo sobre su salud (y la de otras y otros). Ejemplos de esto son una mayor independencia, la agresividad, la competencia y la incorporación de conductas violentas y temerarias en aspectos tan diversos como la relación con vehículos, adicciones, la violencia y la sexualidad.

Estas características se incorporan porque aparecen como (y son) ventajosas dentro de las relaciones de poder entre géneros, son socialmente más valoradas y son asignadas desde pequeño a través de diversas redes e instituciones. Es característico que esta problemática sea invisible o negada parcial o totalmente, sobre todo por los propios hombres. Más que hablar de una determinación de esta socialización, pienso, como plantea Raymond Williams, en términos de que se establecen presiones y límites que intervienen en la vida de hombres concretos.

Obvio, pero hay que aclararlo: no se puede hablar de una sola masculinidad, una sola forma de ser hombre. Es claro que no es lo mismo crecer como ejidatario en el Cofre de Perote, que como "hijo de familia" en Córdoba o Xalapa, o como joven costeño en las playas de Mocambo, Mandinga o Mololonga. En la formación genérica se entrecruzan la influencia de clase, la étnica, la vivencia urbana o rural y, finalmente, una serie de influencias específicas dadas, sobre todo, por la familia concreta en la que se nace y crece.

Habría que profundizar si, como contraste, hay aspectos que aparecen como negativos (o menos valorados socialmente) en la socialización femenina que pueden tener un efecto protector posterior para las mujeres, por ejemplo, en la predisposición o no de ejercer la violencia hacia otros/as.

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Origen del trabajo

Este trabajo tiene sus antecedentes en la apertura del área de salud mental en Produssep A.C. en 1986 como una demanda de los y las promotoras de salud que participan en dicha red, así como en redes afines en la región centroamericana (de Keijzer, Reyes, Ayala, 1995). Este trabajo de capacitación incluye diagnósticos participativos con las distintas comunidades de los cuales se desprenden muchos problemas en los que los varones tienen un claro protagonismo: el proceso de alcoholización, la violencia doméstica, problemas de pareja y familiares (Herrera, de Keijzer, Reyes, 1993).

Es precisamente en Veracruz donde, con el Equipo de Salud Mental, empezamos a descubrir la enorme necesidad de trabajar con hombres desde una perspectiva de género. Cuando se plantean los talleres para los grupos de salud en Veracruz, el principal tema y problema que los grupos plantean es precisamente el del alcoholismo. Previo a dicho taller, por ejemplo, los promotores de varias comunidades de Los Tuxtlas hacen una encuesta para medir el volumen de cerveza y aguardiente que se consume en varias pequeñas localidades, yéndose de espaldas al cuantificar no sólo el volumen ingerido sino la cantidad de dinero que implicó.

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