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Mente y Conciencia. Apuntes sobre integración de Meditación y Terapia en un trabajo para la Conciencia

AntuanShTrabajo24 de Enero de 2025

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Mente y Conciencia

Apuntes sobre integración de Meditación y Terapia en un trabajo para la Conciencia

Antonio Sellés Martínez

Octubre 2010

  1. La Mente o la vida: voces en la cabeza.

Es un día ordinario... El mundo está siempre ahí: el viento sopla, la lluvia cae, el sol sale, plantas, objetos, gente..., el discurrir de la Vida es sustancialmente el mismo sin importar los siglos, sin influir los deseos o las inquietudes de las personas.

Cada día al abrir los ojos podríamos constatar este hecho, sucesos, cosas, movimientos, etc. Muy probablemente,  así lo hacemos en gran medida, aunque nos demos cuenta de ello en una porción muy pequeña: multitud de distracciones interfieren con los hechos y crean jerarquías de cosas importantes, frente a otras que van ocupando lugares inferiores en nuestras preferencias.

Este proceso de organización está definido inicialmente por factores de importancia para el mantenimiento de la vida (la homeostasis o auto-regulación del organismo), la actividad social y la orientación en el campo de estímulos en el que se encuentra.

La belleza de una puesta de sol, queda pospuesta si en ese momento urge vaciar la vejiga de las bebidas ingeridas un rato antes, cuando el calor apretaba y beber fue más importante que atender una importante conferencia, pero, eso sí excusando nuestra ausencia con una amable frase y una gran sonrisa...

Pero, no siempre la distracción está justificada, ¿cuantas veces a lo largo del día esas interferencias no son debidas a estos factores de conservación? Lo más frecuente es encontrarnos con elementos que alejan nuestra atención de los hechos y que son producidos en nuestra imaginación. La elección ahora no es: “qué es más importante para sobrevivir o para mantener el estatus social”, sino un sinfín de falsas elecciones, todo tipo de ideas que parece que nos arrastren, haciéndonos vivir en un mundo virtual, un “parloteo” constante en el que una o varias voces dialogan, amenazan, avergüenzan, avisan, vigilan, etc.

Sabemos que, por la configuración de nuestro cerebro, siempre hay una distancia entre el mundo objetivo y el que cada uno vive, el que interpreta para tener una representación interna del primero. Pero esto se agudiza cuando aparece la mente, en estas condiciones el mundo en el que vivimos sufre una fisura: ese mundo de cada cual, esas interpretaciones sobre lo que nos llega de los sentidos, son, a menudo, diametralmente distintas por los pensamientos, prejuicios y añadidos variados que hacemos a la experiencia.

¿Y, mientras tanto, que pasa con la Vida?

La satisfacción de esta manera de vivir es muy relativa, ¿somos felices pensando tanto, organizando tanto, previendo tanto, repasando tanto?, ¿preocupándonos de lo que no ha sucedido, culpándonos de los "errores" pasados, de lo que deberíamos haber hecho...?

La satisfacción es el resultado de una culminación en el proceso de hacer contacto con algún elemento de nuestro entorno, requiere de una percepción despierta, de una capacidad para sentir y para emocionarse, de una disposición abierta y de la entrega a aquello que está pasando.

¿Como estar satisfecho si no sabes lo que quieres, si no puedes sentir el vacío, o la ausencia, o la rabia, o la tristeza, o el amor, o la ternura? ¿Cómo estar satisfecho si crees que no puedes o que no mereces esto o aquello, si piensas que los demás o las circunstancias te impiden acceder a lo que quieres? ¿Como estar satisfecho si no sientes que ya tienes lo que necesitas y sigues buscando...?

Es imposible sentir la alegría del discurrir de la Vida, el goce sereno de vivir, la satisfacción del logro o el reto del fracaso, si vivimos con la preocupación, la tensión, el desasosiego, o la angustia. Es inevitable que la Vida nos depare experiencias agradables y desagradables, pero instalarse en un estado permanente de tristeza o ansiedad, de miedo o de rencor; es una ilusión alimentada por nuestra mente, un modo de aislarnos de la realidad, de crear la fisura.

  1. Complicándonos la vida, fastidiosa-mente.

No es fácil definir que es la mente, y si es o no lo mismo que la conciencia. Muchas reflexiones a lo largo de la historia dejan algunas certezas pero muchas más preguntas.

Una primera explicación sería que la mente es la responsable del entendimiento, la emoción, la imaginación, la voluntad, la capacidad para crear pensamientos, el recuerdo y otras habilidades cognitivas y sobre todo, la conciencia.

Otras explicaciones, entre las que se encuentra la de la teoría de la terapia gestalt, dejan a cargo de la conciencia la mayor parte de estos fenómenos, dejando la mente como una “ilusión inevitable”[1], aunque ciertamente molesta, el resultado del intento humano de adaptarse a unas condiciones difíciles, de “urgencia crónica de baja intensidad”, en las que la persona queda atrapada entre el miedo a afrontar lo nuevo (deseado aunque peligroso) y la frustración de estar seguro (pero parado ante lo que se desea).

En estas circunstancias el pensamiento deja de ser una herramienta para conocer o para planear, para recordar o para crear y forma parte de esa “mente” que nos aísla del entorno y del propio organismo que percibe y siente.

  1. ¿Como me meto en este lío? Disparatada-mente

En primer lugar cuando le damos al pensamiento una importancia desmedida, creyendo que nos va dar solución a todas las cosas, a continuación, el perder confianza en nuestros sentidos, emociones e intuición, una gran pérdida; pero también las dudas, angustia o temor, pues lo corporal y las emociones son fuente de sensaciones incómodas, a veces contradictorias, variables a menudo, el refugio “seguro” es la mente, que nos aísla, nadie lo ve, no tiene límites, etc. En la mente las cosas se resuelven de múltiples maneras, se puede repetir, se controlan todos los factores, se previenen los riesgos... Pero mientras tanto, la vida pasa...

Según proponen las filosofías orientales es la ignorancia y la identificación lo que hacen que las personas nos enredemos en las trampas de la mente, en sus torbellinos.

La ignorancia es la falta de conocimiento, de sabiduría, y se refiere a la confusión que producen los deseos indiscriminados o fruto de insatisfacciones que la persona no conoce o no comprende. Es no saber el valor de lo que se hace, de lo que pasa o de las cosas, personas o relaciones. En resumen, perseguir quimeras, perder la orientación y la sensatez que deriva de una conciencia clara de uno mismo y del mundo.

¿Qué es lo que necesito, lo que realmente me importa? Consumir, comprar, poseer más cosas, puede calmar un rato la inquietud, pero una mente serena permite responder con honestidad y buscar la satisfacción real: puede que un poco de tiempo libre o una relación más afectiva o un poco de alegría. Es el estado de la mente el que puede confundirme con un galimatías de pensamientos acerca de lo que me conviene, lo que yo debería tener y no tengo, lo que otros tienen y yo no, “pues ahora esto me iría bien”, “con este traje me sentiría más joven” o “se me vería más importante con este coche”...

Cuando la persona se identifica con un modo de pensar, con alguno de sus sentimientos, o con las cosas que le rodean, aparece el “apego”. Nos apegamos primero a nuestra propia personalidad, creemos que lo que hacemos, nuestras costumbres, los hábitos, son nuestra naturaleza, que nuestro pensamiento es nuestra identidad.

Otros apegos o identificaciones se producen cuando las personas queremos mantener o repetir una experiencia placentera, conseguir aquello que deseamos, y evitar el peligro de perderlo o no poder acceder a ello.

¿Por qué me empeño en excusarme en que soy así? ¿Qué tal si decido “ser” de otra manera y me reinvento a mí mismo? ¿Estaría dispuesto a arriesgar, a pagar el precio de la espontaneidad?

Me desprendo de cada experiencia, de cada cosa, de cada persona, en el momento de concluir el contacto con ella. Ahora sólo queda en mi memoria, está en el pasado, algo acabó y se “destruye” para mí, algo queda en mi interior asimilado, pero así deja paso a lo nuevo que seguirá el mismo camino.

Pero también existen muchos factores sociales que influyen para que este fenómeno exista. En este sentido la persona necesita vivir en un espacio que apoye sus experiencias, sus necesidades, sus debilidades. Crecer en un entorno así facilita seguir confiando en que el mundo es un lugar agradable e interesante, lo contrario la lleva a la desconfianza y a que el mundo aparezca como peligroso u hostil. Aislarse, confundirse o identificarse con algo poco interesante no es más que una respuesta lo más adaptada posible a una situación incómoda, a un entorno que no apoya:

  • Una cultura con gran cantidad de normas, a menudo demasiado rígidas. Estas normas y datos aprendidos son intentos de ajuste para que la vida sea más fructífera y la relación más fácil. Pero el hecho de que haya que respetar la norma social por encima de la necesidad individual lleva asociado un importante descuido de lo que la persona requiere, para supeditarlo al bien común. El equilibrio es difícil.
  • Una educación con pocas experiencias vivas, sin experimentación, sin pensar libremente, alejados de la relación del organismo con el entorno.
  • Las normas sociales respecto a los sentimientos y emociones resultan desfasadas, vienen de tiempos de represión, de épocas de moldes rígidos en las estructuras sociales, familiares, entre sexos, etc. Educar lo emocional es, con seguridad, el reto más interesante que desafía las estructuras educativas.
  • Una sociedad asustada, neurótica, desconfiada, con un deterioro de valores importantes, que no invita a explorar, sino más bien a conformarse con cómo se es y cómo son las cosas.
  • La comodidad de justificar que lo que se hace es debido a “la personalidad” a que “soy así”. Al no enseñar a los adultos a desafiar sus identificaciones, sus rigideces, no es posible esperar que alguien ponga en duda las normas o discuta su adecuación a las realidades personales.
  1. Apaños, remiendos y reparaciones. Sana-mente

Ante toda esta descripción cabe pensar que la situación debe remediarse de algún modo. En algún momento o en algún lugar debió existir el ser humano libre, sereno y alegre. O en algún momento o lugar puede que exista. O, puede que haya quien llegue a aceptar la condición humana, errática, insegura, defectuosa, e, igualmente deje de preocuparse y angustiarse por cambiar...

Pero, sea como sea, no me cabe duda de que será una persona vacía de tiranías mentales, con un pensamiento al servicio de la inteligencia, cuyo uso será dirigido por la sensación, la emoción, y otras funciones del campo organismo/entorno. Mientras, podemos apuntar algunas estrategias, trabajos de recuperación, para acercarnos a las situaciones ideales o, al menos, para orientarnos hacia ellas.

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