PSICOANALISIS 1
Patricia RovaglioResumen15 de Julio de 2019
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PSICOANALISIS I
Primer parcial
FREUD: CONFERENCIA 1. INTRODUCCIÓN.
El psicoanálisis es una modalidad de tratamiento médico de pacientes neuróticos que comprende una serie de dificultades. Primero están las de la instrucción, las de la enseñanza del psicoanálisis. En él, todo es diverso. En el tratamiento analítico no ocurre otra cosa que un intercambio de palabras entre el analizado y el médico. El paciente habla, cuenta sus vivencias pasadas y sus impresiones presentes, se queja, confiesa sus deseos y sus mociones afectivas. El médico escucha, procura dirigir las ilaciones de pensamiento del paciente, exhorta, empuja su atención en ciertas direcciones, le da esclarecimientos y observa las reacciones de comprensión o rechazo que de ese modo provoca en el enfermo.
La conversación en que consiste el tratamiento no soporta terceros oyentes ni admite ser presentada en público. Las comunicaciones de que el análisis necesita sólo serán hechas por él a condición que se haya establecido un particular lazo afectivo con el médico. Es que esas comunicaciones tocan lo más íntimo de su vida anímica, todo lo que él como persona socialmente autónoma tiene que ocultar a los otros y, además, todo lo que como personalidad unitaria no quiere confesarse a sí mismo.
El psicoanálisis se aprende primero en uno mismo. Existe una serie íntegra de fenómenos anímicos muy frecuentes y de todos conocidos que, tras alguna instrucción en la técnica pueden pasar a ser objeto del análisis en uno mismo. Por esa vía se obtiene la buscada convicción acerca de la realidad de los procesos que el psicoanálisis describe y acerca de lo correcto de sus concepciones.
Hay una segunda dificultad, dado que los oyentes han cultivado estudios de medicina. Esa formación previa ha impreso a la actividad de pensamiento una determinada orientación que ha de apartarlo mucho del psicoanálisis. Se les ha enseñado a buscar un fundamento anatómico para las funciones del organismo y sus perturbaciones, a explicarlas en términos de física y de química y a concebirlas biológicamente, pero ni un fragmento del interés fue dirigido a la vida psíquica que corona el funcionamiento de este organismo maravillosamente complejo.
He aquí la laguna que el psicoanálisis se empeña en llenar. Quiere dar a la psiquiatría esa base psicológica que se echa de menos, y espera descubrir el terreno común desde el cual se vuelva inteligible al encuentro de la perturbación corporal con la perturbación anímica.
En cuanto a la dificultad que sigue, encontramos dos aseveraciones ingratas del psicoanálisis. La primera dice que los procesos anímicos son, en sí y por sí, inconscientes, y los procesos conscientes son apenas actos singulares y partes de la primera vida anímica total. El psicoanálisis toma como supuesto la identidad entre lo consciente y lo anímico y se ve a obligado a sostener que hay un pensar inconsciente, hay un querer inconsciente. Con el supuesto de que existen procesos anímicos inconscientes se ha iniciado una reorientación decisiva en el mundo y en la ciencia.
La segunda aseveración es que las mociones pulsionales no pueden designarse sino como sexuales, en sentido estricto y en sentido lato. Desempeñan un papel enormemente grande en la acusación de las enfermedades nerviosas y mentales. Esas mismas mociones sexuales participan en las más elevadas creaciones culturales, artísticas y sociales del espíritu humano. Creemos que, bajo el acicate del apremio de la vida, la cultura fue creada a expensas de la satisfacción pulsional. Entre las fuerzas pulsionales así empleadas, las pertenecientes a las mociones sexuales desempeñan un importante papel; en ese proceso son sublimadas, vale decir, desviada de sus metas sexuales y dirigidas hacia otras, que se sitúan socialmente en un plano más elevado y ya no son sexuales. La sociedad no discierne amenaza mayor a su cultura que la eventual emancipación de las pulsiones sexuales y el regreso de ellas a sus metas originarias.
RESUMIENDO:
Las 3 dificultades del Psicoanálisis:
- Primera dificultad: no admite terceros oyentes, si hubiera un tercero habría una resistencia del lado del paciente. Y se debe analizar a partir de que uno fue analizado previamente.
- Segunda dificultad: los médicos solo tienen en cuenta el cuerpo orgánico y se rechaza lo psíquico.
- Tercera dificultad: 2 prejuicios:
- Intelectual: la mayor parte de la gente cree que el psiquismo es solo consciencia.
- Estético y moral: la gente no comprende que los síntomas originados por la sexualidad y esta determina la cultura de los hombres. El síntoma proviene de la instancia inconsciente.
FREUD: CONFERENCIA 16. PSA Y PSIQUIATRÍA.
Señoras y señores: Me regocija que nos volvamos a ver, después de un año, para proseguir nuestros coloquios. El año pasado les expuse la concepción psicoanalítica de las operaciones fallidas y del sueño; ahora querría introducirlos en la comprensión de los fenómenos neuróticos, que, como pronto descubrirán, tienen mucho en común con aquellos. Pero les anticipo que en esta oportunidad no puedo concederles la misma posición frente a mí que el año anterior.
Pero no entiendan este anuncio como si yo me propusiera hacerles una exposición dogmática y exigirles una fe incondicional. Semejante malentendido me haría grave injusticia. No es mi propósito despertar convencimientos; quiero dar incitaciones y desarraigar prejuicios. Si, por desconocer el material, ustedes no están en condiciones de juzgar, no deben ni creer ni desestimar. Deben escuchar y dejar que produzca en ustedes su efecto lo que se les refiere. El convencimiento no se alcanza con tanta facilidad o, cuando se ha llegado a él tan sin esfuerzo, pronto se evidencia falto de valor e inconsistente. Sólo puede pretender convencimiento quien, como yo lo hice, ha trabajado durante muchos años con el mismo material y ha vivido, él mismo, estas experiencias nuevas y sorprendentes. ¿Por qué, entonces, se producen en el campo intelectual esas convicciones súbitas, esas conversiones fulminantes, esas repulsiones instantáneas? ¿No reparan en que el «coup de Joudre», el amor a primera vista, proviene de un campo enteramente diverso, el campo afectivo? Ni siquiera a nuestros pacientes les exigimos un acto de convencimiento o de adhesión al psicoanálisis. Que lo hagan nos resulta a menudo sospechoso. La actitud que más deseamos en ellos es la de un benévolo escepticismo.
Por otra parte, ni por un instante deben creer que esto que les presento como concepción psicoanalítica sea un sistema especulativo. Es más bien experiencia: expresión directa de la observación o resultado de su procesamiento. Si este último procedió o no de manera suficiente y justificada, he ahí algo que se verá con el ulterior progreso de la ciencia; y por cierto tengo derecho, trascurridos ya casi dos decenios y medio y bastante avanzado yo en la vida (1), a aseverar sin jactancia que fue un trabajo particularmente difícil, intenso y empeñoso el que brindó estas observaciones.
Este comportamiento opositor no me resulta del todo comprensible. Quizá provenga de que los médicos se comprometen muy poco con los neuróticos; oyen con tan poca atención lo que ellos tienen que decirles que se han enajenado la posibilidad de extraer algo valioso de sus comunicaciones, y por tanto de hacer en ellos observaciones en profundidad.
En esta ocasión les prometo que en el curso de mis conferencias polemizaré poco, al menos con personas individuales. Nunca he podido convencerme de la verdad de la sentencia según la cual la guerra es el padre de todas las cosas. Creo que proviene de la sofística griega y falla, como esta, por sobrestimación de la dialéctica. Me parecía, al contrario, como si la llamada polémica científica fuese en todo sentido infecunda, prescindiendo que casi siempre se la cultiva con un sesgo en extremo personal.
Hasta hace unos años podía gloriarme, respecto de mí mismo, de que con un solo investigador (Löwenfeld, de Múnich) había entablado una vez una polémica científica en regla (2). El final fue que nos hicimos amigos y lo seguimos siendo hasta el día de hoy. Pero por mucho tiempo no he repetido el experimento; no estaba seguro de obtener idéntico desenlace (ver nota (3)). Ustedes juzgarán, sin duda, que una repulsa tal de la discusión académica atestigua un grado particularmente alto de inaccesibilidad a las objeciones, de terquedad o, como lo suelen expresar los científicos en su cortés lenguaje, de «extravagante pertinacia».
Debo presentarles, entonces, la concepción psicoanalítica de los fenómenos neuróticos. Para ello, me parece indicado empalmar con los fenómenos ya tratados, tanto a modo de analogía como de contraste. He de echar mano a una acción sintomática en que veo que incurren muchas personas en mis horas de consulta. El analista no atina a hacer gran cosa con la gente que lo visita en su consultorio médico para desplegar frente a él, en un cuarto de hora, las lamentaciones de su larga vida. Su saber más profundo le impide pronunciar el veredicto a que recurriría otro médico: «Lo que usted tiene no es nada», e impartir el consejo: «Tome una ligera cura de aguas». Uno de nuestros colegas, preguntado por lo que hacía con sus pacientes de consultorio, respondió incluso, con un encogimiento de hombros: «Les impongo una multa de unas buenas coronas».
Ahora bien, no tomen ustedes partido antes de oír lo que sigue. Este descuido del paciente, en efecto, no acontece más que cuando se ha encontrado solo en la sala de espera y por tanto deja tras sí una habitación desierta; nunca cuando otras personas extrañas esperaron con él. En este último caso comprende muy bien que es su interés no ser espiado con las orejas {belauschen} mientras habla con el médico, y jamás omite cerrar cuidadosamente ambas puertas. La omisión del paciente obedece entonces a un determinismo, no es contingente ni carece de sentido; ni siquiera es intrascendente, pues veremos que ilustra la relación del recién llegado con el médico.
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