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Psicologa

dldiaz31 de Julio de 2011

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-La adolescencia:

aportaciones a la metapsicología y psicopatología

Presentado en la reunión científica de APdeBA.

25 de junio de 1985.

Asbed Aryan

Introducción

Es una idea bastante difundida que el análisis durante la adolescencia requiere modificaciones de encuadre y un enfoque diferente, lo que muchas veces lleva a la idea de que entonces ya no es análisis, tantas concesiones hay que hacer. Así, se considera a los adolescentes no estrictamente ana¬lizables, y en consecuencia surgen propuestas alternativas, tales como psicoterapias con comprensión psicoanalítica, psicoterapias incompletas hasta que sean adultos, etcétera.

Si bien Freud consideraba que los niños no eran analizables, porque, entre otras cosas, no asocian libremente, hoy a nadie preocuparía tal cuestión, es más, si asociaran solamente, pensaríamos en una inhibición del juego. El juego, como la transferencia, de obstáculo pasó a ser instrumento, y actualmente incluimos juguetes desde el principio, sin pensar que estamos haciendo concesiones.

En los adolescentes, el equivalente del juego es su manera de ser, vestir, saludar, discutir, oponerse, controlar, racionalizar, sobornar, chantajear, boicotear, faltar a sesiones, apasionarse por pequeñas y grandes cosas. Este modo de ser no debería considerarse un cúmulo de resistencias que los hace inanalizables, sino el modo natural de expresarse en esta etapa de vida.

Muy pocos adolescentes concurren al análisis con conciencia de enfermedad, y dispuestos a analizarse. La actitud de esa minoría se debe a alguna feliz experiencia terapéutica en la infancia, o a la influencia directa o indirecta de algún adulto significativo que, auténticamente, valoriza el método analítico, y a quien el adolescente idealiza y quiere parecerse.

Pero la gran mayoría lo hace de una manera reticente, desconfiada e impaciente, obligada por las circunstancias, presionada por el medio ambiente inmediato y/o por intensos sufrimientos como ansiedad, insatisfacción, depresión, culpa persecutoria y desesperanza por fracasos de distinto orden. La desconfianza e impaciencia son absolutamente explicables, son la expresión de su mundo interno, de su realidad psíquica, y comprenderla en su dimensión teórico-clínica indica una modalidad de abordaje.

M. Klein dice: "la diferencia entre nuestros métodos de análisis [de niños] y el análisis del adulto es puramente de técnica y no de principios (...) Por lo tanto, no solamente nos ajustamos a las mismas normas del método analítico para adultos, sino que llegamos también a los mismos resultados. La única diferencia reside en que adaptamos sus procedimientos a la mente del niño". (Los subrayados son míos) (6a, pág. 34).

A mi modo de entender, esta afirmación es perfectamente extensible al análisis en la adolescencia, razón por la cual pienso que, parafraseando a M. Klein, el estudio de la mente del adolescente nos puede indicar el camino adecuado para la adaptación de los procedimientos.

Cuando se piensa en el análisis de la adolescencia, las posiciones aparecen claramente polarizadas porque, por un lado, existen distintos esquemas referenciales teóricos; por otro lado, se manejan enfoques acerca de cómo comprender y qué hacer con la transferencia, que no se adecuan a la edad en estudio y, finalmente, son diferentes las expectativas que se tienen en relación con las metas a conseguir.

En este trabajo, el primero de una serie de dos, mi interés es delimitar los objetivos fundamentales del análisis en la adolescencia, basados en una comprensión metapsicológica.

En el segundo, sugerir algunos puntos de vista técnicos vinculados a este enfoque, y presentaré un material clínico como ilustración.

Metapsicología y psicopatología

Hay una vasta literatura que se ha ocupado de la psicología y de la psicopatología de la adolescencia. No es mi propósito hacer una revisión bibliográfica exhaustiva, sino referirme a los autores que han influido de un modo decisivo en mi forma de pensar la adolescencia, y continúan estimulándome. Estoy seguro de que también estarán presentes otros autores, pacientes, supervisores, supervisados y mi análisis personal.

Las investigaciones psicoanalíticas de la adolescencia se basan, sin excepción, en las tres premisas fundamentales que introdujera Freud en la Metamorfosis de la pubertad en su Tres ensayos ... : a) la subordinación de la pregenitalidad a la genitalidad; b) el establecimiento de nuevos objetivos sexuales heterosexuales; y c) la consolidación de la exogamia.

Así es como con el descubrimiento de la sexualidad infantil, la adolescencia pasó a ser considerada como una etapa de transformación final, o como un puente obligado entre la sexualidad polimorfa y perversa infantil, y la sexualidad adulta, centrada en la genitalidad.

En las cuatro o cinco décadas posteriores, los estudios específicamente centrados en la adolescencia los debemos a la escuela vienesa, algunos de cuyos integrantes emigraron a Inglaterra, como Anna Freud y sus discípulos, y otros a Estados Unidos, como A. Aichorn, S. Bernfeld, E. Erikson, H. Deutsch, E. Jacobson y P. Blos, entre muchos. Todos ellos se basaron fundamentalmente en la teoría de la evolución libidinal y de la estructuración psíquica según la segunda tópica. En Estados Unidos ejercieron, además, una importante influencia los aportes de la psicología del yo de Hartmann, quien enfatizó, aún más, los componentes económico-energéticos de la teoría freudiana.

Recién en 1957 Anna Freud, en La adolescencia, señaló:

“[Hay] ... una llamativa semejanza entre las respuestas de los adolescentes y ... el tratamiento de pacientes que atraviesan períodos de duelo o de infortunios amorosos ... el dolor mental es el resultado de la difícil tarea de retirar la catexia y renunciar a una posición que ya no ofrece posibilidades de retorno del amor. ... En consecuencia, ni el pasado ni lo que ocurre en la transferencia llegan a ser suficientemente significativos como para proporcionar material apto para las interpretaciones ... También el adolescente está empeñado en una lucha emocional de extremada urgencia e inmediatez. Su libido está a punto de desligarse de los padres para catectizar nuevos objetos; ... también es inevitable un cierto retraimiento narcisista para llenar los períodos en que ningún objeto externo está catectizado. Cualquiera que sea el desenlace del conflicto libidinal en un determinado momento, estará siempre relacionado con el presente, y el monto de libido libre para catectizar el pasado o el analista será escaso o nulo. Si esta hipótesis es correcta, puede explicar algunas de las actitudes de los jóvenes en el curso del tratamiento: su renuencia a cooperar y a comprometerse en la terapia o en la relación con el analista, sus intentos de disminuir las sesiones semanales, la impuntualidad, las ausencias y las bruscas interrupciones del tratamiento". (El subrayado es mío) (4, pág. 171-2).

Y finalmente Anna Freud concluye:

". . . existen otros casos en que el analista mismo se convierte en un nuevo objeto de amor del adolescente. Esta situación intensificará sus deseos de ser 'tratado', pero aparte de mejorar su asistencia y puntualidad, es probable que obligue al analista a enfrentar otra de las dificultades específicas que presentan los adolescentes: la perentoriedad de sus necesidades, su intolerancia a la frustración y la tendencia a utilizar todo tipo de relación como un medio para la satisfacción de sus deseos, más que como fuente de comprensión y esclarecimiento". (4, pág. 172-3).

He preferido extenderme en esta cita porque: por una parte, sintetiza de manera ejemplar las dificultades clínico-técnicas que se nos presentan en el análisis de adolescentes y, por otra, muestra cómo el enfoque económico de las pulsiones y la teoría de la transferencia de esta autora, restringen nuestras posibilidades de comprensión y operación transferencia!. Los conceptos de narcisismo y de duelo empleados en términos energéticos y no de significados, al igual que el estudio del narcisismo visto como excluyente de la relación objetal, resultan esquemáticos e insuficientes y, sin el concepto de objeto interno, se subestima la auténtica capacidad de transferencia del adolescente.

Sin embargo, el modelo del duelo ha sido un hallazgo feliz, y sigue siendo uno de los más fecundos para comprender la adolescencia psicoanalíticamente.

M. Klein, por otra parte, tan abocada al análisis de niños y a sucesivos descubrimientos teóricos y técnicos, dedicó sólo un capítulo a la adolescencia, "La técnica del análisis en la pubertad" en El psicoanálisis de niños, en donde nos enteramos de Ilse de 12 años, Willy de 14, Gert de 16 y Bill de 15. Lamentablemente, contamos sólo con estos escasos aportes que, por otra parte, corresponden a la primera época de sus contribuciones. Si bien M. Klein no se ocupó en reelaborar sus ideas acerca de la pubertad y la adolescencia a la luz de sus posteriores formulaciones, más originales, sobre la estructuración psíquica, sus trabajos sobre la génesis de los estados maniaco-depresivos (1935) y su relación con el duelo (1940) y, finalmente, el complejo de Edipo a la luz de las ansiedades tempranas (1945), nos indican un camino fecundo.

Entre nosotros, A. Aberastury y col. (1) emprendieron esta tarea señalando que en la adolescencia se elaboran tres duelos fundamentales: 1) duelo por el cuerpo infantil; 2) duelo por la identidad y el rol infantiles; y 3) duelo por los padres de la infancia.

Esta autora, pionera, adoptó para la

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