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Psicologia Educativa


Enviado por   •  7 de Octubre de 2013  •  5.143 Palabras (21 Páginas)  •  196 Visitas

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INTRODUCCIÓN

Las consideraciones etimológicas pueden guiarnos en el comienzo de la exploración conceptual.

Teleología procede del término griego, telos, que puede traducirse como fin. En el sentido de acabamiento tanto espacial como temporal (de ahí telón como fin de una obra teatral). También puede entenderse telos como meta o fin intentado. Es este sentido el que, para nosotros, parece relevante.

Más intrincado resulta el significado de logos, pues, históricamente, ha cubierto un muy amplio campo semántico para el que, en castellano, no nos basta con razón, palabra, verbo, ley, racionalidad, conocimiento, ciencia... Sin embargo, en el tema que nos ocupa sirve de ayuda suficiente saber que, ya desde los primeros filósofos, la raíz logos transmite connotaciones de objetividad. El logos está en el mundo, hace de él un cosmos, es la ley o la razón del Universo. Y es suficiente, decimos, porque en el presente contexto va a oponerse a nomos; también ley, pero convencional, pactada y humana, subjetiva o intersubjetiva.

Hasta aquí nos ha traído la etimología; daremos el siguiente paso de la mano de la historia. Sabemos que el empleo del término teleología se remonta a la Philosophia Rationalis sive Logica de Wolff; que allí se acuña como tecnicismo filosófico y que viene a nombrar la parte de la filosofía natural que investiga los fines de las cosas.

El concepto tiene más larga historia que el término. Las explicaciones en clave finalística se remontan a la primera filosofía; al menos hasta Anaxágoras. Aparecen también en Platón. Con Aristóteles, la finalidad se integra de modo coherente en la estructura causal del mundo.

Desde el momento en que se acuña el término teleología, se emplea, retrospectivamente, para designar todo tipo de explicación en función de causas finales (por ejemplo, llámase prueba o argumento teleológico a la quinta vía de las propuestas por Sto. Tomás para la demostración de la existencia de Dios). Seguir en detalle y hasta el presente la historia del sesgo teleológico es, a buen seguro, propósito en exceso ambicioso. Cabe pues establecer ciertas restricciones esbozadas ya en el título:

Cierto es que la explicación teleológica puede aplicarse a objetos y procesos diversos. El Universo, en su conjunto, puede ser visto como un organismo o sistema estructurado conforme a un fin, el cual daría cuenta, por ende, de su existencia e historia. Cada parte o proceso del Universo puede ser, conforme a fines, explicado y, en concreto, la acción humana es susceptible de dicho enfoque.

Nos interesa, no obstante, la teleología en tanto parte de la explicación biológica y a dicho aspecto nos restringiremos.

LA EXPLICACIÓN TELEOLÓGICA EN BIOLOGÍA

La explicación teleológica desaparece de la ciencia física con Galileo y Newton (podría hacerse alguna salvedad por lo que hace a la óptica, y al principio de acción derivado de la física de Leibniz).

El movimiento de los cuerpos no se atiene ya al objetivo de recuperar su lugar natural sino que es guiado por fuerzas y, en su defecto, es inercial. El prestigio de la ciencia física, desde Newton, hace que su metodología tienda a ser imitada en otros ámbitos del saber. Desde la filosofía a la biología. La física cumple, a partir de Newton, análoga función a la desempeñada por la geometría en la antigüedad, paradigma de todo saber y de la racionalidad misma.

En biología, la batalla por la eliminación de las causas finales se prolongaría aún por algún tiempo. Teorías como las del Equilibrio dinámico (Lyell), Progreso trascendentalista (Agassiz), Teoría del arquetipo (Owen), Adaptacionismo (Lamarck), Argumento del diseño (Whewell), aristogénesis (Osborn), monogénesis (Berg), Ortogénesis... presentan de una u otra forma elementos teleológicos (ver a este respecto Ruse, 1979, versión española de 1983; Bowler, 1983, versión española de 1985; Ayala y otros, 1983*, pg. 500).

También desde un plano más filosófico que estrictamente biológico se han sugerido explicaciones teleológicas para los sistemas vivos y procesos con ellos relacionados: Siguiendo a Monod (1970, en castellano 1981), podemos distinguir entre las diversas tendencias teleológicas que pretenden dar cuenta del fenómeno que llamamos vida:

-Vitalismo científico (Elsässer y Polanyi): Las propiedades de los seres vivos no violan las leyes físicas, pero estas son insuficientes para explicar aquéllas. Deben ser admitidos ciertos principios añadidos, a saber, leyes biotónicas. Estos principios son necesarios, por ejemplo, para explicar la embriogénesis. (No interesa en el presente contexto el vitalismo metafísico de Bergson, ya que es explícitamente no-finalista).

-Progresismo cientista (Teilhard de Chardin): La fuerza evolutiva actúa en el Universo entero, desde las partículas a las galaxias. Redefine la energía en dos vectores: la energía ordinaria y la fuerza para el ascenso evolutivo. Toda la energía será finalmente de este tipo, es el punto omega. El fin es, en realidad, la idea central del progresismo cientista del siglo XIX. Se encuentra en el centro del positivismo de Spencer (con su fuerza diferenciante) y del materialismo dialéctico de Marx y Engels. El hombre ocupa un lugar intermedio, eje de la evolución cósmica, paso de la evolución genética a la cultural (en lenguaje más sociobiológico)

-Materialismo dialéctico (Marx; Engels). Conservan las leyes de la dialéctica hegeliana, que en Hegel afectan al espíritu, y las proyectan en la naturaleza material. La dialéctica de la naturaleza es constructiva, su más alta expresión es la sociedad humana y ésta tiende hacia un fin, la sociedad socialista.

-A la anterior relación añadiríamos, en consecuencia, el Idealismo (Hegel): Explicación de la evolución, incluso de la vida, en términos de un estatus final de autoconciencia o reunificación sujeto-objeto.

El motivo de la resistencia de lo biológico a la eliminación de toda teleología está en su propia estructura y complejidad, pero también (quizá, sobre todo) en el apego que el hombre tiene al hogar, a la Naturaleza como hogar, como casa cálida y en orden, de la que, de alguna forma, pueda sentirse hijo, dueño y conocedor. Un mundo natural sin finalidad, fruto del libre juego del azar, rompe "la antigua alianza", la del animismo, la que consideraba a todo ser sustancialmente igual, dotado de ánima. La que consideraba el cosmos en su totalidad como un organismo. Roto este viejo pacto, el universo queda desencantado, sin vida y sin música y el hombre perdido en un mar caótico, frío (apenas a tres grados en la escala absoluta). Un ser con hambre de entender en un magma incognoscible del que es resultado

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