Psicopatología de la agresividad
luann tylerDocumentos de Investigación20 de Agosto de 2020
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12.- Psicopatología de la agresividad
12.1. Concepto y motivación de la agresividad
12.2. Relación entre frustración y agresividad
12.3. Distintos modos de reaccionar a la frustración
12.4. Direcciones de la agresividad generada por la frustración
12.5. Motivación sociocultural de la agresividad
12.6. Enfermedades psiquiátricas y agresividad
12.1. Concepto y motivación de la agresividad
El término agresividad indica la tendencia natural a actuar de modo hiriente o con violencia. Se le considera, junto con la alimentación y el sueño, un elemento más del instinto de supervivencia del individuo, pues contribuye a conservar su vida.
La agresividad tiene una consecuencia social negativa, ya que puede provocar daño en las cosas y personas del entorno; y acarrea una consecuencia social positiva, pues aporta empuje y decisión para acometer los trabajos, para enfrentarse con decisión a los problemas y dificultades, y para defenderse, y defender a los seres queridos, de los peligros, amenazas e injusticias. A esta visión positiva se la denominó en la antigüedad apetito irascible y también ira santa; en la Psicología moderna se le suele denominar asertividad.
La agresividad guarda relación con la ira, que es una emoción, y con la frustración, que es un sentimiento que se produce cuando el sujeto sufre. Se relaciona también con la violencia, que es el comportamiento de las personas en el que se unen una agresividad intensa con un autocontrol bajo.
Un comportamiento agresivo o violento es un acto que ocasiona daño a la integridad física o psíquica de otros individuos y de sí mismo. Esta tendencia natural tiene su base biológica en ciertas estructuras neurológicas del sistema límbico, que forma parte de las estructuras cerebrales encargadas de regular la afectividad.
Su finalidad natural es la de contribuir a la supervivencia del individuo, de la familia y de la especie, mediante la consecución de los medios para la vida, la generación y la defensa frente a los ataques a la integridad física, ante la invasión del propio territorio por parte de otros, y ante los peligros ambientales.
El ser humano, por estar menos determinado por el instinto y más por el aprendizaje, presenta una mayor variedad y complejidad de conductas violentas que los animales.
En la motivación de la conducta violenta en el ser humano influyen múltiples factores, que pueden actuar por separado o en conjunción. A pesar de esa variedad, esos factores motivacionales se pueden agrupar en tres tipos: biológico, psicológico y sociocultural.
1. Motivación biológica
Se refiere a los factores biológicos que impulsan la conducta violenta. Tienen su origen en el funcionamiento de ciertas áreas cerebrales. Las alteraciones de esas áreas pueden producir un aumento de la agresividad, como ocurre al intensificarse la irritabilidad de ciertas poblaciones neuronales; o pueden, por el contrario, producir una disminución del control de las conductas violentas, tal como el que se da en algunas lesiones de la corteza frontal que se acompañan de desinhibición cortical. La causas más frecuentes de estas alteraciones son muy variadas: tumores cerebrales, intoxicaciones por alcohol y drogas, encefalitis, estados de con fusión o delirium, psicosis, algunos casos de demencia, ciertos tipos de epilepsia, la irritabilidad neuronal congénita que se da en la deficiencia mental y en algunos trastornos del espectro autista y, finalmente, ciertas constituciones temperamentales, como la colérica.
Se ha de incluir entre las motivaciones biológicas los factores que hacen que el varón tienda a ser más agresivo que la mujer: tal como se entiende hoy, se trata tanto del efecto de la testosterona sobre el cerebro como de la diferente configuración en uno y otro sexo de las áreas cerebrales del sistema límbico relacionadas con la agresividad.
Esta determinación biológica es la principal motivación de la agresividad en los animales. Se ha tomado ventaja de ella en la selección de especies e individuos más agresivos o con más bravura para ser empleados en la defensa del hombre o en los espectáculos de peleas; y de los más mansos para compañía.
2. Motivación psicológica
Se conocen varios factores psicológicos que inducen conductas agresivas y violentas. Los investigadores han resaltado la importancia de tres motivaciones: el sentimiento de frustración; la necesidad de autoestima, que lleva a la afirmación del yo; y el miedo a sufrir, que arrastra a la violencia defensiva ante los peligros del entorno. Algunos autores reducen estas tres motivaciones psicológicas a la primera (frustración), pues sostienen que tanto elsentimiento de inferioridad, que mueve a aumentar la autoestimamediante la afirmación del yo (asertividad), como el miedo a sufrir son situaciones afectivas negativas que producen frustración.
3. Motivación sociocultural
Hay factores ambientales y culturales que actúan sobre la Psicología de los individuos estimulando su agresividad y/o disminuyendo el dominio que han de ejercer sobre sus conductas violentas. Estos factores no inciden con la misma intensidad en todos los individuos, sino que a algunos les influyen más, y a otros menos.
Algunos ejemplos de estos factores son: el efecto incitante a la agresividad de los personajes famosos que son violentos (influyen más los reales que los de ficción); el premio social de ciertas conductas agresivas en el deporte, en la familia, en el aula y en el lugar de trabajo; el estímulo a la competitividad; la exaltación del éxito; y los fanatismos en forma de racismo, nacionalismo y la lucha de clases que fomenta el odio entre personas.
12.2. R elación entre frustración y agresividad
La agresividad y la violencia son materia de estudio de varias ciencias: Filosofía, Antropología, Ética, Sociología, Psicología.
Como el objetivo principal de este texto es la patología de origen psicológico, se va estudiar con detalle la motivación psicológica de la violencia, y en concreto la relación entre el sentimiento de frustración y la agresividad.
John Dollard, de la Universidad de Yale (EEUU), ha sido quien más ha estudiado la influencia de la frustración en la agresividad.
En un artículo publicado en 1939, muy citado en la bibliografía, expuso los resultados de su investigación, que le llevó a concluir que la frustración era el principal factor determinante de la conducta agresiva en el hombre, pero con dos matizaciones: la frustración no siempre produce agresividad; y la agresividad no siempre es producto de la frustración.
Posteriormente, los investigadores distinguieron dos tipos de conducta agresiva: la reactiva, que surge ante las amenazas de daño (actitud defensiva); y la proactiva, que está al servicio del impulso de autoafirmación individual (actitud de ataque). Una actitud incluye tres elementos que actúan en el mismo sentido: un juicio, un sentimiento y una conducta. En la actitud agresiva defensiva estos tres elementos serían: la idea de que la mejor defensa es el ataque; el sentimiento de frustración que acompaña al miedo a sufrir; y la conducta de que con la violencia se evite un peligro mayor. En la actitud agresiva de ataque, la idea sería «la violencia permite conseguir de los demás cosas beneficiosas para uno mismo»; el sentimiento es la conciencia de poder y dominio sobre los demás; y la conducta consiste en amenazar con causar daño y actuar causando daño de forma verbal o física.
La agresividad reactiva a la frustración es más probable cuando el sujeto asocia la vivencia de su frustración con un sentimiento intenso de impotencia o indefensión, lo que le lleva a usar la violencia como único y último recurso o, como se suele decir, «a la desesperada».
La intensidad de la agresividad está en relación directa con la intensidad de la frustración, aunque hay diferencias interindividuales en función de la tolerancia a la frustración y del autocontrol, adquirida mediante la educación, y que se reflejan en una personalidad pacífica o agresiva.
12.3. Distintos modos de reaccionar a la frustración
El interés general de la sociedad es evitar las conductas agresivas porque causan daño y provocan otras conductas violentas reactivas. Para eso interesa, de una parte, saber cómo evitar los niveles elevados de frustración, pues la frustración no puede evitarse por completo; y, de otra, saber cómo puede utilizarse la frustración para encarnar conductas positivas (no violentas) que resuelvan la causa que la desencadena.
Se exponen a continuación los distintos modos de actuar de las personas frustradas: algunos positivos, que conviene promocionar; y otros negativos, de los que habrá que disuadir.
1. Hay tres modos positivos de actuar cuando se siente la frustración
Los tres modos positivos de reaccionar a la frustración que se van a explicar a continuación son: perseverar, fortalecerse y la sublimación.
• Perseverar: es la actitud de los sujetos frustrados a continuar con más energía en la lucha por el objetivo o meta no conseguida, que es la razón de su frustración. Esta actitud se refleja en las siguientes expresiones: «Crecerse ante las dificultades» o «Perseverar en el intento».
• Fortalecerse: es la consecuencia psicológica que se produce cuando los sujetos frustrados saben esperar nuevas oportunidades para alcanzar el objetivo no logrado, que es la causa de la frustración.
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