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Psicopatología.Estructuraciones de la vida adulta

Brenda CastañoApuntes21 de Octubre de 2021

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- Baumgart, A y cols. (1999) Lecciones Introductorias de Psicopatología. Capítulos 3, 6,7 y 11. Editorial Eudeba. Buenos Aires.

- Celener G. (2003) Técnicas Proyectivas. Actualizaciones e Interpretación en los Ámbitos Clínicos, Laboral y Forense. Tomo I. Primera Parte. Capitulo 1, Pág. 31. Editorial Lugar.

                                               UNIDAD 3: Estructuraciones de la vida adulta

La Psicopatología es un campo heterogéneo de discursos y/o prácticas, en este coexisten, según las diferentes pertinencias que sus desarrollos teóricos les otorgan, psicologías, psiquiatrías, cuerpos teóricos psicoanalíticos y aportes de las neurociencias, entre otros. Asimismo, se trata de una multiplicidad de ‘psicopatologías’ correspondientes a distintos momentos histórico-sociales, que remiten a diversas conceptualizaciones y prácticas. Reconocemos la diversidad de los andamiajes conceptuales, como así también sus criterios de validación.

Esta coexistencia de discursos y prácticas que confluyen constituyendo el campo de la Psicopatología, nos remite también a la complejidad teórico-fenoménica de la patología mental.

Etimológicamente, el término está formado por tres palabras que provienen del griego: Psyché: alma, Pathos: afección, dolencia, sufrimiento, y Logos: tratado, razón, definición de.

Como antecedente inaugural, Karl Jaspers publica en 1913 un libro llamado “Psicopatología General” que la delimita como una ciencia a la que se le otorga el dominio de los conceptos y de las reglas generales del acontecer psíquico patológico. Construye una teoría general de lo relativo a la enfermedad psíquica, a la patología mental. Se trata de una Psicopatología que aspira a lo universal. Esta intención de totalizar, ha mostrado ser difícil de sostener y se ha confrontado con sus límites.

Las Psiquiatrías, desde sus comienzos hasta la actualidad, se han encargado de construir “nomenclaturas”. En el campo psiquiátrico, la nomenclatura introduce un orden: ubica una afección respecto de otra y permite su conocimiento y desarrollo conceptual. Las nomenclaturas intentan nombrar las cosas del modo más preciso, acertado y correcto ya que, según esta mirada, esta posibilidad apunta a formular la esencia de lo nombrado y a distinguirlo del resto de lo existente.

Para la Psiquiatría, es importante la noción de “síntoma”, como un término que revela la existencia de una enfermedad. En este punto, vale aclarar que “síntoma” para la Psiquiatría y para el Psicoanálisis, son diversos. Para la Psiquiatría, los síntomas son entendidos como signos de una categoría diagnóstica determinada: a un síntoma -o grupo de ellos-, corresponde una clasificación, una categoría diagnóstica. Se desarrolla así un sistema de nomenclatura y clasificación, basado en el modelo médico de la enfermedad. Entonces, los trastornos mentales se constituirán en entidades nosológicas, tendrán una “identidad”’ mórbida. Se trata de la pertenencia del estado de enfermedad, desde la consideración de un estado de cosas ya nombrado.

Entre los ordenamientos actuales de la Psiquiatría, los más conocidos son el llamado DSM-V y el CIE 10. El DSM V es el Manual de Diagnóstico estadístico de las enfermedades mentales que se derivó del CIE (Clasificación Internacional de Enfermedades). El DSM corresponde a la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) y nace alrededor de 1958, a raíz de que el CIE (la clasificación europea), que corresponde a la Organización Mundial de la Salud, incluye en su sexta edición -por primera vez- un capítulo dedicado a enfermedades mentales (Capítulo V). En éste se realiza, por primera vez, una clasificación internacional de las enfermedades mentales dentro de las enfermedades generales. Estos aportes abren también el camino a la utilización de la Psicofarmacología. Una de las características del DSMV es la forma en que amplía la gama de procesos mórbidos por medio de dos recursos centrales: la “patologización de procesos vitales” y la utilización del concepto de “riesgo”, como elemento diagnóstico de intervención.

Para aclarar: la Psicofarmacología es una rama de la Psiquiatría, se trata de la aplicación de la farmacología a la terapéutica de las enfermedades mentales. Es, a su vez, la aplicación del uso de sustancias químicas a los tratamientos, teniendo dichas sustancias la característica de poder influir específicamente sobre determinadas zonas del sistema nervioso central y, así, sobre el psiquismo. La droga es, por definición, una sustancia química que, aplicada en mínimas cantidades, es capaz de producir efectos sobre la fisiología del organismo.

La distinción entre Neurosis y Psicosis, propia del Psicoanálisis, le permitió a la Psiquiatría organizar todo lo que no corresponde a lesiones cerebrales evidentes, ni a factores exógenos indudables. La Psiquiatría se apoya también en la Neurología globalista y la Filosofía Fenomenológica.

        La Teoría Freudiana, si bien constituye una manera inédita de pensar lo psíquico, construye una nosología que utiliza la terminología psiquiátrica clásica. Sin embargo, no hay identidad para Freud entre psíquico y conciencia, así como tampoco no hay diferencia tajante entre normal y anormal. El concepto de inconsciente funda la idea de una nueva determinación.

Entonces el síntoma para el Psicoanálisis tiene un sentido, un motivo y un propósito, es sustituto de un “conflicto infantil” que parte de un “conflicto presente” que se tomó patológico. Para quien padece el punto de partida es siempre el sufrimiento psíquico. Aquí, se propone una mirada más amplia que las clasificaciones en las que no se admite ni considera la dimensión subjetiva y el padecimiento psíquico.

En este punto, el Psicoanálisis, se aleja de una posición deficitaria de la locura, marco en el que queda encerrada la teoría organicista. Se trata de no evaluar en términos deficitarios y de disociación de funciones. Sería ver al sujeto, no al déficit. El planteo deficitario desaloja al sujeto y a cualquier implicancia ética de responsabilidad.

Los modos de pensar la relación entre la salud y la enfermedad tienen consecuencias en la elección y dirección de un camino terapéutico. Lo veremos a lo largo de los movimientos durante la historia y prácticas sociales.

Historización de la concepción y tratamiento de los padecimientos mentales.

Viendo un poco de historia al respecto, ganamos en perspectiva:

En los pueblos de la antigüedad, las dolencias mentales se atribuían a causas sobrenaturales, a los malos espíritus, a las decisiones de los dioses. La terapéutica que se ponía en juego por aquellos tiempos era de tipo mágico-religiosa: la confesión, la sugestión, los rituales.

Se puede tomar El Código Hammurabi de Babilonia, de aproximadamente 1.950 años antes de Cristo (casi 4.000 años atrás), como antecedente de este estilo de concepción mágica, con recetas para tratar las afecciones de este tipo. La tradición cristiana, siglos después, recoge estas ideas y denuncia al “demonio" que habita en el hombre. Se propone ahuyentarlo a través de la palabra, haciendo que el “espíritu impuro” se aleje del cuerpo poseído (práctica de “exorcismo”).

Hacia los años 460 a 357 A.C. aparece uno de los médicos más famosos de la Antigüedad, el griego Hipócrates, considerado padre de la medicina y es el primero que desarrolla una teoría de la personalidad basada en los humores corporales, ofrece “una teoría natural”. Para él, existían una variedad de fluidos y, de acuerdo a la predominancia de dichos fluidos, se constituía un tipo de personalidad. Hipócrates consideraba que los “desórdenes psiquiátricos” se debían a causas naturales y no a causas demoníacas, la enfermedad concebida como una ruptura del equilibrio, de la armonía. Funda la noción de “organismo”, el cuerpo como un conjunto de órganos, que influye en la Anatomía y Fisiología. Es quien establece el juramento profesional para los médicos, conocido como “juramento hipocrático”.

En la Edad Media, desde la caída del Imperio Romano de Occidente -en el año 450-, hasta la toma de Constantinopla -en 1453-, se produce un retroceso de mil años en la conceptualización de los desórdenes mentales y se vuelve a la teoría de la posesión.

Con el Renacimiento -entre los siglos XV y XVIII- nace en Italia, y se propaga por todo Europa, un movimiento humanista intelectual que vuelve a tomar los postulados de la Antigüedad grecolatina clásica. El Renacimiento es una reacción contra la mentalidad oscurantista y teológica de la Edad Media. Se retoma a una comprensión hacia el “enfermo mental”, y vuelven a indagarse fuerzas y causas naturales de la enfermedad mental. Erasmo de Rotterdam fue un destacado humanista -año 1509-. Por esta época comienzan a fundarse los primeros asilos psiquiátricos: el primero que se conoce se funda en el siglo XV en Valencia, España.

En el siglo XVIII, con la Ilustración, el Siglo de las Luces, predomina el discernimiento científico, la fe en la razón y en la sistematización. Le restituye a la enfermedad mental su sentido humano pero aleja al enfermo mental, para su tratamiento, del mundo compartido. Lo encierra, lo aisla. A los sujetos improductivos, se los segrega socialmente. En esta época podemos situar el nacimiento de la Psiquiatría.

La primera Psiquiatría Clínica.

El punto de partida de la “Psiquiatría Clínica” es la caracterización de las distintas especies del género “locura”. Pinel y Esquirol, en Francia son los referentes, y en Alemania, Griesinger.

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