Psicopatología de la vida cotidiana.

PSICOPATOLOGIA DE LA VIDA COTIDIANA

El inconsciente se manifiesta en nuestra cotidianidad con más frecuencia de lo que usualmente creemos o queremos creer. No son considerados extraños, más allá de los indeterminados límites de lo normal, los pequeños lapsus que día a día acompañan la rutina del individuo. El olvido de un deber, de un compromiso, de un nombre, etc, o incluso la sustitución por un elemento en apariencia completamente ajeno a original, está presente –como mínimo en su más simple expresión– en la vida de todo ser humano como comportamiento involuntario y totalmente ajeno a lo realmente esperado por el sujeto.

No obstante, lo anterior no es más que un intento de mantener inconsciente lo inconsciente. En palabras de Freud: “nuestra torpeza con harta frecuencia se convierte en el pretexto de nuestros secretos propósitos”1. Siendo una motivación o deseo –que en su realización trasgrediera alguna norma ligada a la moral individual– objeto principal de las represiones que de una forma u otra, en mayor o en menor medida, encuentran un camino hacia la exteriorización al vérseles truncada una salida directa. En el olvido de asistir a ciertas sesiones, en la equivocación de apropiarse un objeto ajeno, en la accidentada intención de prestar una serie de fotografías (entre otros ejemplos que Freud menciona en el texto), se encuentra encerrado ese deseo reprimido que termina finalmente siendo expresado de una forma que, en primera instancia, pueda atribuirse al azar. Esto es a lo que Freud denomina un acto fallido, forma inconsciente que se refleja no solo en errores del habla, olvidos, confusiones o transposiciones, sino también en el sueño como una suerte “recordatorio involuntario” y en actos sintomáticos como repetición del lapsus.

Cabe recalcar, a modo de recordatorio, que Freud rápidamente descarta la validez del término “azar” y sus implicaciones en lo psíquico, argumentando su poco probable existencia puesto que entre lo consiente y lo inconsciente se forma una relación en la que la segunda actúa, en medio de una fractura temporal, como un banco de datos de intenciones, pensamientos, motivaciones que el consciente ha dejado libre.2

Por otra parte, se observa, por ejemplo, en el individuo supersticioso que dicho comportamiento podría simplificarse a impulsos hostiles hacia el otro que son reprimidos, rechazados hasta lo inconsciente y posteriormente manifestados en creencias que esconden detrás un castigo ante ese deseo inicial. Así mismo, la pérdida de un objeto puede estar íntimamente relacionada con el afecto, o el cambio de este, que se le prodiga bien sea por asociación a una persona ligada al objeto o a una situación, una imagen, igualmente conectada a este por uno u otro motivo.

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