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Psicopatologia De La Vida Cotidiana

emmoliva31 de Agosto de 2013

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FREUD, S. (1901b)

Psicopatología de la vida cotidiana

(Sobre olvidos, deslices, equivocaciones, supersticiones y errores)

Zur Psychopathologie des Alltagsleben

(Über Vergessen, Versprechen, Vergreifen, Aberglaube und Irrtum)

(Trad. de Juan Bauzá)

Nota introductoria

El problema con las traducciones desde un punto de vista psicoanalítico lacaniano, es doble: por una parte, es necesario que el traductor comprenda cabalmente el concepto, para poder expresarlo correctamente en su lengua; por otra, es asimismo necesario que esta traducción respete en lo posible la literalidad, fundamental desde la promoción por parte de Lacan de la noción de primacía del significante.

Las traducciones de Freud al castellano a pesar de su aceptabilidad y aceptación, adolecen todavía a nuestro entender de ambos defectos, incomprensión cabal del concepto freudiano y falta de exactitud literal. Nuestro interés aquí es ofrecer una pequeña muestra que avale esta tesis, ensayando nuestra traducción de los dos primeros capítulos de la Psicopatología de la vida cotidiana, donde precisamente el problema del lenguaje es fundamental y se pierde, al menos en parte en las traducciones existentes. Aquí, siguiendo a Lacan, hemos tratado de restituir algo que nos parece fundamental y no puede obviarse sin grave pérdida para la teoría psicoanalítica, al desvirtuarla con respecto al rigor de la argumentación de Freud para fundamentar sus tesis.

El lector interesado podrá comparar este texto con los textos de las traducciones existentes para corroborar o refutar lo que aquí defendemos.

Juan Bauzá

I. El olvido de nombres propios

En el volumen de Monatsschrift für Psychiatrie und Neurologie de 1898 he publicado, con el título de «Sobre el mecanismo psíquico de la amnesia», un breve ensayo cuyo contenido quiero recapitular aquí, tomándolo como punto de partida para una ampliación del tema en las elucidaciones que van a seguir. En ese trabajo sometí a un análisis psicológico, un sugerente ejemplo observado en mí mismo, el frecuente caso del olvido temporal de un nombres propio que debería ser para nosotros archisabido, y llegué a la conclusión de que ese episodio, aparentemente trivial y de escasa importancia práctica, de pequeño fracaso de una función psíquica –de la memoria-, admitía una explicación que superaba considerablemente la valoración usual del fenómeno y abría unas perspectivas sorprendentes para el esclarecimiento de fenómenos similares.

Si no me equivoco, si a un psicólogo se le pregunta, buscando una explicación del fenómeno, por qué con cierta frecuencia no conseguimos recordar algún nombre que sin embargo estamos seguros de conocer, se conformará con responder que los nombres propios son más susceptibles de olvidarse que otros contenidos de la memoria [posiblemente porque por lo general carecen de significado o el origen del mismo ha sido desplazado a lo secundario bajo su función de denotar a la persona que es su portadora]. Y, tal vez, agregaría luego una serie de razones aparentemente plausibles para fundamentar esta proclividad al olvido de los nombres propios, sin sospechar en modo alguno una sobredeterminación, un condicionamiento de más largo alcance para este hecho y otros similares que analizaremos a continuación en este trabajo.

La ocasión que me indujo a considerar con mayor profundidad este fenómeno del olvido temporal de nombres fue la observación de ciertos detalles que, si bien no se presentan en todos los casos, en algunos pueden discernirse con suficiente nitidez para apoyar nuestra explicación. En tales casos se produce una dinámica significativa, pues no sólo se produce el olvido en cuestión, sino que al sujeto del mismo, en su esfuerzo bloqueado por recordar, se le acuden otros nombres en el lugar de aquel del que se trata, que son rechazados en el acto como no correspondientes al nombre que buscamos, y así pues como falsos; y, sin embargo, estos nombres sustitutivos, aunque discernidos enseguida como incorrectos, una y otra vez se presentan a la memoria consciente con gran tenacidad, como si quisieran imponerse en el lugar del nombre que buscamos usurpando al legítimo que se sustrae a nuestra consciencia. Es como si el proceso destinado a reproducir el nombre que se busca se hubiera desplazado [descentrado], por así decirlo, llevándonos a nuestro pesar a donde no queremos ir, esto es hacia un sustituto incorrecto que parece robar la energía psíquica que correspondería al original. Pues bien, mi premisa es que tal desplazamiento no es caprichoso y arbitrario, sino que sigue determinadas vías (Bahn) susceptibles de un cálculo, de acuerdo con una ley. Con otras palabras: conjeturo, basándome en lo que explicitaré a continuación que el nombre en cuestión y los nombres sustitutivos mantienen una relación pesquisable con algo otro y con el nombre buscado, y espero que, si consigo rastrear y demostrar esa relación, habré de esclarecer el proceso y el origen del olvido de nombres en estos casos.

En el ejemplo que en 1898 escogí para analizar, me empeñaba yo en vano en recordar el nombre del maestro de cuya mano proceden, en la catedral de Orvieto, los grandiosos frescos sobre las «cosas últimas» . En lugar del nombre buscado -Signorelli- se me imponían otros dos nombres de pintores -Botticelli y Boltraffio-, que enseguida y de manera terminante mi juicio rechazaba por incorrectos. Cuando otra persona hubo de comunicarme el nombre verdadero, lo discerní al punto y sin vacilar. La indagación de los influjos y los caminos asociativos por los cuales la reproducción se había desplazado de aquella manera -desde Signorelli hasta Botticelli y Boltraffio-, me condujo a las siguientes conclusiones:

a. La razón del olvido del nombre de Signorelli no debe buscarse en una particularidad del nombre como tal, ni en un carácter psicológico especial del contexto en que se insertaba. El nombre olvidado me era tan familiar como uno de los nombres sustitutivos -Botticelli-, y muchísimo más que el otro -Boltraffio-, de cuyo portador apenas sabía indicar otra cosa que su pertenencia a la escuela de Milán. Y en cuanto al contexto dentro del cual sucedió el olvido, me parece inocente y no produce esclarecimiento alguno del fenómeno: Viajaba yo en coche con un extraño desde Ragusa, en Dalmacia, hacia una estación de Herzegovina; durante el viaje llegamos a trabar conversación y cuando llegamos a hablar de un viaje que había hecho por Italia, y le pregunté a mi compañero si ya había estado en Orvieto y contemplado allí los famosos frescos de ...

b. Esté olvido de nombre sólo se explica si pienso en el tema inmediatamente anterior de aquella conversación, y se revela como una perturbación del nuevo tema que emergía por el antecedente. Poco antes de preguntarle a mi compañero de viaje si ya había estado en Orvieto, estábamos hablando acerca de las costumbres de los turcos que viven en Bosnia y en Herzegovina. Yo le había contado lo que me dijera un colega que ejerció entre esa gente, y era que suelen mostrar total confianza en el médico y total resignación ante el destino. Cuando es forzoso anunciarles que el enfermo no tiene cura, ellos responden: «Herr [Señor], qué le vamos a hacer. ¡Yo sé que si hubiera sido posible salvarle, le hubiérais salvado!». En estas frases se hallan contenidos las palabras y nombres siguientes: Bosnia, Herzegovina, Herr, que se pueden interpolar en una serie asociativa entre Signorelli y Botticelli - Boltraffio.

c. Supongo que la serie de pensamientos sobre las costumbres de los turcos en Bosnia, etc., cobró la capacidad de perturbar un pensamiento siguiente porque yo había sustraído mi atención de él sin agotarlo, antes que concluyera. Efectivamente, recuerdo bien, que antes de cambiar de tema, quise relatar una segunda anécdota que en mi memoria descansaba junto a la primera ya referida. Y es que estos turcos de que hablábamos estiman el goce sexual sobre todas las cosas, de tal manera que cuando sufren un trastorno de este tipo caen en un estado de desesperación que contrasta sorprendentemente con su resignada actitud ante la proximidad de la muerte. Así, uno de los pacientes de mi colega le dijo un día: «Sabes tú bien, Herr, que cuando eso ya no funcione, la vida perderá todo su valor». Por no tocar un tema tan escabroso en una conversación espontánea con un desconocido, contuve el relato de ese rasgo también característico de esta gente. Pero no sólo hice esto, hice algo más: también desvié mi atención de la continuación de estos pensamientos que me comprometía personalmente, y que se anudaban con el tema «muerte y sexualidad». Así, me hallaba por entonces todavía bajo los efectos de una noticia que había recibido pocas semanas antes, durante una breve estancia en Trafoi . Un paciente en cuyo tratamiento había puesto mucho empeño e interés, que me importaba mucho, había puesto fin a su vida a causa de una incurable perturbación sexual. Estoy seguro que en todo aquel viaje por la Herzegovina no acudió a mi memoria consciente el recuerdo de este triste suceso, ni de nada que tuviera relación aparentemente con él. Pero la consonancia Trafoi - Boltraffio me obliga a suponer que en aquellos momentos la reminiscencia de lo ocurrido con mi paciente, a pesar del deliberado desvío de mi atención, se procuró una acción eficiente dentro de mí.

d. Después de lo dicho, no puedo ya considerar el olvido del nombre de Signorelli como algo casual, y más bien debo considerarlo como motivado por un proceso activo. Efectivamente, al reconstruir la historia, fueron ciertos motivos los que

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