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Psicopatologia De La Vida Cotidiana


Enviado por   •  31 de Agosto de 2013  •  4.760 Palabras (20 Páginas)  •  348 Visitas

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FREUD, S. (1901b)

Psicopatología de la vida cotidiana

(Sobre olvidos, deslices, equivocaciones, supersticiones y errores)

Zur Psychopathologie des Alltagsleben

(Über Vergessen, Versprechen, Vergreifen, Aberglaube und Irrtum)

(Trad. de Juan Bauzá)

Nota introductoria

El problema con las traducciones desde un punto de vista psicoanalítico lacaniano, es doble: por una parte, es necesario que el traductor comprenda cabalmente el concepto, para poder expresarlo correctamente en su lengua; por otra, es asimismo necesario que esta traducción respete en lo posible la literalidad, fundamental desde la promoción por parte de Lacan de la noción de primacía del significante.

Las traducciones de Freud al castellano a pesar de su aceptabilidad y aceptación, adolecen todavía a nuestro entender de ambos defectos, incomprensión cabal del concepto freudiano y falta de exactitud literal. Nuestro interés aquí es ofrecer una pequeña muestra que avale esta tesis, ensayando nuestra traducción de los dos primeros capítulos de la Psicopatología de la vida cotidiana, donde precisamente el problema del lenguaje es fundamental y se pierde, al menos en parte en las traducciones existentes. Aquí, siguiendo a Lacan, hemos tratado de restituir algo que nos parece fundamental y no puede obviarse sin grave pérdida para la teoría psicoanalítica, al desvirtuarla con respecto al rigor de la argumentación de Freud para fundamentar sus tesis.

El lector interesado podrá comparar este texto con los textos de las traducciones existentes para corroborar o refutar lo que aquí defendemos.

Juan Bauzá

I. El olvido de nombres propios

En el volumen de Monatsschrift für Psychiatrie und Neurologie de 1898 he publicado, con el título de «Sobre el mecanismo psíquico de la amnesia», un breve ensayo cuyo contenido quiero recapitular aquí, tomándolo como punto de partida para una ampliación del tema en las elucidaciones que van a seguir. En ese trabajo sometí a un análisis psicológico, un sugerente ejemplo observado en mí mismo, el frecuente caso del olvido temporal de un nombres propio que debería ser para nosotros archisabido, y llegué a la conclusión de que ese episodio, aparentemente trivial y de escasa importancia práctica, de pequeño fracaso de una función psíquica –de la memoria-, admitía una explicación que superaba considerablemente la valoración usual del fenómeno y abría unas perspectivas sorprendentes para el esclarecimiento de fenómenos similares.

Si no me equivoco, si a un psicólogo se le pregunta, buscando una explicación del fenómeno, por qué con cierta frecuencia no conseguimos recordar algún nombre que sin embargo estamos seguros de conocer, se conformará con responder que los nombres propios son más susceptibles de olvidarse que otros contenidos de la memoria [posiblemente porque por lo general carecen de significado o el origen del mismo ha sido desplazado a lo secundario bajo su función de denotar a la persona que es su portadora]. Y, tal vez, agregaría luego una serie de razones aparentemente plausibles para fundamentar esta proclividad al olvido de los nombres propios, sin sospechar en modo alguno una sobredeterminación, un condicionamiento de más largo alcance para este hecho y otros similares que analizaremos a continuación en este trabajo.

La ocasión que me indujo a considerar con mayor profundidad este fenómeno del olvido temporal de nombres fue la observación de ciertos detalles que, si bien no se presentan en todos los casos, en algunos pueden discernirse con suficiente nitidez para apoyar nuestra explicación. En tales casos se produce una dinámica significativa, pues no sólo se produce el olvido en cuestión, sino que al sujeto del mismo, en su esfuerzo bloqueado por recordar, se le acuden otros nombres en el lugar de aquel del que se trata, que son rechazados en el acto como no correspondientes al nombre que buscamos, y así pues como falsos; y, sin embargo, estos nombres sustitutivos, aunque discernidos enseguida como incorrectos, una y otra vez se presentan a la memoria consciente con gran tenacidad, como si quisieran imponerse en el lugar del nombre que buscamos usurpando al legítimo que se sustrae a nuestra consciencia. Es como si el proceso destinado a reproducir el nombre que se busca se hubiera desplazado [descentrado], por así decirlo, llevándonos a nuestro pesar a donde no queremos ir, esto es hacia un sustituto incorrecto que parece robar la energía psíquica que correspondería al original. Pues bien, mi premisa es que tal desplazamiento no es caprichoso y arbitrario, sino que sigue determinadas vías (Bahn) susceptibles de un cálculo, de acuerdo con una ley. Con otras palabras: conjeturo, basándome en lo que explicitaré a continuación que el nombre en cuestión y los nombres sustitutivos mantienen una relación pesquisable con algo otro y con el nombre buscado, y espero que, si consigo rastrear y demostrar esa relación, habré de esclarecer el proceso y el origen del olvido de nombres en estos casos.

En el ejemplo que en 1898 escogí para analizar, me empeñaba yo en vano en recordar el nombre del maestro de cuya mano proceden, en la catedral de Orvieto, los grandiosos frescos sobre las «cosas últimas» . En lugar del nombre buscado -Signorelli- se me imponían otros dos nombres de pintores -Botticelli y Boltraffio-, que enseguida y de manera terminante mi juicio rechazaba por incorrectos. Cuando otra persona hubo de comunicarme el nombre verdadero, lo discerní al punto y sin vacilar. La indagación de los influjos y los caminos asociativos por los cuales la reproducción se había desplazado de aquella manera -desde Signorelli hasta Botticelli y Boltraffio-, me condujo a las siguientes conclusiones:

a. La razón del olvido del nombre de Signorelli no debe buscarse en una particularidad del nombre como tal, ni en un carácter psicológico especial del contexto en que se insertaba. El nombre olvidado me era tan familiar como uno de los nombres sustitutivos -Botticelli-, y muchísimo más que el otro -Boltraffio-, de cuyo portador apenas sabía indicar otra cosa que su pertenencia a la escuela de Milán. Y en cuanto al contexto dentro del cual sucedió el olvido, me parece inocente y no produce esclarecimiento alguno del fenómeno: Viajaba yo en coche con un extraño desde Ragusa, en Dalmacia, hacia una estación de Herzegovina; durante el viaje llegamos a trabar conversación y cuando llegamos a hablar

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