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Enviado por   •  9 de Septiembre de 2013  •  7.550 Palabras (31 Páginas)  •  224 Visitas

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La gaviota: Fernán Caballero entre Romanticismo y Realismo

Julio Rodríguez-Luis

Fernán Caballero ha pasado a la historia de la literatura española como la introductora del realismo o el primer jalón en el renacimiento de nuestra novela en el siglo XIX. La vocación de la novelista era exactamente opuesta a la imaginación romántica: observar. Este propósito se relaciona con el costumbrismo, del que también alcanzan sus novelas una buena dosis de caricatura y de humor. Al mismo tiempo, Fernán idealiza ese mundo, principalmente campesino, para hacerlo vehículo de su conservadurismo moral y político, cayendo en un sentimentalismo que se confunde con el romanticismo lacrimoso. Esto la convirtió, ya en vida, en una suerte de monumento cuya importancia todos reconocen, pero cuya obra misma nos es tan remota que pocos se aventuran en ella.

Mi intención es examinar la relación entre cuatro personajes principales de la novela más importante de Fernán Caballero -La gaviota, con la que hizo su aparición literaria y cimentó su fama- a través de varias escenas clave que revelan la tensión interior de la novela; o cómo luchan dentro de ella la objetividad, a menudo descarnada, de un espíritu básicamente realista, y el deseo de forzar la realidad dentro de un molde ideal. También me propongo estudiar las ideas sobre la novela modelo expresadas por Fernán en La gaviota.

La proposición de matrimonio de Stein

En el capítulo XI de la primera parte se nos cuenta cómo Stein se ha enamorado de Marisalada (la gaviota), a quien después de devolver la salud se dedica a enseñar música. La novelista describe minuciosamente las causas del enamoramiento del médico: el «corazón tierno y suave» de Stein, «una propensión a la confianza que rayaba en ceguedad»,353 y el amor que sienten otros por la joven pescadora. En cuanto a María, también «se había aficionado a Stein, no porque agradeciese sus esmeros, ni porque apreciase sus excelentes prendas, ni porque comprendiese su gran superioridad de alma y de inteligencia, ni aun siquiera por el atractivo que ejerce el amor en la persona que lo inspira, sino porque agradecimiento, admiración, atractivo, los sentía y se los inspiraba el músico, el maestro que en arte la iniciaba. Además, el aislamiento en que vivía apartaba de ella todo otro objeto que hubiese podido disputar a aquél la preferencia» (p. 45).

En la primera versión de la novela, la publicada como folletín en El Heraldo de Madrid en 1849, la atracción de Stein hacia María es el resultado de «una reunión de todos estos sentimientos, los cuales se habían fijado naturalmente en el maestro de canto» (Heraldo, junio 2, 1849, cap. 12). Aunque Fernán evite ahondar en el alma del personaje, o no preste atención, como hará luego, al factor psicológico representado por el aislamiento de la aldea, predomina la misma idea de la versión definitiva: la atracción del canto.

—124→ Su protectora, la tía María, le sugiere entonces a Marisalada que se case con Stein, señalando las ventajas materiales que conlleva el ser «la señá médica» (p. 47), más las virtudes de Stein. María sería la más feliz de las mujeres casada con el alemán, y también andaría bien vestida, «comida y bebida», además de que podría mantener a su padre. La gaviota responde que no quiere ni casarse ni hacerse monja, pero camino de su casa se dice: «¡Sí!... me quiere; eso ya me lo sabía yo. Pero... como fray Gabriel a la tía María, esto es, como se quieren los viejos. ¿A que no sufría un aguacero en mi reja por no resfriarse? Ahora, si se casa conmigo me hará buena vida, ¡eso sí!, me dejará hacer lo que me dé la gana, me tocará su flauta cuando se lo pida, y me comprará lo que quiera y se me antoje [...] Pero me parece que don Federico... lo mismo piensa en casarse conmigo que piensa don Modesto en casarse con su querida Rosa» (p. 48). Como colofón interviene la novelista para recordarnos la ingratitud característica de María: «En todo este bello monólogo mental, no hubo un pensamiento ni un recuerdo para su padre, cuyo alivio y bienestar habían sido las primeras [las segundas en realidad] razones que había aducido la tía María!» (Ibíd.).

Lo cierto es que a Federico Stein no le hace falta sino un empujoncito para declarársele a Marisalada. La tía María conferencia con él en el capítulo XII para describir a su candidata: «Es tan guapa, tan sandunguera, está tan amoldada a sus mañas de usted, que ni ella puede vivir sin usted ni usted sin ella» (p. 49).354 Sin insistir en el amor propiamente dicho, como tampoco hizo con respecto a María, la anciana dirige la atención del médico hacia el control, a través del hábito y la enseñanza, del alma de una esposa-discípula. Stein responde que Marisalada no puede amarlo.

Los personajes están pues preparados psicológicamente para lo que debe ocurrir cuando a la mañana siguiente Stein saluda a Marisalada: «Buenos días, mi ruiseñor» (p. 49). Stein quiere que su discípula aprenda unos versos que ha traducido del alemán, y la joven, que está de mal humor, le responde con el brutal realismo que la caracteriza: «¿eran aquellos del país donde florecen los naranjos? Esos no pegan aquí, donde se han secado por no bastar a su riego las lágrimas de fray Gabriel»; a la vez que, bajo la influencia inconsciente de la tía María, incita a Stein a declarársele: «Déjese usted de versos, don Federico, y tóqueme usted el Nocturno de Weber, cuyas palabras son: 'Escucha, escucha amada mía, se oye el canto del ruiseñor; en cada rama florece una flor; antes que aquél calle, y éstas se ajen, escucha, escucha, amada mía!'» (p. 49).

El realismo de la muchacha vuelve a manifestarse cuando Stein le pregunta si recuerda qué es la filosofía: «Sí, señor... la ciencia de ser feliz. Pero en eso, señor, no hay reglas ni ciencia que valga; cada cual entiende el modo de serlo a su manera. Don Modesto, en que le pongan cañones a su fuerte, tan ruinoso como él. Fray Gabriel, en que le vuelvan su convento, su prior y sus campanas; tía María, en que usted no se vaya; mi padre, en coger una corvina» (p. 50). Stein insiste en que la gaviota le diga lo que es para ella la felicidad, pero la jovenzuela se resiste, hasta que forzada por su maestro, dice: «-En oir siempre tocar a usted -respondió María con sinceridad». (Ibíd.). El candor de su respuesta es tal que incluso Fernán Caballero tiene que admirarla.

La tía María interviene

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