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Requerimientos Del Maestro De Español

paco121217 de Julio de 2012

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Requerimientos y cualidades del profesor de Español del segundo grado de nivel medio básico

Judith González Pérez*

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Introducción

El proceso enseñanza-aprendizaje se efectúa gracias a la interrelación de una trinidad: el alumno, el profesor y la institución. Estas tres instancias van de la mano, sus elementos no tienen existencia sin los otros. Por supuesto, la autodidáctica es un rubro aparte; desafortunadamente México no goza del privilegio de este tipo de educación. Las instituciones educativas de todos los niveles, desde el preescolar hasta el universitario, tienen un prestigio que ha sido ganado a pulso desde que los gobiernos se han preocupado por la educación pública. La infraestructura educativa es vasta, y se ha incrementado durante los últimos años debido al auge de las escuelas privadas. Pero en ambas escuelas –la pública y la privada–, la plantilla de profesores carece, la mayoría de las veces, de la preparación académica y docente idónea; es tristemente comprobable que un licenciado en derecho imparta la asignatura de Psicología, o que un especialista en contaduría enseñe Geografía. Los ejemplos sobran y son el origen de la mala calidad de las clases. De acuerdo con Fromm (1989), es indispensable conocer para amar; y no puede trasmitirse lo que no se ama, porque se ignora.

Aunado a este problema, surge otra situación que impide el desenvolvimiento de la enseñanza: los objetivos educativos se dirigen siempre a los alumnos, pero los profesores rara vez los plantean para sí mismos. De aquí la deficiencia o escasa productividad de su labor: no se fijan estrategias adecuadas, ni se proponen aprender mientras enseñan, sino que, a pesar de las nuevas tendencias educativas –y extrañamente no tan nuevas, pues muchas de ellas se originaron en el siglo xix, como los métodos de Montessori, Piaget y Freinet, entre otros–, recurren al modelo tradicional en el que se obliga a los pupilos a la pasividad y a la mera recepción; no fomentan en ellos las habilidades intelectuales ni les promueven el ejercicio responsable de la libertad, antes bien los limitan y, en el peor de los casos, escarnecen. Por esto, es importante que los docentes se afanen en adecuarse a los distintos niveles de educación y a las diversas características, tanto grupales como individuales, de sus compañeros de trabajo, los discentes, quienes deben ser apreciados como amigos –con las reservas que imponen la autoridad y la solemnidad del aula.

La enseñanza básica en México se divide en primaria y secundaria; esta última es la antesala a la escuela media superior, en la cual el alumno decide la ruta profesional que ha de seguir, no así en la secundaria, durante la cual los adolescentes están tejiendo aún su personalidad bajo la influencia de los buenos y los malos maestros. Este nivel requiere particular atención por parte de directores, trabajadores administrativos, orientadores y maestros debido a los cambios anímicos y físicos de los educandos, que afectan el rendimiento escolar y, en muchos casos, las relaciones interpersonales; esta situación se agudiza durante el segundo grado.

1. Español: una asignatura sin jerarquía

Los planes de las secundarias están encaminados a fomentar los valores, a cumplir compromisos, a establecer responsabilidades. Las asignaturas deberían desempeñar aquí un rol importante que, desafortunadamente, no se lleva a cabo, en la mayoría de los casos, por la negligencia de los profesores, quienes carecen de la preparación ideal para impartir su materia, de sensibilidad para hacer sentir a los demás, o de tacto y esmero para colocar al adolescente en el punto de partida preciso, por el que ha de continuar en su existencia.

Las clases de Español han sido minimizadas en cuanto a importancia. Los profesores olvidan que el lenguaje es un atributo humano,* y que su función comunicativa es esencial para la convivencia armónica de las sociedades. Olvidan también que la literatura es la manifestación de miles de hombres que proyectan, a través de la palabra, sus sentimientos fraguados en distintas épocas. Si esta información no está presente en el momento de dar clase, es posible que el maestro recurra a abstracciones sin fundamento, alejadas del objeto de estudio, la lengua, y que, en consecuencia, abra más la brecha entre el pragmatismo práctico y la teoría fútil (Cf. Castilla del Pino, 1975: 13). Los adolescentes viven velozmente; sus ansias del conocimiento de la vida los llevan a adentrarse en muchas pláticas, de las cuales sacan deducciones o modos de pensar, y se expresan con lenguaje considerado soez e impropio. El profesor de la asignatura de Español ha de saber que puede aprovechar ambas situaciones: la literatura es una conversación que se establece –cada vez que se lee un libro– con personas presentes vía sus letras, de la que pueden extraerse experiencias de vida; y la expresión ruda y agreste sirve, más que para elaborar reportes y dar quejas a los padres, como pretexto para penetrar en el mundo de los significantes con o sin significado y de la plurisignificación del lenguaje.

El docente alejado o separado definitivamente de las letras caerá en el error común de los falsos eruditos: tratar de enseñar, sin haber leído o entendido, la obra de Sor Juana o de Cervantes; al mismo tiempo, criticará las concreciones del habla de los jóvenes, que no son más que meros registros de un grupo social. Y en consecuencia, su clase y su persona se convertirán en los destinos del encono de los muchachos, y con justa razón. Desventuradamente, este es el panorama de la enseñanza de la lengua y de la literatura en el nivel medio básico, salvo poquísimas excepciones. A falta de maestros, el cuerpo directivo de las secundarias opta por dar las horas/clase de Español a cualquier catedrático, aunque su perfil no concuerde; se tiene la creencia de que dar Español es fácil, pues es el idioma que hablamos, y que la literatura es muy sencilla, pues sólo se trata de leer. Debido a estos prejuicios nefastos, la clase de Español está más que degradada. El lenguaje es una valiosa herramienta que sirve para aprehender el mundo y para trasmitir nuestra cosmovisión a quienes nos rodean (Cf. Swadesh, 1984), no es únicamente un cúmulo de sonidos que emiten nuestras gargantas. Sin embargo, sin el análisis útil de la lengua y sin la pasión que originan las letras, la clase de Español es, cierta y tristemente, una pérdida de tiempo.

2. Segundo de secundaria: período escabroso

El alumno se siente intimidado en la secundaria en el primer grado, pero en el segundo, dado el rigor y la falsa disciplina que desemboca en tiranía y represión, experimenta la necesidad de afianzarse y constituirse mediante el parricidio simbólico, esto es, a través de la destrucción de las instancias de poder (Cf. Muuss, 1991). En este periodo, descuida sus trabajos extraclase y baja sus calificaciones porque ha perdido parcialmente el miedo que provoca el enfrentamiento con una nuevo estado vital. La rebeldía se pone a la vista abiertamente, pero ésta es un modo de exploración o de quebrantamiento de las fronteras establecidas tanto en la escuela como en su hogar. La subversión debe ser aprovechada al máximo; los textos de autores que se han opuesto a los cánones estrictos y tradicionales harán que florezca una empatía hacia los intelectuales activos y sedicentes.

Otro sentimiento que aflora en esta fase es la nostalgia. El niño presencia su propia muerte y renace como un individuo diametralmente distinto; esta metamorfosis conduce a profundos estados de depresión acompañados de miedo y desazón (Cf. Muuss, 1991). Este cúmulo de sensaciones debe, asimismo, tomarse en cuenta; los escritores del periodo romántico son, en este sentido, como el adolescente; entre ambos puede nacer una identificación mental y afectiva.

Rebeldía y nostalgia son fundamentales en este lapso de desarrollo del joven y deben colocarse en primer lugar para que sean usadas como punto de partida para la interpretación de los textos literarios y para expresar sentimientos vivos.

3. El profesor de Español de segundo de secundaria

3.1. Requerimientos

3.1.1. Conocimiento de la materia

Por supuesto no es necesario que la formación del docente esté fincada en la literatura para poder enseñarla. Hay profesores que estudian por sí mismos, con responsabilidad y empeño, para brindar una buena cátedra de cómo amar la literatura y el lenguaje. Por el otro lado, hay maestros que reciben, aparentemente, las bases de la materia y la desconocen.

Si un maestro se atreve a autodenominarse “profesor de Español” y no comprende las nociones esenciales de lingüística o de gramática, y desconoce las herramientas para analizar un texto literario, estará agrediendo la inteligencia de sus educandos y esto no es aceptable en ninguna circunstancia o argumento. Él puede no percatarse, pero los jóvenes entrevén sus limitaciones y cualquiera de ellos se da cuenta de que les dice mentiras. En estas condiciones, el maestro se falta el respeto a sí mismo y pierde su dignidad y su credibilidad. No es gratuito que la imagen respetada y querida de los anteriores profesores se haya diluido, y no es gracias al acceso que los alumnos tienen a los medios electrónicos, sino a la nula preparación de las clases. Son muchos los docentes que aceptan, contra toda ética y contra toda lógica, impartir asignaturas que no van con su perfil. Quien no se tome la literatura en serio será incapaz de trasmitirla con amor y con pasión.

3.1.2. Intelectualidad

Las letras –y las demás artes– han sido

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