Resiliencia
Escarlette22 de Septiembre de 2012
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La resiliencia: jugar para aprender a vivir
¿Qué es la resiliencia? ¿Qué tiene que ver el juego con la capacidad de las personas para afrontar grandes adversidades en sus vidas? ¿Superador de problemas, se hace o se nace?
Aunque la alegría, diversión y entretenimiento que proporciona un rato de juego puede parecer que está a años luz de los momentos más duros y difíciles de la persona, la actitud lúdica y el juego son, en realidad, un gran recurso que nos prepara para cuando las cosas no salen cómo esperamos. Jugar no es sólo cosa de niños; nos ayuda a crecer y a fortalecernos en el singular camino de la vida.
El reto de afrontar dificultades
La palabra resiliencia, aplicada al ámbito de la ingeniería, se refiere a la capacidad que tiene un material para absorber la energía que se le aplica al deformarse elásticamente. Esto, traducido al campo de la personalidad, viene a decirnos que una persona resiliente es aquella que frente a una situación o acontecimiento vital adverso es capaz de reunir herramientas para afrontarlo y para, incluso, salir fortalecido de esa situación. Todos hemos vivido de cerca experiencias más o menos traumáticas, como es un despido inesperado, una enfermedad o la pérdida de un ser querido. Es sorprendente cómo las reacciones son múltiples: el victimismo, el miedo o la ira que paralizan y anulan a ciertas personas; sin embargo, otras logran superar estos primeros estadios para posteriormente afrontar la situación con confianza, energía y serenidad en busca de nuevas metas. Esta segunda estrategia de comportamiento es la llamada resiliente y, aunque parece mucho más saludable, no siempre sabemos o podemos llevarla a cabo. La buena noticia es que no se trata de algo que te toca en la ruleta de la fortuna, sino que la resiliencia es una capacidad de carácter constructivo que podemos entrenar para tenerla disponible cuando nos haga falta. Y en esta puesta a punto de la resiliencia es dónde entra el juego.
Para poder construir nuestra capacidad resiliente, tenemos que fijar la atención primero en la autoestima y la relación con la gente que nos rodea, que son las bases sobre las que se asienta. La autoestima es la valoración positiva o negativa que uno hace de la imagen que tiene de sí mismo y, en este sentido, es fundamental el autoconocimiento profundo que nos permite llegar a aceptarnos. Por otro lado, el apoyo y relación con los seres queridos, también favorece nuestra resiliencia, pues en la medida que sentimos su respaldo y empatía, nos sentimos fuertes y capaces de remontar el vuelo después de una caída. En definitiva, la confianza en uno mismo y en los demás nos dan las claves de la fortaleza personal. Para desarrollar la resiliencia se hace imprescindible la construcción de confianza, y es aquí dónde se comienzan a vislumbrar las virtudes y potencialidades del juego.
El juego como fuente de fortaleza
En primer lugar, el juego discurre en la dimensión del “como si”, fuera del mundo real y, por consiguiente, en un contexto implícito de libertad y de ausencia de juicio. En él se crean espacios y situaciones especiales donde las personas nos implicamos y entregamos sin miedo, porque sabemos que del buen o mal desenlace no se desprende ningún peligro. Esto supone una posición psicológica particular por parte del jugador, que está basada en el convencimiento de que, lo que se está haciendo, no será, en ningún caso, juzgado.
Por otra parte, el juego es, en sí mismo, un acto continuo de afirmación de la propia personalidad y de relación con los demás. En el juego, aceptamos la tesitura de participar activamente, de colocarnos al lado y frente al otro, de aportar al grupo y de saber recibir del grupo, construyendo nuestra identidad particular frente a la identidad de los otros. De esta manera, la construcción del autoconcepto es continua y, gracias a las experiencias de juego,
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