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Resumen clinica de adultos, lectura de casos


Enviado por   •  21 de Junio de 2018  •  Resúmenes  •  28.882 Palabras (116 Páginas)  •  142 Visitas

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Resumen de Lectura de Casos – Adultos

Casos clínicos

“Señorita Elisabeth Von R.” – Freud

         En otoño de 1892, un colega de Freud le derivó a esta paciente, quien padecía de dolores en las piernas y caminaba mal hacía dos años; consideraba el caso como una histeria, aunque no se hallara en el nada de los signos habituales de la neurosis. En los últimos años se habían abatido sobre ella muchas desdichas, y muy pocas cosas alegres le pasaban. Primero había muerto su padre, luego su madre fue operada de los ojos y después su hermana casada sucumbió en el parto por una dolencia cardíaca.

        Elisabeth tenía 24 años y parecía inteligente y psíquicamente normal. Sobrellevaba con espíritu alegre su padecer (la bella indiferencia). Caminada con la parte superior del cuerpo inclinada hacia adelante, pero sin apoyo; su andar no respondía a ninguna de las maneras de hacerlo conocidas por la patología. Se quejaba de grandes dolores al caminar y de una fatiga que le sobrevenía muy rápido al hacerlo y al estar de pie. El dolor era de naturaleza imprecisa: una zona bastante deslindada, de la cara anterior del muslo derecho era indicada como el foco de los dolores. La piel y la musculatura eran sensibles a la presión y el pellizco; la punción con agujas se recibía de manera indiferente.  No se ofrecía ningún asidero para suponer una afección orgánica seria.

        Era llamativo cuan impreciso sonaban todas las explicaciones de la enferma acerca del carácter de sus dolores. Un enfermo que padece de dolores orgánicos los describe con precisión; el neurasténico que describe sus síntomas lo hace como si fuera un difícil trabajo intelectual. La expresión de su rostro es tensa y deformada por el imperio de un afecto penoso. Elisabeth opina que el lenguaje es demasiado pobre para describir sus sensaciones. Freud descubre que la atención de la paciente estaba demorada en algo otro (pensamientos y sensaciones ligados a los dolores).

        Cuando en un neurasténico se estimula un lugar doloroso, su fisonomía muestra la expresión del desasosiego y el dolor físico. En esta paciente, si se pellizcaba u oprimía la piel en la pierna, su rostro cobraba una peculiar expresión de placer. Su rostro enrojecía, echaba la cabeza hacia atrás, cerraba los ojos, su tronco se arqueaba hacia atrás. Freud descubre que esa dolencia era una histeria, y que la estimulación afectaba una zona histerógena.

        El gesto no armonizaba con el dolor; concordaba mejor con el contenido de los pensamientos escondidos tras ese dolor.

        La terapia partió de la premisa de que se trataba de una enfermedad mixta. Recomendamos que continuaran los masajes y Freud se reservó el tratamiento de las piernas con descargas eléctricas.

        Así obtuvieron una mejoría leve. El colega de Freud preparaba el terreno para un tratamiento psíquico (esta pseudoterapia había durado cuatro semanas). Freud le propuso a la enferma información sobre su procedimiento, y esta aceptó.

        Por largo tiempo, Freud se atinó a descubrir el nexo entre la historia de padecimientos en la dolencia misma, que debía haber sido causada por una serie de vivencias. Desde el comienzo le pareció verosímil que ella fuera conciente de las razones de su padecer, y que sólo fuera un secreto y no un cuerpo extraño a la conciencia.

        Freud procedió con un método que consistía en la remoción del material patógeno estrato por estrato. Primero, le hacía contar a la enferma lo que le era consabido, poniendo cuidado en notar dónde un nexo permanecía enigmático, donde parecía faltar un eslabón en la cadena de causaciones, e iba penetrando en estratos cada vez más profundos del recuerdo

        Elisabeth era la menor de tres hijas, y había pasado su juventud en una finca de Hungría. Era muy apegada a sus padres. La salud de la madre se quebrantó muchas veces a raíz de una dolencia ocular; por eso la paciente se apegó más a su padre, quien solía decir que esta hija le sustituía a un hijo varón o a un amigo con quien podía intercambiar ideas. Además, solía pensar que a ella le resultaría difícil encontrar marido.

        El padre había ocultado una afección cardíaca crónica. A ello le siguió el cuidado del enfermo durante un año y medio, en el cual Elisabeth se aseguró el primer lugar junto al lecho. Dormía en la habitación de su padre, se despertaba de noche a su llamado, lo asistía durante el día y se forzaba en parecer alegre. Durante los últimos seis meses de ese cuidado debió guardar cama por un día y medio a causa de los dolores en su pierna derecha. Fue sólo dos años después de la muerte del padre cuando se sintió enferma y no pudo caminar a causa de sus dolores.

        Trascurrido el año de luto, la hermana mayor se casó con un hombre talentoso y trabajador, de buena posición, pero en el trato íntimo desarrolló una quisquillosidad enfermiza, y se atrevió a descuidar el miramiento por la anciana señora. Elisabeth se sintió llamada a asumir la lucha contra el cuñado en cuanta ocasión se le ofreciera. No podía perdonarle a la hermana que, con su docilidad de esposa, se afanase en evitar pronunciarse. Esta hermana su mudó con el marido a otro lugar, y Elisabeth sintió impotencia para ofrecer a la madre un sustituto de dicha pérdida.

        El matrimonio de la segunda hermana pareció más promisorio para el futuro de la familia, pues este cuñado era un hombre cordial, aunque no tan inteligente. Su conducta reconcilió a Eli con la institución del matrimonio. Esta pareja permaneció en las cercanías de la madre.

        Luego de la operación ocular de la madre, las tres familias se encontraron en un sitio de residencia veraniega. En esa temporada coincido el estallido de los dolores y la dificultad para caminar de Eli. Los dolores le sobrevinieron con violencia después de un baño caliente. Una caminata de media jornada fue relacionada luego con la emergencia de estos dolores.

        A partir de ese momento, Eli fue la enferma de la familia. La segunda hermana está mal, postrada en cama embarazada.

        Esa era la historia de padecimiento de esta muchacha ambiciosa y necesitada de amor. Enconada con su destino, amargada por el fracaso de todos sus planes de restaurar el brillo de su casa; sus amores, muertos los unos, distantes o enajenados los otros. Sin inclinación por refugiarse en el amor de un hombre extraño, vivía hacía un año y medio del cuidado de su padre.

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