SOCIEDAD, CAMBIO Y NUEVAS IDENTIDADES SOCIALES.
flakiuxi19 de Agosto de 2013
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SOCIEDAD, CAMBIO Y NUEVAS IDENTIDADES SOCIALES.
Los cambios en la sociedad se producen culturalmente, así la invención produce nuevos objetos, ideas y relaciones sociales. Hoy en día consideramos a la tecnología y la cibernética como algo natural y cotidiano. Toda sociedad cambia continuamente, de forma intencional o no, y a distintos ritmos. Sin embargo, el cambio social a menudo genera debate, es producto de la invención, de un descubrimiento, de la difusión y/o de conflictos sociales. Los descubrimientos, y mencionaríamos los referentes a la salud en el siglo pasado, han modificado el espectro poblacional de toda la humanidad, proporcionando años de vida a los seres humanos (tercera edad) y disminuyendo las causas de mortalidad en todas las edades. Lo que conocemos como difusión produce cambios sociales en la medida que el comercio (marketing), las migraciones y las comunicaciones de masas hacen que distintos elementos culturales se extiendan por todo el mundo. La tensión y el conflicto en el seno de una sociedad también provocan el cambio. La desigualdad en el género, la raza, la sexualidad y la falta de satis factores de vida, han forzado cambios en todas las sociedades, incluida la mexicana.
Se ha iniciado el presente siglo con logros históricos pero sin solución a muchos problemas de la existencia humana. Se incluye la búsqueda de un significado de la propia vida, la resolución de los conflictos entre las distintas sociedades y el alcanzar la erradicación de la pobreza. Añadiríamos las nuevas preocupaciones como el control del crecimiento demográfico, el establecimiento de un desarrollo sostenible que garantice la seguridad económica de muchas personas y la delincuencia representada con mayor frecuencia como producto del narcotráfico, el tráfico de personas y los delitos de cuello blanco. Las tesis de Tönies, Durkheim, Weber y Marx describen los rasgos de la sociedad moderna, no obstante, a los ojos de muchos críticos posmodernos la modernidad ha fracasado. En la Teoría de la Modernización difieren los autores, unos afirman que los países industrializados pueden acelerar el desarrollo exportando tecnología a los países pobres, acogiendo estudiantes extranjeros y facilitando ayuda económica para estimular el crecimiento económico. Otros no piensan que la modernización es realmente una opción desarrollando lo que se conoce como Teoría de la Dependencia. En la estratificación global, las actuales sociedades pobres tienen pocas posibilidades de modernizarse, aunque quisieran, ya que el mayor freno al desarrollo económico no es la tradición cultural, sino la dominación mundial por parte de las sociedades ricas.
Las identidades sociales se trata de aquellos aspectos (a veces centrales) de la imagen y la valoración de sí mismos que adquieren los miembros de cualquier agrupamiento humano por el hecho de reconocerse como incluidos en él. Pero importa advertir que ese grupo –cualesquiera sean los criterios de categorización que se le apliquen: objetivos, caprichosos o fortuitos– sólo adquiere existencia social en tanto se da un nombre o lo recibe e incorpora; nombre por el que se diferencia de otro(s) agrupamiento(s) designados como existentes por el mismo acto de denominación, que opera ineludiblemente por contraposición.
Sin embargo, la instauración de identidades sociales genera efectos que no son meros “juegos de lenguaje”. Esas identidades toman como pretexto distinciones que van desde las más genéricas hasta las más particulares y minúsculas. Algunas pueden parecer extravagantes fuera del contexto en el que tienen o tuvieron vigencia y quizá sea más desolador que asombroso el que por causa e ellas se hayan podido dar, y se den, innúmeros conflictos, luchas, guerras. Pues lo fatal de estas oposiciones identitarias –auténtica “fatalidad del significante”– está en que sólo un nombre que nos distingue de otros y el correlativo nombre de esos “otros”, contrapuesto al que identifica al “nosotros” en cuestión, pueda convocar una tan desesperada necesidad de ser algo que estemos dispuestos incluso a matar o morir en aras de esa diferenciación.
Esta propensión casi inexorable de los agrupamientos humanos fue atribuida por Freud a lo que él llamó “narcisismo de las pequeñas diferencias”. Los lugareños de cualquier comarca suelen dirigir sus enconos más fieros contra la aldea vecina; en odiar a muerte a otros fanáticos, los del club más cercano; en el Imperio Bizantino, durante siglos se enfrentaron con ensañamiento minucioso “amarillos” y “azules” (o, según Montesquiuieu, “azules” y “verdes”), sin que se pueda discernircosa objetiva alguna que haya servido de fundamento para esas guerras intestinas, fuera de una mera, una casi pura diferencia entre significantes “vacíos”. Cuando la dramática de las identidades sociales se modula en términos de “identidades nacionales”, nos encontramos con parecido juego de rivalidades imaginarias. La nacionalidad, por otra parte, es una de las “identidades sociales” más pregonan tés, central para la mayoría de la gente. En un test en el que se le pide al sujeto que enuncie veinte frases que den cuenta de lo que él o ella “es”, figura habitualmente entre las primeras características con las que la persona “se identifica”.
En América, con sus relativamente nuevas identidades nacionales, se complica el cuadro general de hostilidades posibles por la continuidad de los odios de Europa y la emergencia de otros nuevos. Sin embargo, en la América llamada latina se verifica un fenómeno singular que obliga a darle un nuevo sesgo a la teoría de las identidades sociales. En todos nuestros países, con la excepción de Brasil, y tal vez de Cuba, se observa que la imagen del propio país es negativa en comparación con la de otros, incluso con la de otros países latinoamericanos. Esta tendencia nuestra a la auto denigración, que muestran investigaciones comparadas, ha sugerido la noción de “identidades sociales negativas”.
CONSTRUCCIÓN SOCIAL
Entre las múltiples realidades existe una que se presenta como la realidad por excelencia. Es la realidad de la vida cotidiana. Su ubicación privilegiada le da derecho a que se la llame suprema realidad. Experimento la vida cotidiana en estado de plena vigilia. Este estado con respecto a existir y a aprehender la realidad de la vida cotidiana es para mi algo normal y evidente por si mismo, vale decir, constituye mi actitud normal.
Aprehendo la realidad de la vida cotidiana como una realidad ordenada, ya que se presenta objetivada, constituida por un orden de objetos que han sido designados como objetos antes de que yo apareciera en escena. El lenguaje usado en la vida cotidiana me proporciona continuamente las objetivaciones indispensables y dispone el orden dentro del cual estas adquieren sentido y dentro del cual la vida cotidiana tiene significado para mí. El lenguaje marca las coordenadas de mi vida en la sociedad y llena esa vida de objetos significativos.
La realidad de la vida cotidiana se organiza alrededor del “aquí” de mi cuerpo y el “ahora” de mi presente. Yo experimento la vida cotidiana en grados diferentes de proximidad y alejamiento, tanto espacial como temporal. Lo mas próximo a mi es la zona de mi vida cotidiana directamente accesible a mi manipulación corporal. Mi atención a este mundo esta determinada principalmente por lo que hago, lo que ya he hecho o lo que pienso hacer en el. Se, por supuesto que realidad de la vida cotidiana incluye zonas que no me resultan accesibles de esta manera. Mi interés por las zonas alejadas es menos intenso y menos urgente. Me siento fundamentalmente interesado por el grupo de objetos que intervienen en mi tarea diaria.
La realidad de la vida cotidiana se me presenta como un mundo intersubjetivo, un mundo que comparto con otros. Estoy solo en el mundo de mis sueños, pero se que el mundo de la vida cotidiana es tan real para los otros como lo es para mi. Se que mi actitud natural para este mundo corresponde a la actitud natural de otros, que también ellos aceptan las objetivaciones por las cuales este mundo se ordena, que también ellos organizan este mundo en torno de aquí y ahora de su estar en el y se proponen actuar en el. También se, que los otros tienen de este mundo común una perspectiva que no es idéntica a la mía. Mi aquí es su allí. Mi ahora no se superpone del todo con el de ellos. Mis proyectos difieren y hasta pueden entrar en conflicto con los de ellos. Se que hay una correspondencia cotidiana entre mi significado y sus significados en este mundo, que compartimos un sentido común de la realidad de este. La realidad de la vida cotidiana se da por establecida como realidad. Esta ahí, sencillamente, como facticidad evidente de por si e imperiosa. Se que es real.
La construcción social de la realidad (Berger y Luckmann, 1972) trata de demostrar que toda la realidad social no es otra cosa que una construcción de la misma sociedad. El hombre mismo es quien construye su propia naturaleza, él es el que se produce a sí mismo y esa construcción será, por necesidad, siempre una empresa (construcción) social.
La construcción social de la realidad puede tener diferentes disciplinas que la estudien, principalmente nos quedamos con el que le da la sociología, aunque si es cierto que numerosos autores han trabajado sobre este hecho; destacamos a dos conocidos como Sartre, o Nietzsche, entre otros muchos.
La sociología del conocimiento define la visión intersubjetiva de la realidad del entorno cultural y ecológico como una construcción donde median entre la percepción y la representación de los objetos de referencia, un conjunto de elementos. En el proceso de construcción social
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