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Ssigmund Freud: historia y desenvolvimiento de la teoría psicoanalítica

edgardcabronTrabajo3 de Abril de 2013

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SIGMUND FREUD: HISTORIA Y DESENVOLVIMIENTO DE LA TEORÍA

PSICOANALÍTICA

por Carlos Alberto Vargas Prado

“Abres los ojos y miras a tu alrededor, como si fuera la primera vez: ¿qué ves?

¿El cielo donde brilla el sol o flotan las nubes, árboles, montañas, ríos, fieras, el ancho

mar...? No, antes se te ofrecerá otra imagen, la próxima a ti, la más familiar de todas

(en el sentido propio del término): la presencia humana”.1

Fernando, Savater. Política para Amador.

Este ensayo tiene como objetivo presentar al lector la manera en que en el niño se van

conformando las tres instancias que habrán de tener un peso fundamental a lo largo de

su existencia: ello, yo y superyó; así como el papel que juegan los padres en la

conformación de su aparato psíquico, papel éste que en lo venidero será trasladado a

los maestros, los instructores, los amigos y la sociedad entera.

A su vez, el escrito busca demostrar cómo, tras la conformación del aparato

psíquico y la salida a flote del yo, el niño se acepta como sujeto pensante y forma para

sí la necesidad de adquirir los conocimientos necesarios para sobrevivir en su entorno,

iniciando el proceso de socialización y la búsqueda empírica y científica de saberes que

le deparen contento.

De las pulsiones de vida y de muerte

Partimos, siguiendo a Freud, de que el niño al nacer se caracteriza por poseer en su

interior dos pulsiones: Eros, o de vida, y Thanatos, o de muerte. La primera

caracterizada por contar con el apoyo de la naturaleza y ser un aliciente en la

conservación y multiplicación de la especie; mientras que la segunda, si bien en las

ciencias biológicas se traduce en irritabilidad (entendida ésta como la capacidad para

sobrevivir a los estímulos del medio, permitiendo que el proceso de selección natural,

supervivencia del más fuerte y lucha por la existencia se dé y facilite la conservación y

predominio de la especie humana y de los animales inferiores) y posee el favor del

1 SAVATER, Fernando. Política para Amador. Ariel, México, 1998, pp. 21.

2

ambiente y sus determinantes ecológicos, tiene como objetivo principal hacer

desaparecer al individuo hacia el cual está dirigida o hacia el propio yo. Es decir,

mientras la pulsión de vida se encarga de lograr la socialización entre los seres

humanos, la segunda aleja a éstos al poner en riesgo la vida o la integridad de algunos

de ellos.2

A estas dos pulsiones Freud anexó una más, que incluye en su haber

características tanto de la pulsión de vida como la de muerte: la sádica. Ésta pulsión

vela por la posesión del objeto sexual, pero lejos de conllevar un amor profundo al

mismo, se hace del deseo único de integrarlo al sujeto que la pone en práctica. La

denominamos sádica debido a que el creador del psicoanálisis observó durante mucho

tiempo que en sus pacientes psicóticos y perversos se hallaba presente la cualidad de

abusar, someter e incluso negar la libertad de sus parejas sexuales, lo que conllevaba

no un afán de amarlos, sino de gozar de ellos e incluso destruirlos.3

Entonces, decimos que desde el instante en que el pequeño es extraído del

vientre materno y, tras un breve periodo de tiempo en que debe satisfacer su necesidad

de comer, pone en acción la pulsión de vida al ingerir la leche del seno materno. Sobra

decir que esto no se iguala en las especies inferiores por ejemplo, a los canguros,

quienes tras quedar fuera del interior de su madre, se meten en la bolsa que ésta lleva

en el estómago. “Ese es el instinto. El hombre y la mujer tienen pulsiones”.4

De la sexualidad y la genitalidad

Cuando el niño inicia su desarrollo en la sociedad en que vive, comienza a desarrollar

un amor profundo por su madre, quien al fin y al cabo dotó a éste de vida y le

proporciona amor y cuidado. Esto provoca que el pequeño tenga un odio profundo

hacia la figura paterna, llegando a desear su muerte con tal de que no le estorbe en su

comercio sexual con la madre.

Conviene decir que los términos sexualidad y genitalidad, si bien comparten

características que los hacen aparejarse, no deben ser confundidos con las mismas

manifestaciones de conducta. Por sexualidad vamos a entender todo aquello que

2 FREUD, Sigmund. “El malestar en la cultura” en Obras completas. Amorrotu, México, 2001, pp. 113-

118.

3 Ídem.

4 Georgina Zárate Vargas, profesora y psicoanalista, en entrevista exclusiva. Martes 3 de junio de 2003.

3

depara placer al individuo y que no necesariamente debe tener relación con los órganos

genitales; la “genitalidad”, por el contrario, se aplica a la puesta en práctica de dichos

órganos con el propósito de obtener un placer fugaz, determinado por el tiempo en el

que hombre y mujer alcanzan el orgasmo. De esta manera, Freud apuntaba que, al

ingerir la leche del seno materno el niño alcanza un placer sexual, que le deviene

contento y le hace no desear que termine.5

De las etapas psicosexuales

Surge entonces la primera de las etapas en las que se divide el desarrollo del niño y

cuya fijación en alguna de ellas, provocará la conformación de un tipo caracterológico

determinado. Esta etapa es la oral y tiene la peculiaridad de que en ella el niño obtiene

placer probando, devorando, chupando e ingiriendo todo lo que venga del exterior y,

preferentemente, que le provea la madre. Se habla de fijación en esta etapa en aquellos

individuos cuyos comportamientos hacen pensar que desean ser aceptados en todo lo

que hacen, además de caracterizarse por estar comiendo durante gran cantidad de

tiempo o bebiendo grandes cantidades agua. Una fijación puesta en el extremo puede

verse en aquellas personas que beben alcohol y saben o no que eso es dañino para su

salud.6

Cuando la voz paterna termine con el vínculo amoroso sexual establecido entre

madre e hijo mediante la leche que del pecho deglute, éste buscará la mejor manera de

compensar esa falta y obsequiará a ésta sus excrementos, heces y gases. De ahí que

Freud observara que los niños pequeños sólo ensucian con su popo a aquellas

personas que le son importantes o tienen un peso especial en sus vidas.7

Se entra entonces en la etapa anal, en la que el control de los esfínteres tendrá

un papel preponderante, al señalar al niño los límites del aseo personal. Los padres que

se comporten de un modo rígido con sus hijos en cuanto a esto, provocarán que en un

futuro, posiblemente, el niño sea tacaño y se niegue a salirse de los programas

establecidos. De ahí que en una obra posterior, el creador del concepto inconciente se

refiera a un tipo de erotismo anal muy singular en los individuos obsesivos, quienes

5 NASIO, Juan David. “El concepto de falo” en Enseñanza de siete conceptos cruciales del psicoanálisis.

Barcelona, Gedisa, México, 1999, pp. 49.

6 MORRIS, Charles G. Introducción a la psicología. Prentice Hall, México, 1992, pp. 357.

7 NASIO, Juan David. Op. cit. pp. 48.

4

pueden alcanzar un placer descomunal al hacer sus labores con empeño y siendo

felicitados por las figuras de autoridad, pero sentirse mal cuando se les recrimina el

haberla “cagado”.8

En el terreno de la psicología durante mucho tiempo se pensó que los sujetos

homosexuales tenían una fijación en la etapa anal, postura en la que Freud no estuvo

del todo de acuerdo al decir, basándose en el caso de una paciente suya, que éstos

bien podrían tener una fijación en la etapa fálica que los hiciera no querer apartarse del

pene, o lo que representa éste. Huelga decir que el narcisismo de estos sujetos sale a

flote en el instante del análisis, dejando entrever que por el amor que tenían a su

miembro viril, es que renunciaron a introducirlo en una vagina por el temor a perderlo al

ser devorado por ésta, decidiéndose a gozar de uno en la zona trasera erogenizada.9

Y ya que hemos hablado de la etapa fálica, Freud se refirió a ésta como quizá la

de mayor peso en la conformación del aparto psíquico del pequeño, debido a que es en

ella en que se entra también en el complejo de castración, que no ha confundirse con la

definición estándar de pérdida del miembro viril a casa de un tercero, sino como el

temor que el niño siente de perder el pene al saber que existen seres que carecen de

él: las niñas.10

De este modo, cuando el niño ha llegado a un punto en que su miembro le

depara placer y le produce satisfacción narcisista, se da cuenta, ya sea por su madre,

hermana o algún otro miembro de su entorno del sexo femenino, de que ellas carecen

de pene, con lo que su idea de la universalidad de este órgano pierde su fundamento.11

A esto hay que añadir que, ante la creencia de que el clítoris bien pudiera ser un

pene chiquito que no tardará en crecer, el niño puede consolar su idea de saber a

personas carentes de él. El problema es que al entrar en la etapa fálica, donde los

excrementos han sido sustituidos por tocamientos dirigidos

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